Torkom Saraydarian
Parte I aquí
Me parece que la energía liberada en la época de la Luna Llena de Piscis estimula una tendencia o un impulso dentro del hombre, que puede llamarse el impulso de salvar, un nobilísimo impulso que se halla en casi todas las personas, hasta cierto punto. Este impulso básico es la manifestación de un conocimiento más profundo de la unidad. El hombre siente los sufrimientos de otras personas; inclusive, se siente unificado con ellas, y trata de salvarse con ellas.
Este es un impulso que, a su tiempo, hace que un hombre se integre en un grupo, aproveche la oportunidad de sacrificarse, y se convierta en un sacrificio vivo.
El impulso de salvar se desarrolla gradualmente y la persona se torna tan vasta en cuanto a amor y consciencia, que se convierte en su Yo, y se empeña en servir y salvar a la humanidad como se empeñaría en servir y salvar a su propio Yo.
En la época de la Luna Llena de Piscis, frente a nosotros se abren dos caminos: Uno nos conduce al «Hogar» a través de una vida vasta y sacrificada; el otro camino nos lleva desde el «Hogar» hacia una vida de interés egoísta o vida separativa. La decisión sobre qué camino seguir se clarifica en la época de la luna llena.
El servicio es la radioactividad del Alma. Debemos ser un Alma para irradiar belleza, bondad y verdad a través de todo lo que hacemos. La radioactividad es servicio. Quien sirve transmite alegría, amor y luz a los demás, y los conduce hacia una vida creativa y lo-grada.
Las fuerzas que salvan provienen de los reinos superiores; provienen de la Tríada Espiritual, de la Mónada, y no sólo imparten amor, luz y alegría, sino que también crean radioactividad dentro de cada persona con la que toman contacto. En el campo diario de contacto, esta radioactividad transmite gran voltaje de belleza, bondad y verdad. Salvamos a un hombre cuando somos capaces de tomar contacto con su Yo más recóndito y volver radioactivo a ese Yo interior.
A una persona la podemos salvar de cualquier peligro o situación que la amenace. Un Salvador hace que una persona salve su Personalidad; hace que salve a sus amigos. Inclusive, puede hacer que
salve lo que le pertenece, despertándola respecto de la naturaleza re-al de su Yo verdadero.
Quienes lograron la realización del Yo son Salvadores. Hacen que una persona esté bien plantada y asuma su destino.
Los débiles se apoyan en los demás; se convierten en adeptos, y con frecuencia los ciegos siguen a los ciegos. El resultado de tal conducta es muchísima aflicción. Son Salvadores de la humanidad quienes crean en los demás el deseo de proteger su libertad de pensamiento, de palabra, de fe, y su libertad respecto de la pobreza. Ellos suscitan dentro de los demás el libre albedrío.
Un verdadero Salvador enseña desapego, no sólo respecto de los valores efímeros, sino también respecto del maestro, respecto de sí mismo. El Salvador quiere que la persona se esfuerce por sí misma, desarrolle confianza en sí misma y alegría de realización por sus propios medios. Inspira a los demás a que desarrollen la aptitud para dejar detrás todas las estaciones de la realización y sigan avanzando lenta y esforzadamente. Nadie puede avanzar si los demás están atrapa-dos por anteriores logros y halagados por éstos. El avance verdadero se basa en el libre albedrío.
Los maestros o guías más inmaduros tratan de dominar las voluntades de los hombres y los convierten en esclavos y adeptos. Salvar significa volver a un hombre hacia sí mismo, hacerle comprender que debe ser él mismo si quiere avanzar. Ser él mismo significa tener fe en sus recursos interiores, empeñarse en hacer las cosas que él esperaba que su maestro hiciera por él, comprender que el poder que produjo su maestro está también dentro de su propio Yo, saber que él no necesita seguir la misma forma de servicio que su maestro ni vivir el mismo tipo de vida. Una cosa que podemos aprender de nuestros maestros es que llegaron a ser líderes o estrellas brillantes porque trabajaron arduamente y dependieron de sus propios recursos.
El’ «séquito» desarrolla la imitación, la hipocresía y la traición. Quienes en el pasado traicionaron a sus maestros o líderes fueron ciegos adeptos.
Un Salvador está contra la dependencia. Deja las manos libres a sus amigos y les dice: –Traten de caminar… no se preocupen… ¡vuelvan a ponerse de pie! ¡Caminen! ¡No tengan miedo, sigan!
A la persona esforzada, su maestro le inspira para que atraviese el proceso del renacimiento, un proceso continuo de vencer a su yo anterior y penetrar en su fuente interior de luz, amor y poder. Eso es la iniciación y he ahí porqué a Piscis se lo llama el signo de la iniciación.
La iniciación no es una mera ocasión ceremonial, sino un momento de transformación, una concreción del Yo, y una realización del Yo. Esto no se refiere a las ceremonias de iniciación cumplidas por muchas organizaciones, en las que usan símbolos, sonidos, palabras, signos, etc. para grabar con diversas ideas y metas la consciencia del hombre. La iniciación real es un proceso de convertirse en el fuego esencial dentro de uno mismo. La iniciación es apartarse, paso a paso, de las cadenas de la naturaleza física, emocional y mental, de la esclavitud del medio ambiente, de la tradición, la religión, la raza, la cultura y la civilización, e ingresar en un estado de libertad en el que cada uno pertenece a todos y el todo es parte de cada uno.
Sólo los Salvadores pueden aportar una nueva visión a la humanidad. Mientras nuestra limitación nos condicione, no podremos ver más allá ni trascendernos.
No existe visión si una persona está imitando las visiones de otros, sin poder concretar esa visión en su vida. No hay nueva visión si una persona está hipnotizada por las visiones de otros. Un hombre nuevo introduce algo nuevo que le es propio. Los imitadores usan clisés o copian a los demás, y aunque ornamenten estas creaciones con flores y símbolos, con música y riqueza, su esencia sigue siendo la misma.
Los Grandes son Ellos Mismos y hacen que una persona se sienta jubilosamente incómoda porque tan pronto toman contacto con ellos:
Empieza un proceso de disociación desde valores anteriores.
Una persona siente que debe plantarse sobre sus pies en vez de apoyarse en los demás.
Una persona se ve como es.
Una persona ve la cantidad de trabajo y riesgos a asumir en el sendero de su liberación.
Una persona siente que muchos amigos y socios deberán dejarse detrás para poder seguir su propio sendero con sus propios pies. Eso es lo que significa salvarse, y la energía de Piscis inspira este impulso de salvar y ser salvado.
La luz de los Salvadores es la luz que muestra lo que realmente somos, y lo que nuestro destino realmente es. La luz brilla sobre nuestros pensamientos, emociones, actos y motivos, y con creciente claridad vemos lo que realmente somos y lo que realmente podemos llegar a ser.
Una vez, el gran Buddha dijo: —Trabajad vuestra salvación. Sed refugio de vosotros mismos.
No dependamos de los demás. Un hombre debe trabajar su propia salvación con sus manos. Esto no significa desdén hacia la luz, el conocimiento, la belleza, la bondad y la verdad en los demás, sino que significa que una persona no puede brillar eternamente con la luz y los logros de los demás; debe ser luz para sí misma, y dejar que su luz brille.
Si un hombre es esclavo de su cuerpo, será controlado por los que también son esclavos de sus cuerpos. Si un hombre es esclavo de sus emociones y hechizos, será esclavo de los que son esclavos de sus emociones y hechizos. Si un hombre es esclavo de sus supersticiones,
ilusiones y prejuicios, será esclavo de los que son esclavos de sus supersticiones, ilusiones y prejuicios.
Cuando una persona rompe las cadenas que la esclavizan, se emancipa de la esclavitud de los demás, y se convierte en un ser humano libre. Es quien realmente se salvó y aquella para la que el amanecer de la resurrección será una realidad.
He ahí porqué la Festividad de Resurrección sigue a Piscis. La Resurrección es la victoria o la celebración de la victoria del espíritu sobre la materia, y sobre todas las limitaciones en lo que concierne al plano físico cósmico. En manos de semejante hombre está la responsabilidad de patentizar y enseñar el sendero de la salvación.
Es importante recalcar que los Salvadores del mundo son de un orden elevadísimo. Son Iniciados avanzados que usan la energía de Piscis para crear radioactividad en las multitudes.
Quienes se preparan para ser Salvadores, desarrollan dentro de ellos la voluntad de sacrificio. Piscis es también un signo de sacrificio. El Salvador dice: «Os traigo vida, belleza, bondad y verdad».
«Dónde está eso?»
» ¡Soy yo! ¡Tómalo! ¡Cómelo! iBébelol»
La gente debe asimilar los valores que El trajo. Debe identificar-se con el principio de la belleza, la bondad y la verdad que se hallan en el centro de su ser. La gente debe ser una con el amor, la vida, la belleza, la bondad y la verdad de Él. Pero, ¿podremos identificar-nos con la belleza, la bondad, la verdad y la vida, salvo unificándonos con nuestro centro interior que es uno con el Yo en todo?
Todo Salvador camina por el sendero del sacrificio, de la plenitud, de la consumación y la obediencia. Sólo a través de tal vida el Salvador podrá conducir «los bueyes rojos hasta el Hogar».
La energía de Piscis, que es una fusión de los rayos segundo, sexto, tercero y cuarto, inspira el impulso de plenitud. El proceso de plenitud es un acto de vastedad y síntesis en eterna expansión. Con el impulso de llegar al Hogar, una etapa tras otra, el Hogar se desplaza hacia niveles cada vez más altos, y en cada nivel, el Iniciado trata de llegar a consumar su servicio. Semejante vida de esfuerzo continuo e impulso de perfección es la que conduce al Iniciado hacia experiencias y oportunidades trascendentales en favor del servicio.
Es muy interesante ver que todos los Grandes atraviesan un gran período de obediencia. Esta es una obediencia esotérica, en la que el Iniciado se somete a valores del Alma, valores espirituales, valores mundiales y solares, valores galácticos y cósmicos.
En el símbolo de Piscis hay dos peces y, entre ellos, un vínculo. Un pez es el espíritu atado al norte, que se empeña en procura de lo supremo. El otro pez, la personalidad, nada en dirección opuesta.
En la historia de la humanidad, el pez de la personalidad tira del otro pez, y éste le sigue. Pero llega una época en la que el pez del espíritu crece y conduce al otro pez, y si en alguna época el pez in-inferior no responde aI ritmo del superior, el inferior recibe un shock.
El vínculo entre ellos es el instrumento del shock. Este shock que proviene de niveles superiores es el que crea la polarización y la orientación en el pez inferior, que a su tiempo se convierte en el reflejo del pez superior, y el vínculo desaparece. Este símbolo se refiere a la personalidad humana, al Espíritu o Yo y al vínculo, el Angel Solar, el transmisor de los shocks.
Se nos dice que cuando un hombre entra en la Salvación, el gran Iniciador repite un mantra que dice:
«Él estaba perdido y fue hallado.
Estaba muerto, pero ahora está vibrante de vida.
Un servidor se convirtió en Salvador y volvió al hogar.»
La persona estaba perdida en su vida física, emocional y mental, ahora se la encontró, puesto que ahora es Ella Misma. Nos encuentran cuando somos nuestro Yo.
«Estaba muerto, pero ahora está vibrante de vida.»
Desde el punto de vista esotérico, la manifestación en la materia es un proceso de morir. Eso es exactamente lo contrario de la lógica de nuestros sentidos. En la manifestación o en la encarnación, el espíritu se materializa, se objetiviza, se vuelve tangible, mutable y pierde el recuerdo de su estado anterior de ser. Esto se llama muerte. La fusión con la materia y la materialización es la muerte en comparación con el estado de vida y libertad que se halla en los reinos espirituales. La salvación es el proceso de liberación respecto de la materia y el llegar al estado de libertad y continuidad, «vibrante de vida».
Estamos más vivos y llenos de radioactividad cuando volvemos nuestro rostro hacia el hogar y recorremos el sendero de la auto-realización. A través de todas sus actividades y todos sus pensamientos, tal hombre señala a los demás el sendero que conduce al hogar.
Un servidor del mundo se halla con varias necesidades individua-les, pero el Salvador del mundo es único en el sentido de que con-duce a la gente hacia una nueva dimensión. El servicio es una expansión horizontal; la salvación es una penetración vertical. En la penetración vertical, entramos en una vida de desapego, de renuncia-miento, de aislamiento y sacrificio.
Un Salvador no marcha en pos de puestos y bienes. No necesita limitarse. No se ocupa de cosas que demoren sus pasos obligados hacia el Hogar. Recalca el aspecto de la vida; habla de amor ardiente y de sacrificio; habla de purificación ardiente. Hace que la gente tome contacto con el Yo más recóndito de aquélla –no mediante el poder de la posición, los bienes, títulos, diplomas y palabras–sino mediante el poder de Su realización.
Esto es lo que la energía de Piscis hace: estimula la Chispa dentro de las formas vivas para volver al Hogar.
El deber de Hércules era conducir al Hogar a los bueyes rojos. Y cuando Hércules llegó al Hogar, el Anciano de los Días, el Presidente, dijo:
«Dale esta joya de la inmortalidad.»
La Salvación del mundo se inicia tras la consumación de la ter-cera iniciación cuando el iniciado entra en el sendero del sacrificio, en el sendero del gran renunciamiento. El interés total de un salvador es por Una sola humanidad.
Concluiremos con una bella plegaria que invoca las bendiciones de los Grandes.
«Que los Santos
cuyos discípulos aspiramos a llegar a ser
nos muestren la luz y nos den
la fuerte ayuda de su compasión y su sabiduría.
Hay paz que supera al entendimiento.
Mora en los corazones de quienes
viven en lo eterno.
Hay poder que hace nuevas todas las cosas.
Vive y se mueve en quienes
conocen al Yo como Uno.
Que la paz gobierne sobre nosotros,
que el poder nos eleve,
hasta que estemos donde
el Iniciador único está en Su Trono,
hasta que veamos Su estrella que brilla.
Que la paz y las bendiciones de los Santos
afluyan a los mundos.
Paz, paz, paz.
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