«Existe una paradoja en tiempos en que los gobiernos amplían el número de vacunas obligatorias y la gente parece estar más informada que nunca sobre enfermedades y epidemias», comienza diciendo una polémica nota publicada por el diario Perfil.
2018-06-10
Se hace difícil ir en contra de un aparente pensamiento único en relación a la efectividad e inocuidad de las vacunas. Trataremos de ir desmontando cada uno de estos mitos o creencias.
Desgraciadamente los medios de comunicación, tanto médicos como de variada naturaleza, machacan a la población con afirmaciones que nada tienen que ver con la observación científica. Para colmo los organismos de control, que deberían ser independientes tienen conflicto de intereses por sus vinculaciones con la Industria Farmacéutica. Esto se da tanto a nivel de la institución misma como a nivel de quienes las integran, llámese OMS (Organización Mundial de la Salud), OPS (Organización Panamericana de la Salud), CDC (Centro de Control de Enfermedades), etc.
Como si esto fuera poco existe un “marketing del miedo” que aterra a la población exagerando la incidencia y gravedad de las enfermedades infectocontagiosas de la infancia. Se amenaza a los padres que serán denunciados o que sus hijos no serán asistidos o no ingresarán al sistema educativo si no se vacunan. Se afirma con seguridad que las vacunas previenen las enfermedades y que ellos serán culpables de que sus hijos se contagien o favorezcan el contagio a otros.
Por otro lado se niega cualquier vinculación de las vacunas con sus efectos secundarios, la gran mayoría de las cuales figuran en los mismos prospectos, que no son entregados a quienes reciben las vacunas y pareciera que tampoco los leen los profesionales de la salud. Es llamativo que los mismos padres que leen atentamente el prospecto de un antibiótico antes de dárselo a sus hijos, jamás pidan el prospecto de una vacuna que se les va a inyectar.
Por supuesto que tampoco se menciona que en las grandes epidemias del pasado las complicaciones de las enfermedades infectocontagiosas de la infancia tenían que ver con la falta de vivienda digna (con agua corriente y cloacas), de nutrición adecuada y de ingresos que cubran las necesidades básicas. Se ignora (aunque esté publicado) que las poblaciones carecientes aumentan en un 50% la mortalidad infantil luego de ser vacunadas. Y no se difunde que el lavado de manos reduce tanto la diarrea como la neumonía en un 50%.
Por otro lado es conveniente saber que la inversión en educación duplica como mínimo al doble el beneficio en los índices de salud, comparado con la misma inversión en las áreas de “salud”.
Recordemos también lo que sostenía Rudolph Steiner (creador de la Antroposofía): que llegaría un día en que se daría una vacuna desde recién nacido con el objetivo de que el ser humano no llegara a sentirse poseedor de alma y de espíritu. A eso estamos llegando…
La moda de no vacunar
Hace algún tiempo, el diario español El País informó que esta “moda” es cada vez adoptada por más gente del Viejo Continente. La nota vinculaba la decisión de no vacunar con el hecho que en España, que solo sufrió dos casos de sarampión en 2004, acumulaba más de 1.300 en lo que iba de año.
Dice la nota que esa actitud negativa deriva por considerar que son más los riesgos que los beneficios o bien en rechazo de los productos de la industria farmacéutica .
Pero aunque en una primera instancia resulte chocante que haya padres que decidan no vacunar a sus hijos, también surge la pregunta respecto de aquello que naturalizamos. ¿Sirven las vacunas o pueden traer más complicaciones que beneficios?
Los grupos que promueven la libre vacunación (es decir, que cada cual pueda decidir) están cobrando importancia en todo el mundo, especialmente en los países más desarrollados de Europa.
Fuente: Ecoportal.com