En una sociedad orientada al éxito, educar en el amor puede parecer inverosímil. Sin embargo, intelectuales, psicólogos, sanadores e incluso representantes políticos a través de UNESCO, han destacado la importancia de girar la mirada hacia una formación con base en principios como el amor, el refuerzo de comunidades en el respeto, la integración del alma y la búsqueda de la felicidad. Para lograrlo, es necesario empezar por plantearlo. En este artículo presentamos una breve mirada a un tema abordado desde la perspectiva teórica, curricular y espiritual.
Hagamos un ejercicio mental. Si instalamos en una conversación el término “educación”, ¿cuáles son los primeros conceptos que surgen para definirla? Generalmente se habla de desarrollo, avances, mejor futuro, posicionamiento económico, pero poco se indaga en las bases de estos conceptos. Por ejemplo, ¿qué es un mejor futuro? ¿Qué hace a una persona alcanzar un desarrollo de algún tipo? En una sociedad marcada fuertemente por los índices de mercado, surgen cada vez más tendencias que intentan regresar a las bases de lo que nos constituye como seres humanos, como por ejemplo una educación basada en el amor.
El profesor canadiense John P. Miller lleva años analizando esta materia desde el Instituto de Estudios en Educación de la Universidad de Toronto, publicando más de 20 libros en torno a la educación holística, el currículo y la espiritualidad. En una entrevista dada a la revista Ed. en 2018, comenta que al vivir en una sociedad materialista, donde se premia el consumismo y los logros individuales, la educación se enfoca en el rendimiento y la medición de avances. “El amor y la belleza no pueden ser evaluados de la manera tradicional, por lo que los educadores los evaden (…) Se pueden enseñar habilidades básicas sin amor, pero si de verdad quieres lograr una diferencia en la vida de un estudiante, se necesita amor. El amor plantea la educación como un arte donde exploramos distintas vías para conectarse con las materias y con los estudiantes. El amor entrega paciencia y entendimiento, ambos cruciales cuando hablamos de enseñanza”, señala Miller.
Más allá de la teoría, esta visión quedó reflejada el 20 de noviembre de 2023 en la Recomendación sobre la Educación para la Paz, los Derechos Humanos y el Desarrollo Sostenible, firmada por los 194 Estados Miembros de la UNESCO durante la Conferencia General de la Organización. Un documento de orientación que se centra en cómo deben evolucionar la enseñanza y el aprendizaje en el siglo XXI para lograr una paz duradera, reafirmar los derechos humanos y promover el desarrollo sostenible frente a las amenazas y los desafíos contemporáneos.
A través de 14 principios rectores, esta recomendación plantea un cambio en la visión holística de la educación en todos sus aspectos, desde las leyes y políticas hasta los currículums y prácticas docentes. Así, por ejemplo, menciona que más allá de las competencias básicas en lectoescritura y aritmética, las nuevas generaciones deben adquirir competencias como la empatía, el pensamiento crítico, la comprensión intercultural y la gestión sostenible del medioambiente.
“El amor y la belleza no pueden ser evaluados de la manera tradicional, por lo que los educadores lo evaden (…) Se pueden enseñar habilidades básicas sin amor, pero si de verdad quieres lograr una diferencia en la vida de un estudiante, se necesita amor”. John P. Miller
Un camino hacia la integración del ser
Bajo el concepto de la instalación del amor como centro de una educación holística, existen una serie de propuestas que han planteado su importancia para el desarrollo de las nuevas generaciones. Una de ellas es la destacada terapeuta natural y sanadora australiana Judy Jacka (https://jackafoundation.org.au/), quien en su artículo “Healing with head as well as heart” (Sanar con la cabeza y con el corazón) plantea un punto en común entre las grandes religiones del mundo: la idea de una trinidad, donde existen tres aspectos de una unidad, los cuales no están completos si faltan los otros dos.
“Podemos explorar este concepto en nuestra propia experiencia de la siguiente manera: la voluntad sin amor y comprensión se vuelven tiránicos, el amor sin inteligencia es ciego y sin voluntad puede ser impotente, mientras que la inteligencia sin amor puede volverse manipuladora… y suma y sigue”, reflexiona Judy Jacka.
La confluencia de los distintos aspectos del ser, a través de una educación que los trabaje como un todo, también está presente en la visión de la escritora inglesa Alice Bailey, quien en su libro “La educación en la Nueva Era” (1954) plantea que en esta área se ha mirado principalmente hacia atrás y no hacia adelante, con un acento marcado en la organización de la llamada mente inferior o puramente racional. Esto es evidente, señala, al considerar como requisitos mínimos en los primeros años el leer, escribir y poseer nociones de aritmética elemental.
Ahora bien, desde esta perspectiva holística, la autora inglesa plantea que al educar debieran existir tres objetivos, siendo el primero la formación de ciudadanos inteligentes, sensatos y capaces de desempeñar su papel en el mundo de forma armoniosa y constructiva. Lo segundo, buscar eliminar la separación existente entre la mente inferior y el alma. Tercero, entregar herramientas para eliminar la separación entre los diferentes aspectos de su propia naturaleza mental, es decir, poder construir un puente entre la mente inferior y el alma.
Este último punto, en concreto, presentaría la conjunción de tres aspectos de la mente: inferior concreta (principio razonador), individualizada (ego o alma) y abstracta superior (mundo de las ideas o iluminadora). “La verdadera educación es la ciencia de vincular las partes integrantes del ser humano y también de vincularlo, a su vez, con su medio ambiente y luego con el todo mayor en donde debe desempeñar su papel”, explica Alice Bailey.
¿Y cuál es el rol del alma en una educación completa? John P. Miller plantea que integrando este concepto en las aulas, se pueden crear espacios más vitales y revitalizadores: “Sin alma, nuestra sociedad parece carecer de energía de base. Restituyendo el alma, encontramos que la sala de clases, o cualquier actividad educativa adquieren una nueva vitalidad y propósito. Estudiantes y profesores ya no solo siguen el movimiento impuesto, sino que se sienten vivos y acogidos en su quehacer”, afirma el académico canadiense en su libro “Education and the soul: toward a spiritual curriculum»(“Educación y alma: hacia un currículum espiritual, 2000).
“La verdadera educación es la ciencia de vincular las partes integrantes del hombre y también de vincularlo, a su vez, con su medioambiente y luego con el todo mayor en donde debe desempeñar su papel”. Alice Bailey.
Los actores clave
La ley general de educación n° 20.370, promulgada el 17 de agosto del año 2009, establece en su artículo 2 que la educación en las personas “tiene como finalidad alcanzar su desarrollo espiritual, ético, moral, afectivo, intelectual, artístico y físico, mediante la transmisión y el cultivo de valores, conocimientos y destrezas”.
Pero realizar estos cambios sustanciales en la forma en la que se plantea la educación requiere integrar a sus protagonistas. En el caso de los profesores, por ejemplo, la realidad diaria implica contextos complejos, donde deben lidiar con situaciones como inasistencias del alumnado, falta de motivación, inadecuadas relaciones personales, ambientes desfavorables para el aprendizaje, entre otras. ¿Cómo superarlas?
El estudio “Educar desde el amor” (2020), de los profesores (y doctores) chilenos Felipe Mujica Johnson y Nelly Orellana Arduiz, presenta un acercamiento a estos escenarios. A través de una serie de entrevistas indaga en la visión de docentes nacionales, concluyendo que la mayoría del grupo incluido en la investigación percibe el amor como un componente esencial para el bienestar y el aprendizaje, siendo un factor de transformación de la realidad educativa.
Incluso los participantes expresaron que al ser el amor capaz de transmitirse a otros, su ejercicio ayuda a promover un mejor ambiente de aprendizaje, generando relaciones sociales fraternas, agradables, acogedoras y empáticas. “Trabajar por humanizar en la actualidad dentro de los procesos educativos, que se han visto muy afectados por las políticas neoliberales, provocando que los factores cualitativos sean desvalorizados, es una responsabilidad política de toda la sociedad”, recalcan los investigadores.
¿Y qué pasa en los hogares? El doctor y psicólogo canadiense Gordon Neufeld, ha publicado una serie de libros y artículos donde recalca que el apego y el amor hacia madres, padres y cuidadores juegan un rol fundamental en la educación.
El autor del libro “Hold on to your kids: why parents need to matter more than peers (“Regreso al Vínculo Familiar: Por qué los padres deben importar más que los amigos”, coescrito con el médico canadiense Gabor Maté en 2019), afirma que situaciones como problemas de aprendizaje, actividad sexual temprana, consumo de drogas, entre otros, son consecuencia de la pérdida del apego emocional de los hijos hacia sus padres y madres.
Claro que este apego no implica control absoluto ni tomar decisiones por los hijos, sino que dar un punto de referencia. “Perdiendo el punto de referencia en sus padres y la generación anterior en su conjunto, el menor comienza a buscar un ídolo entre las celebridades o a imitar el comportamiento de sus iguales. El problema surge porque muchas veces esos referentes son también niños. Como resultado, aparecen generaciones de adultos criados por pequeños que no habían absorbido la experiencia y el conocimiento de las generaciones anteriores”, explica.
Según el psicólogo, crear un vínculo cuando los niños son pequeños es más fácil que “recuperarlo” después en la adolescencia, pero no es imposible. “El apego emocional no significa que exista una falta de autonomía. Por el contrario, un niño que se centra en sus padres y siente su apoyo y amor, entra con confianza en la vida, toma decisiones y se siente seguro”, explica Neufeld en su libro.
Un ejemplo en Chile
La visión holística en la educación y la aplicación de una mirada desde el amor es la base de pedagogías como la pedagogía Waldorf, inspirada en la mirada antroposófica del austriaco Rudolf Steiner. Un modelo que integra todas las dimensiones del ser humano: cuerpo, alma y espíritu, profundizando en el conocimiento de las etapas evolutivas del ser humano, la importancia de la figura del maestro y la implicación de la familia.
Cabe destacar en este punto, el rol del docente es nuevamente fundamental, ya que cada maestro debe crear una metodología y didáctica adecuada al ritmo evolutivo de cada niño, respetando así su individualidad, sus capacidades y sus necesidades.
Por otro lado, la educación pública también ha incorporado aspectos de la educación holística en su funcionamiento, destacando el caso de la Escuela Manuel Rodríguez de San Felipe (Valparaíso), que desde 2015 enfocó su modelo pedagógico en la visión de Bután, país asiático que en lugar de medir su progreso con el Producto Interno Bruto (PIB), utiliza el Índice Nacional de Felicidad, encontrando un equilibrio entre lo espiritual y lo material,
Bajo esta premisa, a pesar de tener un índice de vulnerabilidad del 90%, en 2018 la escuela logró subir 40 puntos en la prueba Simce (Sistema de Medición de la Calidad de la Educación). ¿Cómo? Trabajando en buscar la felicidad de sus estudiantes, aplicando diversos proyectos e iniciativas que les entreguen herramientas para proyectarse a futuro, como reiki y clases de mapuzungún, donde los estudiantes aprenden sobre diversidad y respeto a otras culturas.
Estos espacios permiten, según explicó el director en una entrevista dada a canal 13, que los estudiantes se acerquen al aprendizaje de una forma diferente, rescatando valores claves para su desarrollo, como la empatía, la solidaridad y el compañerismo. “Esta escuela es la esperanza de un país; una esperanza basada en una nueva educación donde las cosas se hacen distinto. Y se hacen distinto porque el foco está puesto en las necesidades de los niños y en centrar la enseñanza en la felicidad”, afirmó.
Porque finalmente, en su raíz, educar se trata de sacar a relucir las facultades propias de cada persona, en su diversidad y profundidad, en sus intereses propios y comunes, además de ayudarla a entrar en un mundo que necesita una construcción conjunta hacia la felicidad y la paz. En palabras de Alice Bailey: “Los educadores en la nueva era se ocuparán de incluir, no sólo la historia interna del hombre, sino también la construcción de un puente entre él y sus semejantes, en todos los niveles”, concluye Alice Bailey.
Un desafío al que le queda un largo camino por recorrer, pero cuyos pasos ya están cimentados en nuestra base como seres humanos.
Sigue leyendo en la Edición N°133 de Revista Mundo Nuevo
Fuentes:
https://www.lucistrust.org/es/world_goodwill/key_concepts/education_in_the_new_age1
https://www.unesco.org/es/global-citizenship-peace-education/recommendation
https://www.scielo.sa.cr/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2215-39342020000100108