El alcohol es una de las sustancias más consumidas en el mundo. Y como tal, está ligada a cientos de leyendas urbanas sobre su ingestión. Hoy hablamos de algunos de los mitos más extendidos.
Santiago Campillo
Cada quince de noviembre se celebra el Día Mundial sin Alcohol, una fecha que nos recuerda que esta sustancia, por muy popular que resulte, solo es capaz de producir perjuicios a la humanidad. Aun así, son cientos los rumores que pululan sobre su consumo. Y es que, qué mejor maestro que la propia experiencia, ¿verdad? Por muy equivocada que esta pueda estar.
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Una copa de vino al día…
Probablemente uno de los mitos más extendidos hasta la fecha es aquel que dice que una copa de vino al día es mejor que no tomar alcohol. Esta afirmación no es infundada. Desde los de «mi abuelo se tomaba un chato todos los días y mira lo que vivió» hasta los más rigurosos que se basan en un artículo de 2012 que así lo afirma, existen argumentos para todos. Incluso «lógicos».
Pero también son falsos. Los estudios más recientes (y mucho mejor hechos) nos muestran que estábamos equivocados. Las supuestas propiedades de los antioxidantes del vino y de los beneficios de cinco gramos de alcohol al día han quedado completamente desmentidas (y marcadas por la sospechosa influencia de su industria).
Además, los supuestos beneficios de los antioxidantes no son suficientes para justificar el daño que causa el alcohol en nuestro organismo. Así que no, por muy conveniente que nos parezca, tomarnos una copa de vino al día no ayudará en nada a mejorar nuestra salud.
Alcohol en pequeñas cantidades, ¿no hace daño?
Tajantemente, sí. El alcohol, independientemente de su cantidad de consumo, es dañino para nuestro organismo. En otras palabras: el alcohol es un veneno. Nuestro sistema, de hecho, tiene herramientas especializadas en la eliminación de esta sustancia venenosa. Poner en marcha este sistema tiene un costo y una repercusión que se traduce en un gasto de recursos y en la producción de más sustancias de desecho, sin contar el daño a nivel celular.
El consumo de alcohol está relacionado con unos sesenta tipos de enfermedades. También existen fuertes evidencias de que el consumo de alcohol está ligado al riesgo de padecer cáncer. Por descontado, se asocia a esta sustancia todo tipo de problemas dietético-nutricionales, problemas fisiológicos y otros inconvenientes que terminan derivando en una enfermedad. Especialmente en el caso del sistema cardiovascular, donde se considera abrumadoramente tóxico. En definitiva, que beber alcohol, aunque sea en pequeñas cantidades, es malo para nuestro cuerpo, nos guste o no.
El (falso) síndrome de abstinencia
Si dejamos de lado todas las anteriores recomendaciones, probablemente terminemos en alguna ocasión con una horrible resaca. Y según te habrán contado, esta se produce como respuesta al síndrome de abstinencia que padece tu cuerpo. Al fin y al cabo, el alcohol es una droga y, además, un azúcar, ¿no?
De nuevo la lógica nos trae a una falacia. En primer lugar, seguimos sin saber a ciencia cierta por qué se produce la resaca. Creemos que tiene que ver con un proceso relacionado con el sistema inmune. También creemos que se debe a las substancias secundarias procedentes de la destilación. Pero sabemos que esta no se produce por un síndrome de abstinencia.
Aunque este sí se puede dar en personas alcohólicas y agravar sus síntomas, no se puede atribuir a este los efectos de la borrachera. Por tanto, tampoco se disminuye el efecto al ingerir un destilado. Y si fuese el caso de un verdadero síndrome de abstinencia tampoco se recomendaría de ninguna manera seguir bebiendo para evitarlo.
Correr para «sudar» el alcohol
Otro de los típicos mitos consiste en creer que hacer ejercicio o vomitar consiguen eliminar el alcohol. Esta sustancia se absorbe muy rápidamente en nuestro sistema digestivo, pasando a la sangre, donde «empapa» todo el cuerpo. Tanto hacer ejercicio como vomitar solo sirven para eliminar, como mucho, un 2% de la bebida ingerida.
Esto no sirve para afectar apenas al nivel de alcoholemia (el nivel de alcohol en sangre), por lo que no tiene mucho sentido hacerlo. Hacer deporte activa otros fundamentos fisiológicos: la segregación de adrenalina y otras hormonas que podrían ayudar a despejarnos y sentirnos mejor, pasando el adormecimiento del alcohol, pero no ayuda a eliminarlo antes.
En el caso de los vómitos, por desgracia, el alcohol pasa demasiado rápido por todo el estómago e intestino, como otros líquidos, siendo absorbido sin que dé tiempo a que se retenga en el estómago y, por tanto, a que pueda ser expulsado mediante el vómito. Tampoco queda claro cuánto alcohol puede ser retenido por la comida, pero sí que podría ayudar un poco a reducir su absorción.
Mezclar tipos de alcohol no emborracha más
La idea de que mezclar tipos de bebidas ayuda a emborracharse más rápido es falsa. Al menos en el sentido simple. La embriaguez se debe única y exclusivamente a los efectos de la concentración de alcohol en sangre y no de la procedencia del mismo. Tampoco depende de las sustancias secundarias que este tenga como resultado de su destilación.
Por tanto, dependerá más de la graduación que del tipo de destilado en sí. Pero, en cualquiera de los casos, mezclar es malo por una sencilla cuestión: las sustancias secundarias de las que hablábamos. Estas tienen un efecto negativo en el cuerpo (y probablemente relacionado con la resaca, como decíamos).
Así que no es conveniente mezclar tipos de bebida. O, en realidad, como venimos diciendo durante todo el artículo, no es conveniente beberlas en absoluto. Desde que descubrimos el alcohol, la humanidad ha inventado y reinventado derivados que contienen esta sustancia. También la hemos consumido en cantidades ingentes y sin ningún temor. Pero ya es hora de que conozcamos sus riesgos y aprendamos a vivir con algo menos de bebida en nuestra vida.