La tendencia por la agricultura urbana ya es una realidad en las grandes capitales del mundo, y hoy, en Santiago, lo es a través de la creación de ecobarrios, que recrean nuevas ciudades comestibles y saludables para sus habitantes.
Denise Dutrey
En la calle Príncipe de Gales, en La Reina, un huerto con girasoles y tomates da color y vida a la entrada de la tienda “La casita de Castro”, una boutique que ofrece muebles de remate, una línea de cosmética natural y una variedad de huertos verticales con sus plantas de estación.
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Cristián Castro, de 30 años, dueño de la tienda y estudiante de construcción civil, se ha especializado en la creación de muebles sustentables, producidos con materiales nobles y reutilizados, como los PVC para los huertos o los palets reciclados para construir juegos de living, mesas, entre otras cosas.
Cuando desarrolló lo de los huertos verticales, sintió la curiosidad de hacer un huerto en las afueras de su tienda como “una intervención urbana, un experimento”, comenta, para saber qué reacción tendrían las personas que pasaran por afuera. Para Cristián, el resultado fue asombroso y positivo. Los vecinos comenzaron a preguntarle por sus plantitas, algunos se detenían a observar el espacio, e incluso muchos, tuvieron la osadía de sacar tomates de la huerta y llevárselos, aunque confiesa que alcanzó a probar más de uno.
“A las personas les da alegría ver la huerta; es como un panorama para ellos. Los vecinos me felicitan y me regalan más plantitas. Mi intención es darle otra perspectiva a este lugar, que los autos no se estacionen en la vereda y que se respete el huerto”.
Cristián insiste en que no es difícil hacer huertos, que gracias a la información que hay en internet, más un poco de esfuerzo, se puede lograr. “A mí me interesa que la tienda produzca un remezón social en el barrio, que haya una armonía entre vecinos y comerciantes”.
Próximamente, intervendrá la huerta con una figura geométrica decorativa, un “mandala”, utilizando plantas de la estación; y para su tesis de grado, quiere crear una huerta en el techo, en armonía con el medio ambiente.
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Transición hacia Ecobarrios
En países de Europa, como Inglaterra, existen sociedades completas que viven de sus propios autocultivos. Este es el caso de Totnes, un pequeño pueblo de 10.000 habitantes, que logró organizar a su comunidad en el condado de Devon, al sur del Reino Unido, para practicar un nuevo estilo de vida, enfocado en la economía local y el cuidado de sus alimentos. Esta tendencia, que rompe con el sistema económico actual de producción a gran escala, es conocida como “movimiento en transición”.
Otros lugares de Europa, como Zarzalejo, en Madrid, también practican la vida sostenible, donde la consideración del intercambio de necesidades sociales, la capacitación entre vecinos para la eficiencia energética de sus casas, entre otras cosas, han permitido el empoderamiento social colectivo, sin tener que esperar que los gobiernos empiecen a hacerlo. De hecho, se estima que cerca de 2.000 ciudades y pueblos ya están en transición en el mundo.
En el caso de Chile, cada vez hay más organizaciones sociales o municipales de acuerdo con este tipo de iniciativas, las que buscan rescatar espacios públicos con fines educativos y ecológicos. Sin embargo, los resultados psicológicos y sociales que conllevan su práctica también han desarrollado una nueva forma de sociabilizar entre quienes buscan una mayor conexión con la tierra.
Bien lo sabe la ONG Cultivos Urbanos, que reallizó el año pasado, por primera vez, el Simposio de Agricultura Urbana, donde participaron diferentes actores de la nueva red de agricultura urbana del país. Temas como: agricultura y mercado, institucionalidad, sostenibilidad, autonomía, soberanía y política, comunidad y educación fueron centrales en el encuentro de dos días, que se llevó a cabo en la Facultad de Ingeniería Forestal de la Pontificia Universidad Católica. El conjunto de las ponencias dio origen al libro “Traduciendo el Zumbido del Enjambre. Hacia una comprensión del estado actual de la Agricultura Urbana en Chile”, donde se seleccionaron 26 iniciativas como proyectos destacados.
“Hay poco conocimiento sobre qué es la agricultura. Hemos llegado a una gran desconexión con la tierra, ni siquiera sabemos cómo sembrar una semilla. Es importante reconocer de dónde viene tu comida, qué le echan a esos alimentos, qué tan sanos son. En los tiempos de hoy, es necesario preocuparse de uno y de los demás, al igual que exigir alimentos de buena calidad”, apunta Adolfo Figueroa, director técnico de la ONG Cultivos Urbanos.
Otras iniciativas de carácter más masivo y práctico también se han desarrollado en terrenos en medio de la naturaleza, como el proyecto familiar Lemulawen, enfocado en la permacultura y la salud integral, y ubicado en el Canelo Alto, en la comuna de San José de Maipo. Su espacio sustentable y saludable invita a participar a quienes sienten interés por adquirir herramientas que sean conscientes con la naturaleza.
“Salud y sostenibilidad son lo mismo. Muchas personas comen mal y se preocupan del medio ambiente. Todavía existe una desconexión entre el mundo interno y el externo, y nosotros aquí pretendemos ser un puente entre ambas visiones”, afirma Jaime March, permacultor, creador del proyecto.
Vivero Cumbre es otra organización ciudadana colaborativa, creada por la Fundación Sendero de Chile y el Parque Metropolitano. Comenzó el año 2012 a utilizar un espacio del Cerro San Cristóbal, donde cerca de 8.000 m2 de tierra están destinados para plantar, cosechar, recibir a voluntarios y crear un banco de semillas. Este lugar antes estaba abandonado, pero ahora ha resurgido como un espacio de encuentro para quienes quieren aprender sobre huertas y cultivos orgánicos, además de asistir a cursos sencillos sobre cómo recuperar los espacios de aguas lluvias y acercarse a la sostenibilidad en la ciudad.
“Nuestra filosofía es lograr una transformación en el sistema, para que sea más justo y armónico con el medio ambiente”, asegura Francisca Escobar, encargada de los voluntarios del Vivero Cumbre.
En Planta Banda, también pioneros en la intervención de agricultura urbana en espacios públicos, creen que la ciudad es un laboratorio perfecto para articular nuevas relaciones sociales, donde la huerta es sólo una “excusa” para reconocerse, afianzar la confianza y la amistad entre los vecinos. Con más de cuatro años de experiencia, sus primeras intervenciones en lugares públicos fueron el Club Hípico, donde realizaron un primer proyecto piloto. Luego, fueron convocados por el centro cultural Matta Sur “Barrio Valioso” y también por la ONG Barrio San Eugenio en Santiago Centro, quienes buscan mantener el patrimonio del sector. Otro lugar que hoy es posible visitar es la calle El Aguilucho, en Providencia, donde los vecinos salen a regar todas las noches por más de una hora y media en la noche. Desde que hicieron sus huertas compartidas, se estrecharon nuevos lazos entre ellos y entre quienes pasan por el lugar para preguntar sobre esta revolución verde del barrio.
“La huerta es una herramienta para sacar a las personas a la calle, invitarlos a conectarse con la tierra y lograr un trabajo colectivo. Fuera de generar agrobiodiversidad en el entorno, con la implementación de las huertas, también se transforma el barrio en un espacio seguro, con vigilantes naturales”, afirma Alvaro Pumarino, socio fundador de la ONG Planta Banda.
En abril de este año, Planta Banda realizó un coloquio llamado “Aprender tu Barrio”, que contó con el apoyo de la municipalidad de Providencia, la que ha declarado su intención de transformarse en una comuna sustentable durante los próximos años. A la cita, asistió la alcaldesa Josefa Errázuriz, quien anunció la decisión de crear un Consejo Ciudadano para la Agricultura Urbana, el primero de este tipo en el país.
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El oasis místico de Providencia
Entre edificios, oficinas y una gran cantidad de población flotante transitando, se escogió el año pasado el estacionamiento municipal de Providencia, ubicado en Padre Mariano 156, para implementar el primer proyecto de huerto urbano de la comuna. Este se encuentra justo al lado del Centro Comunitario Juventud Providencia, que promueve actividades artísticas, culturales, y ahora, la permacultura urbana, para quienes viven, estudian y trabajan en la comuna, aunque no es excluyente de quienes no vivan ahí.
El nuevo huerto urbano de Providencia cuenta con 500 m2 y pretende ser el nuevo “oasis de Providencia”, un espacio público educativo-experimental, en donde el encuentro entre personas y vecinos sea el primer vínculo para promover la transición hacia los ecobarrios, a través de la capacitación y el cuidado de las huertas como actividades centrales.
“Hemos llegado a una gran desconexión con la tierra, ni siquiera sabemos cómo sembrar una semilla. Es importante reconocer de dónde viene tu comida.”
Lo primero que se construyó en el sitio eriazo fue un domo, que significó un cambio de paradigma en la arquitectura de la comuna, para ser utilizado como centro de capacitación o charlas. También el espacio cuenta con un invernadero, donde se mantendrán árboles frutales y algunas huertas de hortalizas verticales y en tierra. Todas las semanas se realizan diferentes ciclos educativos para aprender más sobre permacultura. Algunos son gratuitos, aunque también los hay pagados.
“Por otra parte, nos interesa relacionarnos con los colegios para invitarlos a conocer el lugar, poder hacerles un tour demostrativo, y enseñarles a hacer compost, además de generar la instancia para que se conecten con la naturaleza. De hecho, hay colegios que ya han realizado su segunda versión de feria verde, e incluso tienen su propia brigada medioambiental”, explica Emiliano de la Maza, director del Centro Comunitario Juventud Providencia.
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La Ruta del Huerto en San Joaquín
En la comuna de San Joaquín, la municipalidad cuenta con programas y cursos de huertas comunitarias para sus vecinos. El Departamento de Educación Ambiental realizó tres huertos en el Parque Isabel Riquelme y, a su vez, monitorea tres huertos urbanos en La Legua. “Nos dimos cuenta de que algunos espacios se estaban perdiendo en microbasurales; entonces, quisimos recuperar los espacios con huertos”.
Por su parte, el Centro Comunitario de San Joaquín también está desarrollando una ruta de huertos urbanos, para que a través de visitas guiadas se den a conocer los diferentes huertos comunitarios de la comuna, entre ellos los que se encuentran en La Legua, y otros que ya funcionan en colegios, en la Fundación Cristo Especial, en el Eco Parque Isabel Riquelme, en el Centro Cultural y en el Huerto de la Junta de Vecinos Germán Riesco. Este proyecto pretende estar listo en el segundo semestre y ser un atractivo turístico para los distintos barrios que practican la agricultura urbana.
“Compartir esta ruta significa abrirnos más a la comunidad para reconocer la visibilidad de los huertos dentro de la comuna y el trabajo entre los vecinos, quienes han adquirido conocimientos de agricultura urbana, para luego realizarlos en sus casas”, señala Millaray Carvajal, directora del Centro Comunitario de San Joaquín.
Huertas en arriendo
La agricultura urbana o periurbana promueve el uso de la tierra en espacios privados o públicos, en balcones, paredes, techos de edificios, calles o antiguos sitios abandonados, o deforestados. Su impacto ha sido positivo para quienes creen en la soberanía alimentaria, ya que de una manera segura, aumenta la cantidad de alimentos naturales u orgánicos para los habitantes de la ciudades o los consumidores urbanos. Sin embargo, para quienes no cuentan con un espacio para realizar sus propios cultivos, existe la posibilidad de no sólo participar en talleres, sino de contar con un espacio arrendado para sembrar, cuidar y cosechar sus propios alimentos.
Según un estudio realizado por Gustavo Gordillo de Anda, Subdirector General de la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) y Representante Regional para América Latina y el Caribe, las actividades de experimentación en terrenos compartidos, como alternativas productivas para la seguridad alimentaria, surgen como una necesidad social, un desafío presente para los políticos, planificadores y técnicos, una respuesta a la demanda de alimentos, causada por los altos niveles de urbanización, pobreza y desempleo, y una dependencia económica de alimentos importados, para establecer costos accesibles y empleo en el sector alimentario.
De este modo, también aparecen nuevas alternativas para aquellos ciudadanos que no tienen el espacio suficiente dentro de su propiedad, de manera que puedan cultivar sus vegetales en otros lugares disponibles para ello. Esta práctica es conocida como “agricultura asociativa”.
En la Corporación Aldea del Encuentro, ubicada en La Reina, se puede participar del proyecto llamado “Huertas de Alquiler”, consistente en huertas urbanas orgánicas para los vecinos, que se pueden solicitar y cultivar a cambio de un aporte por cosecha.
Otro espacio en Santiago para desarrollar huertos es Matucana 100, donde desde hace más de 6 años, cerca de 1.500 m2 albergan una amplia variedad de cultivos orgánicos y biodinámicos. Por su parte, en la Quinta Normal, se pueden encontrar los talleres que realizan los integrantes de la ONG Cultivos Urbanos.