El sencillo Día de Navidad, que hubiera complacido al corazón de Cristo, ha degenerado en una orgía de gastos y de adquisición de cosas agradables. Debe recordarse que cuando las fases de una religión inspirada por la vida, es interpretada en forma totalmente materialista, habiendo terminado su vida útil debe desaparecer, por el propio bien de la vida y del progreso mismo.
Alice A. Bailey
Sabemos que, desde la noche de los tiempos, el período en que el sol se desplaza nuevamente hacia el norte ha sido siempre considerado como temporada festiva; durante miles de años se lo ha asociado con la llegada del Dios Sol para salvar al mundo, traer luz y fructificación a la Tierra y, por medio de los afanes del Hijo de Dios, también esperanza a la humanidad. La época de Navidad es considerada, por los ignorantes, como la Festividad de Cristo exclusivamente, siendo destacada por las iglesias cristianas y testimoniada por todos los clérigos. Esto es verdadero y falso a la vez. El Fundador de la Iglesia Cristiana, Dios hecho carne, se valió de este período; llegó a nosotros en la oscuridad del año, iniciando una nueva era, donde la luz iba a ser la nota característica. Esto ha resultado verídico desde diversos ángulos, aún desde el puramente físico, ya que hoy tenemos un mundo iluminado, vemos por todas partes luz y las lóbregas noches tenebrosas de antaño van desapareciendo rápidamente. La luz ha descendido a la tierra en forma de «luz del conocimiento». La educación, cuyo objetivo consiste en llevar a los hombres al «camino iluminado», constituye hoy la nota clave de nuestra civilización y la mayor preocupación de todos los países. La eliminación del analfabetismo, el desarrollo de una verdadera cultura y la comprobación de la verdad en todos los campos del pensamiento y de la investigación, son hoy de mayor importancia en todos los países.
Así, cuando Cristo proclamó (como realmente lo hizo), con los demás Salvadores y Dioses Soles, que Él era la Luz de los mundos, inauguró un período maravilloso donde la humanidad ha sido amplia y universalmente iluminada. Este período data del día de Navidad, hace dos mil años, en Palestina. Constituyó el más grandioso de los días de Navidad y su influencia emanante fue mucho más poderosa que la de cualesquiera de sus predecesores, los Portadores de la Luz, porque la humanidad estaba más preparada para recibirla. Cristo vino bajo el signo de Piscis, los Peces, signo del divino Intermediario en el sentido más elevado, o del médium en el más inferior; es el signo de muchos de los Salvadores del mundo y de los Reveladores de la divinidad que establecieron relaciones mundiales. Quisiera que observen esta frase. El mayor impulso que llevó al Cristo a realizar su especial tarea, fue el deseo de establecer rectas relaciones humanas. Ése es también el deseo, consciente o inconsciente, de la humanidad, y sabemos que algún día vendrá Aquel deseado por todas las naciones; las correctas relaciones humanas existirán en todas partes y la buena voluntad complementará esa realización, trayendo la paz en todas las tierras y entre todos los pueblos.
A través de las edades, la Navidad ha sido reconocida y celebrada como una época de nuevos comienzos, mejores contactos humanos y relaciones más felices entre familias y comunidades. Así como las iglesias han ido descendiendo en su presentación profundamente materialista del cristianismo, el sencillo Día de Navidad, que hubiera complacido al corazón de Cristo, ha degenerado en una orgía de gastos, adquisición de cosas agradables, siendo considerado como una «buena temporada para el comercio». Por lo tanto, debe recordarse que cuando las fases de una religión inspirada por la vida, es interpretada en forma totalmente materialista, cualquier civilización y cultura pierde su sentido de los valores espirituales y responde principalmente a los valores materiales; habiendo terminado su obra útil debe desaparecer, por el propio bien de la vida y del progreso mismo.
El mensaje del nacimiento de Cristo es siempre nuevo, pero hoy no es comprendido. Durante la era de Acuario, en la que estamos entrando con rapidez, el énfasis cambiará de Belén a Jerusalén y del niño Salvador al Cristo Resucitado. Piscis ha sido durante dos mil años la luz que se expande; Acuario verá la Luz ascendente y, de ambas, el Cristo es el eterno símbolo.La antigua historia del Nacimiento será universalizada y considerada como la historia de todo discípulo e iniciado que recibe la primera iniciación, y en su época y lugar se convierte en un servidor y portador de luz. En la era acuariana tendrán lugar dos acontecimientos descollantes:
- La Iniciación del Nacimiento, condicionará el pensamiento y la aspiración humana en todas partes.
- La religión del Cristo Resucitado y no la del Cristo recién nacido o del Cristo crucificado, será la nota clave característica.
Pocas veces es comprendido que centenares de miles de personas de todos los países han recibido o se preparan para esta primera iniciación, denominada el Nacimiento en Belén o la Casa del Pan. La humanidad, el discípulo mundial, está ahora preparada para ello. Indicaciones de la exactitud de este enunciado pueden verse en la reorientación de la gente, en todas partes, hacia las cosas espirituales, en su interés por el bienestar humano y el bien, así como también su perseverancia en la búsqueda de la luz y en sus anhelos y deseos de paz verdadera, basados en las rectas relaciones humanas, complementadas por la buena voluntad. Esta «mente en Cristo» puede observarse en la rebelión contra la religión materialista y en el amplio esfuerzo que se aprecia en Europa y en, otras partes, por devolver la tierra (la Madre Tierra, la verdadera Virgen María) al pueblo. Puede verse en el constante ir y venir de la gente por el mundo, simbolizado, en el Evangelio, en el viaje de María con el niño Jesús a Egipto.
Luego siguió, como dice El Nuevo Testamento, un ciclo de treinta años que, como sabemos, fue cuando Jesús llegó a la madurez, en que pudo recibir la segunda iniciación, el Bautismo en el Jordán, y empezar así su servicio público. Actualmente, los muchos que pasaron por la primera iniciación en esta vida, están entrando en el largo silencio de esos simbólicos treinta años en que alcanzarán la madurez y recibirán la segunda iniciación. Esta iniciación demuestra el perfecto control de la naturaleza emocional y de todas las características piscianas. Los treinta años pueden considerarse como un período de desarrollo espiritual, durante las tres etapas en que estará dividido Acuario, y en consecuencia la era acuariana que ya está sobre nosotros. Me refiero a lo que técnicamente se conoce como los tres decanatos de cada signo. En este signo, las aguas de la era pisciana serán absorbidas, hablando simbólicamente, por el cántaro que lleva Acuario sobre el hombro, símbolo característico de este signo, porque Acuario es el portador del agua que lleva el agua de la vida o vida más abundante, a los pueblos.
En la Era de Acuario, el Cristo Resucitado es Él mismo el Portador de Agua. Esta vez Él no manifestará la vida perfecta de un Hijo de Dios, tal cual fue su misión anteriormente, sino que aparecerá como el Guía supremo de la Jerarquía espiritual, para satisfacer la necesidad de todas las naciones sedientas del mundo sedientas de verdad, de rectas relaciones humanas, de amorosa comprensión. Esta vez Él será reconocido por todos, y Su propia Persona testimoniará la realidad de la resurrección, demostrando paralelamente la realidad de la inmortalidad del alma del hombre espiritual. Durante los dos mil años pasados se hizo hincapié en la muerte, que ha matizado toda la enseñanza de las iglesias ortodoxas; sólo un día del año se ha dedicado a la idea de la resurrección. En la era acuariana el énfasis se pondrá en la vida y en la liberación de la tumba de la materia, y ésta es la nota que caracterizará a la nueva religión mundial y la diferenciará de todas las precedentes.
El festival de Pascua y la festividad de Pentecostés, serán los dos días más destacados del año religioso. Pentecostés, como se sabe, es el símbolo de las correctas relaciones humanas, por lo cual todos los hombres y naciones se comprenderán mutuamente y aunque hablen diversas y numerosas lenguas conocerán un solo lenguaje espiritual.
Es muy significativo que dos importantes episodios estén relacionados en la parte final del Evangelio uno precediendo, y el otro siguiéndole inmediatamente después de la aparente muerte de Cristo, y son:
- La historia del aposento alto hacia el cual condujo a los discípulos el hombre del cántaro, que tipifica a Acuario, y en el que se realizó el primer servicio de comunión, donde todos participaron y anticipó la gran relación que caracterizará a la humanidad en la era venidera, después de las pruebas de la era pisciana. Tal servicio de comunión no se ha realizado todavía, pero la Nueva Era lo verá.
- El relato del aposento alto, en que los discípulos se reunieron y reconocieron verdaderamente al Cristo Resucitado y llegaron a un perfecto y completo conocimiento recíproco, a pesar de la simbólica diversidad de idiomas. Esos discípulos poseían un toque de previsión, de profética visión interna, y. anticiparon algo de las maravillas de la era de Acuario.
La visión de la mente de los hombres de hoy, es la de la era acuariana, aunque no lo reconozcan. El futuro verá correctas relaciones, real comunión, participación en todas las cosas (vino, sangre, pan, vida, satisfacción económica) y buena voluntad. Tenemos también un cuadro del futuro de la humanidad, cuando todas las naciones estén unidas por una total comprensión y la diversidad de idiomas simbolismo de distintas culturas, tradiciones, civilizaciones y puntos de vista no constituya un obstáculo para las rectas relaciones humanas. En el centro de todos esos cuadros estará el Cristo.
Con el tiempo, los objetivos expresados y los esfuerzos de las Naciones Unidas fructificarán, y una nueva iglesia de Dios, formada por todas las religiones y grupos espirituales, pondrán fin, en forma unida, a la gran herejía de la separatividad. El amor, la unidad y el Cristo Resucitado, estarán presentes y Él nos demostrará la vida perfecta. (El Destino de las Naciones, pp. 147-153 ed. Inglesa).