Conversamos con Verónica Matus, docente chilena con 35 años de experiencia en distintos ámbitos de la pedagogía Waldorf, para indagar en algunas claves acerca de una educación más consciente, centrada en el amor. ¿Cómo formar a personas en un mundo en donde todo tipo de información está al alcance de la mano? A juicio de la educadora, la base estaría en comprender la dinámica de la educación como un acompañamiento en los procesos de desarrollo, concebido éste como el despliegue del cuerpo, el alma y el espíritu, con docentes y formadores que entiendan que, para educar, hay que conocer profundamente al ser humano, tanto en lo general como en lo particular. Partiendo, naturalmente, por el conocimiento de uno mismo.
Por Paloma Soto Carmona
En un mundo en constante cambio, la educación asume nuevos desafíos, especialmente en la primera infancia. Luego de 35 años de docencia y experiencia en aula, la profesora y estudiosa de la antroposofía, Verónica Matus, está convencida de que la clave no está en la entrega de conocimientos, sino en acompañar adecuada y amorosamente cada etapa formativa. Un camino que incluye también una formación y autoconocimiento constante por parte de educadores, cuidadores, padres y madres, ya que se trata de un aprendizaje tanto hacia afuera como hacia adentro. Porque para saber qué necesita cada niño, niña o joven, se tiene que identificar primero qué necesita, y qué de uno mismo se le puede entregar. Un camino de amor que significa un crecimiento a todos quienes participan en el proceso.
En este camino de educar, la clave está en los primeros 21 años de vida, desde el nacimiento hasta la adultez, divididos en tres septenios: 0 a 7 años, luego hasta los 14 y de ahí hasta los veintiún años. “Para tener una buena educación, es indispensable ver dos aspectos. Por un lado, un profundo y amplio conocimiento del ser humano, especialmente en su etapa de desarrollo, de los 0 a los 21 años. Dicho conocimiento tiene que poder abarcar tanto lo corporal como lo espiritual, sus fuerzas vitales y a sus etapas de desarrollo físico, como también su mundo interior, vivencias, experiencias, intereses e inquietudes más profundas. Tenemos que conocer también en lo particular a cada ser humano, sus talentos y los desafíos que nos presenta cada uno de ellos”, explica Verónica Matus.
Para poder realizar este trabajo se requiere un despertar personal, tanto en los maestros o maestras como en los adultos a cargo de niños y niñas en general. “Tenemos que ser capaces de despertar en nosotros un profundo amor y respeto hacia cada uno de ellos, hacia el ser humano en general y a cada uno en particular y que dicho amor y respeto hacia ellos nos impulse a una autoeducación permanente”, señala la educadora y enfatiza que “no podemos educar, en el sentido de cómo nosotros entendemos una educación desde la visión antroposófica, si no estamos nosotros mismos en una permanente mirada de autoconocimiento y autoeducación, descubrirnos amorosamente con respeto hacia nosotros y desde ahí generar las herramientas para poder entregarles a ellos lo que necesitan”.
Una figura que habla de una retroalimentación constante para finalmente educar para la vida: “El ser humano no nace con todas sus facultades desarrolladas ni todas sus corporalidades, va paulatinamente desarrollándose, y desde ese punto de vista nosotros tenemos que poder acompañarlos, entregándoles todo lo que necesitan, todo lo que requieren para que dicho desarrollo sea rico en el sentido de riqueza armónica, de tal forma que cada uno de los seres humanos pueda, a futuro, florecer en todo lo que cada uno es”.
“Para tener una buena educación, es indispensable ver dos aspectos. Por un lado, un profundo y amplio conocimiento del ser humano, especialmente en su etapa de desarrollo, de los 0 a los 21 años. Dicho conocimiento tiene que poder abarcar tanto lo corporal como lo espiritual, sus fuerzas vitales y a sus etapas de desarrollo físico, como también su mundo interior.
Respeto al desarrollo
Actualmente, ¿qué aspecto de la educación Waldorf usted considera que sería fundamental incorporar en el sistema educativo general?
Creo que todo parte del conocimiento del ser humano. ¿Cuál es la realidad vital en cada etapa? Mientras eso no sea conocido no sacamos nada. Porque el modo de enseñanza importa muchísimo. El cómo yo entrego el contenido, cómo guío las actividades [importa muchísimo]. Porque esto tiene que ser de acuerdo a lo que ese niño es. Estamos viviendo un fenómeno muy interesante en esta época, y es que en este minuto toda la información de cualquier tema, [está al alcance de la mano y] basta con apretar un par de botones en la pantalla para obtenerla. El ser humano tiene en este minuto acceso a la información de lo que sea, pero lo que importa es cuánto interés tiene en todo aquello. Lo importante es formar seres humanos interesados, involucrados en el planeta, en el mundo, en la sociedad que comparte con otros, en sus congéneres, interesados en lo que tiene alrededor, [en] qué es lo que ahí está ocurriendo.
Además, estamos en un mundo cambiante, y en ese sentido ¿cuál es el aprendizaje fundamental que debe lograr cada niño y niña en su paso por establecimiento educacionales?
Estamos en un mundo donde existe un permanente cambio. Todo el transcurso de la naturaleza y de la vida de cada ser humano es un permanente cambio. Los niños y niñas necesitan llegar a su plena madurez conociéndose a sí mismos y al mundo que los rodea, desarrollando sus facultades humanas en el momento apropiado, porque aquello les da firmeza. Cuando yo me conozco a mí misma y sé quién soy, puedo enfrentar los cambios que yo misma vivo, desde cambios físicos hasta anímicos, [cambios en las] miradas, entre otros. Incluso los cambios del mundo, que ocurren cada vez más rápido.
En la pedagogía Waldorf, es en la primera infancia donde el niño nos muestra qué es lo que requiere. Un niño de cinco años está en permanente movimiento y explorando con todos sus sentidos, tocando, mirando, saltando, moviéndose, tomando las cosas. Él nos muestra qué necesita hacer. En esa etapa de la vida, en la primera infancia, el ser humano está desarrollando esa facultad, ese impulso interno de hacer, de moverse . Y gracias a aquello conquista su propio cuerpo físico y la tierra donde vive, con todas sus leyes físicas: el arriba, el abajo, el delante, él detrás. Y eso le da una primera gran experiencia de su corporalidad, que es su herramienta en la tierra.
Luego, entre los siete y los 14 vemos que aparece todo lo que es el mundo interior. Poquito a poco empiezan a conformar su propio espacio de sensaciones y sentimientos. Ese joven que se quiere encerrar en su pieza y que no quiere que nadie entre y está mirando al techo, ¿por qué lo hace? Porque está experimentando su mundo interior, su vida interna que se empieza a construir con todo lo que le rodea. Entonces se vincula con el mundo a través de ese mundo del sentimiento. ¿Cómo nos acercamos a él? En este punto ya no es el hacer, sino la emoción, la belleza el arte, que es la actividad humana que nos impacta directamente en este mundo interior de las sensaciones y el sentido. Tomando esto en consideración, es necesario en esta etapa que los contenidos se vinculen con amor y con ese mundo interno.
Finalmente, después de los 14 aparece un desafío bellísimo y es el cuestionamiento. Con eso nos muestran que despierta el pensamiento. Y, cuando eso ocurre, ellos quieren ejercitarlo, por lo cual nos cuestionan todo. Entonces hay que darles todos los elementos posibles para que piensen distintos puntos de vista, pero no imponerles un pensar.
En este camino, desde primera infancia, pasando por la educación básica, luego la adolescencia en adelante, y de ahí hasta los veintiún años, podemos ayudar a que sea un desarrollo donde se va generando lo que nosotros llamamos las tres facultades primeras, fundamentales del ser humano, que son el hacer, el sentir y el pensar. Si las cuidamos de este modo vamos a formar a una persona que sea libre pensadora, un ser humano independiente.
“El ser humano no nace con todas sus facultades desarrolladas ni todas sus corporalidades, va paulatinamente desarrollándose, y desde ese punto de vista nosotros tenemos que poder acompañarlos, entregándoles todo lo que necesitan, todo lo que requieren para que dicho desarrollo sea rico en el sentido de riqueza armónica, de tal forma que cada uno de los seres humanos pueda, a futuro, florecer en todo lo que cada uno es”.
El desafío de educar
En el camino de apoyar al desarrollo de personas independientes y sanas, la capacidad de cuestionar, de elaborar preguntas lúcidas, cumple, a juicio de Verónica Matus, un rol fundamental, ya que nos permite erigir el camino propio hacia la verdad. “En las escuelas Waldorf formamos jóvenes que son buscadores de verdades. Y, en ese sentido, siempre van a estar cuestionando. Hablo del sano impulso de cuestionar para buscar una verdad. Solo con preguntas, y cuestionando, el ser humano se abre su propio camino. Sólo cuestionando podemos abrirnos paso en nuestra vida, construir nuestra propia historia, nuestra propia biografía”, destaca la pedagoga y recalca que los docentes, en ese sentido, deben cuidar tanto la pregunta como el proceso de formularla, ya que ambas se transforman en herramientas importantísimas para el desarrollo humano:
Solo si en nuestro propio interior vive, de verdad, la valoración de la pregunta, si la respetamos y si hemos demostrado a nuestros alumnos y alumnas que, de verdad, valoramos el [hecho de] que ellos cuestionen, si damos ese ejemplo y acompañamos ese camino, eso va a ocurrir. Esto es importante porque a partir de esa pregunta vamos a poder construir en su interior eso que cada uno tiene para regalar al resto, eso único para ser compartido, [eso que es] su sello. Solo si cuestiono, y no si acepto verdades impuestas, soy capaz de sacar de mi lo mejor y regalarlo, para el buen desarrollo de la humanidad.
¿Entonces, entendiendo lo anterior, cuáles serían los principales desafíos que debe enfrentar la educación? Principalmente la básica, que resguarda momentos clave en la formación de una persona.
Si entendemos la palabra “desafíos” como las dificultades que estamos enfrentando en este mundo actual, a mi modo de ver hay dos cosas que lamentablemente están impactando muchísimo en niños, niñas y jóvenes y, por lo tanto, impactan en el aula, en nuestro quehacer como docentes. Una es que la situación familiar ha cambiado tremendamente, ya que hoy los padres viven actualmente agobiados por el trabajo, la exigencia laboral que están teniendo, sobre todo en Chile, llegan cansados, con horarios muy extensos. Y además no tienen herramientas para comprender a sus hijos e hijas. Esto causa en los pequeños y jóvenes una sensación de soledad, [una percepción] de no verse [o sentirse] escuchados, [de] no sentirse percibidos, mirados, comprendidos. Y eso genera grandes inseguridades. Por otro lado, está todo lo que es la tecnología, que se nos viene encima. Ya se han hecho numerosas investigaciones que han demostrado el daño que causan en niños y niñas las pantallas y las redes sociales. Si contamos estos dos elementos, la situación es muy grave, porque toda esta inseguridad, incertidumbre, y estas herramientas tecnológicas, hacen que nuestros jóvenes estén dejándose llevar por las redes sociales, la publicidad, en vez de esta construcción de mí mismo, de este interior fortalecido con la experiencia propia, para poder aportar al mundo.
Y desde la perspectiva de la educación en el amor y con amor, ¿cuáles son las claves que usted le daría a educadores, padres, madres y cuidadores para poder incorporar esta mirada amorosa?
Lo primero es que para yo poder sentir amor por un alguien, y para poder darle amor a ese alguien, tengo que conocerlo y conocerme. Es muy notable que [de] ahí parta todo. Si no es un engaño. Es el conocimiento el que te genera un amor real. Creo que [para] padres, madres, educadores, educadoras, lo fundamental es partir de ciertas preguntas. Preguntarme, por ejemplo, todos los días: ¿Quién es este niño o niña?, ¿Quién ese este joven que tengo enfrente?, ¿lo conozco en profundidad? Y frente a esta pregunta, y todo lo que ella puede generar, preguntarme: ¿Qué tengo yo para regalar?, ¿Cuáles son mis talentos? Todo ser humano tiene cosas para regalarle al otro, para brindarle su amor concreto. Creo que voy a traer unas palabras de nuestra educadora Gabriela Mistral. Ella dice que la educación de los niños es, tal vez, la forma más alta de buscar a Dios. Pero también la más terrible, por la tremenda responsabilidad. Eso lo tengo grabado a fuego. Entonces, lo que sugiero es que todos los días, antes de dormir, revisemos nuestro día con nuestros hijos, hijas o alumnos, y miremos qué pasó durante el día. Seguro que, si lo hacemos con amor, vamos a encontrar muchas cosas que mañana podremos hacer mejor, para así ir enriqueciendo esta relación tan sagrada que se basa en dar y recibir.
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Verónica Matus
Con 35 años de estudios de estudio y trabajos en relación con la Pedagogía Waldorf, actualmente es la Fundadora y Directora Pedagógica de Seminarios Madre Tierra de la Fundación Aurum de Chile, además de prestar asesorías a la Escuela Waldorf Aurora de La Serena.
Más información en www.seminariosmadretierra.cl