La vitamina D es una vitamina liposoluble que se recibe principalmente mediante la exposición de la piel a la luz del sol (rayos UVB), convirtiéndose en un elemento que se activa cuando el cuerpo lo necesita. Hasta el 90% de la vitamina D se genera de esta manera. Solo alrededor del 5 al 10% de la vitamina D necesaria se absorbe por el cuerpo a través de la alimentación.
Según señalado recientemente el doctor Arturo Bourzutzky, investigador del Grupo Milenio de Inmunología, hay investigaciones que indican que más o menos un 50% de la población tiene deficiencia de vitamina D. En el caso de Magallanes esta deficiencia llega a 96% de los niños, y esta sería severa en el 62% casos.
La vitamina D está involucrada en la biología de todas las células corporales, incluyendo a las células inmunológicas. Un gran número de estudios han demostrado que aumentar los niveles de vitamina D podría reducir significativamente el riesgo de cáncer. Tener niveles séricos de vitamina D de al menos 40 ng/ml reduce el riesgo de cáncer en un 67 %, en comparación con tener un nivel de 20 ng/ml o inferior; muchos tipos de cáncer se manifiestan en personas que tienen niveles de vitamina D en un rango de 10 a 40 ng/ml.
Entre las razones de esta deficiencia se encuentran la poca exposición a los rayos solares durante los meses de verano y el uso excesivo del protector solar. Incluso un factor 8 de protección solar bloquea la producción de vitamina D en la dermis en un 95%. Lo ideal es exponerse al sol cuando este no represente un riesgo y evitar exponerse al sol en horarios de mayor radiación UV, es decir, entre las 11 y las 16 horas.