«La agroecología va mas allá del producto orgánico, porque une al productor con la soberanía alimentaria, la justicia social y un sueldo digno», dice Vandana Shiva, filósofa y activista de la agroecología». Si queremos verdaderamente ser dueños de nuestras vidas, hemos de ser dueños de nuestras semillas. Los biopiratas las acumulan todas por su importancia estratégica».
Cristina Barchi
En India las mujeres profesionales y universitarias ya no llevan sari, sin embargo ella, en medio de su agenda internacional de élite, aun siendo una intelectual, viste como visten las campesinas más pobres. Es una mujer menuda con una tremenda confianza en sí misma y en ser la voz de los vencidos por la industria agrícola mundial.
Han pasado cuatro décadas desde que empezó a predicar cosas consideradas insólitas en su tiempo. Ahora, tanto en su país como en el resto del mundo, se la lee y escucha con fervor en salas abarrotadas de un público que, gracias a su esfuerzo, ya conoce a la perfección conceptos agrarios y bioéticos, de soberanía alimentaria, de justicia social y, sobre todo, de justicia ambiental.
Shiva ha acuñado términos como biopiratería, agroecología y democracia de la tierra, y se ha convertido en la pesadilla de los gigantes de la ingeniería genética (en particular Monsanto), luchando por la protección de la biodiversidad mundial y por los campesinos que se suicidan o se arruinan a causa de ellos. Ha triunfado contra la piratería del arroz Basmati, del árbol Neem y del trigo en India, así como en la reducción del número de suicidios de campesinos en Kerala, India.
Mientras en su país muchos la descalifican como «antiprogreso», ella se mueve con agilidad entre universidades, gobiernos, ONG y activistas. Tiene un premio Right Livelihood, es autora de 22 libros, y fundadora de muchas redes políticas (muchos son bancos de semillas), además de su granja instituto Navdanya.
Capitan Swing acaba de publicar en España Quién alimenta realmente al mundo. El fracaso de la agricultura industrial y la promesa de la agroecología. Actualmente se bate contra el gigante que ha emergido de la fusión de Bayer y Monsanto.
Científicos del entorno de National Geographic parecen estar adelantando el final del deshielo de los polos a una horquilla entre 4 y 10 años, eso es…
Eso no es el futuro, como nos dicen, ni una pesadilla, eso es nuestro presente. No queremos verlo pero así es. Por eso insisto en que lo primero que puede revertir sus consecuencias es preservar la biodiversidad de la tierra. Y no disminuir la biodiversidad, como hacemos con el modelo extraccionista y de producción industrial de alimentos en el que aún seguimos. El camino a seguir es aumentar la resiliencia de los ecosistemas preservando su equilibrio natural. Sin diversidad genética no podemos sobrevivir al cambio climático.
La agricultura ecológica comenzó buscando un modelo socioagroalimentario, pero ahora parece importar más el aspecto saludable y el reciclado, dejando atrás reducir el transporte kilométrico y la explotación económica. Cuando llega a las ciudades el producto orgánico todavía es caro y a veces ha dado la vuelta al mundo. ¿Qué lo diferencia del modelo agroecologico?
La producción orgánica no es un producto, es un proceso con retorno para la tierra y la comunidad. El modelo agroecológico es la aplicación de la visión ecológica a la economía. Necesitamos que ambas partes, las comunidades que producen y las redes honorables que distribuyen, sean reconocibles por la otra. El comer y el mercado se han de encontrar y permanecer unidos, esto es imprescindible para que se dé el cambio que asegure la biodiversidad y la fertilidad de la tierra y el acceso al alimento de todas las comunidades planetarias.
Lo agroecológico va mas allá del producto ecológico, porque une al productor con la soberanía alimentaria, la justicia social y un sueldo digno. Va más allá de producir sin residuos. Por ejemplo el cultivo hidropónico no es más ecológico por no consumir terreno, pues es altamente dependiente de la química y se hace en bandejas de porexpan. Pero la industria lo está adoptando a grandísima escala y dice que es más ecológico, pero son plantas que no tocan la tierra y están pensadas por el hombre en su totalidad desde una idea de carencia.
En mi libro desmitifico cada uno de los principios del modelo industrial y las falsas creencias, como que los pesticidas son imprescindibles, que nos llevan a una destrucción planificada de nuestra existencia. Uno de ellas es que la tierra escasea. Los cultivos hidropónicos, hechos sin tierra, no pueden darnos la cosecha mundial que necesitamos. Pero la tierra fértil esta siendo destruida por la agricultura industrial que es un sistema que niega la fertilidad de la tierra y defiende que sólo con fertilizantes químicos es capaz de producir. Con el agua pasa lo mismo. No escasea, la hemos destruido. Por eso Bill Gates ha sido convencido para repetir el modelo fallido de la Revolución Verde en África.
Si la producción orgánica supone absorción de gases invernadero, ¿reconocerlo lo desvirtuaría para hacer bonos de aire puro?
La agricultura industrial rompe muchos ciclos y uno de ellos es el de la emisión de gases y absorción de las emisiones. Absorbe menos carbodióxidos, cosa que sí hace la agricultura ecológica que sirve para absorber y cerrar el ciclo. Desde que publiqué Soil not oil, he sido contactada por algunos gobiernos y debo decir que el más proclive a promover esta idea es Alemania.
Estoy a favor de que se promocione la agricultura ecológica como la solución, pero estoy en contra de hacer bonos ecológicos y que los pequeños agricultores sean controlados por la filosofía de Wall Street, porque la Bolsa produciría explotación y para crear certificados limpios aparecerían granjas gigantes que requieren mucha demanda de petróleo, como ya hemos visto en Kioto.
Yo prefiero pensar en grandes zonas del mundo proclamando que no van a emitir, zonas libres de emisiones, apoyadas por la economía pública. Respecto a la contaminación producida por las granjas cárnicas industriales, creo que toda persona no vegana debiera declarar públicamente su rechazo a la existencia de estas granjas.
La reciente fusión de Bayer y de Monsanto ha provocado el repentino control del 35% del mercado global de semillas de maíz, el 28% de las de soja, el 70% de las de algodón y el 69% de las tolerantes a herbicidas.
Solo la firma de la fusión ya ha subido el precio de todas las semillas un 5,5%, y las de algodón un 20%. Si queremos verdaderamente ser dueños de nuestras vidas, hemos de ser dueños de nuestras semillas. Nos estamos quedando sin semillas, los biopiratas las acumulan todas por su importancia estratégica.
Hoy la concentración de poder es de tres grandes empresas mundiales que monopolizan este bien de la humanidad. Hemos de preguntarnos ¿quiénes son los grandes zares y quiénes los nuevos siervos? Si miramos el caso de el inexplicable uso del veneno glifosato en Europa, la razón detrás de esta victoria solo se llama poder económico e influencia política.
Monsanto también ha comprado la gran base de datos Clime Data, que le proporciona algoritmos y patrones del clima. Plantix es una aplicacion informática que detecta plagas, y proporcionando una foto de la planta te indica qué producto aplicar, cuando 200.000 personas mueren al año por el efecto de los pesticidas. Seguimos exportando pesticidas y devastación.
Dice usted que el 75% de las enfermedades crónicas viene de la comida industrial.
Cuando la comida contiene todos sus micronutrientes, la gente no tiende a enfermar. Cuando el sistema que los produce no se autocuestiona los métodos abusivos que utiliza para crear alimento barato, la enfermedad es una consecuencia inmediata y epidémica de tanta avaricia.
Seguimos colonizando y toxificando sobre falsas premisas y nuestra tierra no está muerta, está bien viva. Hoy incluso sabemos que sus raíces soportan y llevan nutrición a todo el ecosistema mas allá de 12 kilómetros por debajo del suelo. La supuesta Revolución Verde, que dio una segunda vida a la industria armamentística de la II Guerra Mundial, poniéndola otra vez en circulación en forma de productos químicos para la tierra, es la base ideológica de nuestra catástrofe ambiental, climática y de salud humana.
Un ejemplo es que la agricultura química industrial es dependiente de los subsidios públicos europeos. Los precios de la comida basura son bajos porque cultivamos monopolios industriales con nuestros impuestos sin saberlo. Lo que recibimos a cambio son enfermedades crónicas.
El coste real de lo que comemos se ha camuflado detrás de sus precios tan baratos durante mucho tiempo, pero el número de enfermedades que están aflorando y el coste que eso supone para la sanidad de nuestros países sigue interesando a las grandes fusiones de industrias alimentarias y farmacéuticas.
Amazon compró Whole Foods, que fue el supermercado pionero en comercializar alimento orgánico en EEUU, y tiene la red de consumidores específicos para el sector que ya quiere comer orgánico mas grande del país. El mercado se está asegurando también a los que no quieren comer su comida basura.
En mi red de agricultores en India (Navdanya) los agricultores ganan 10 veces más, por el simple hecho de ser dueños de sus semillas y tener un mercado propio y una comunidad de apoyo.
Acaba usted de presentar ante la Comisión India de la Competencia sus últimas objeciones contra el efecto de la fusión de Monsanto y Bayer para la soberanía y alimentación mundiales y para los derechos de los campesinos indios y de todo el mundo.
No es difícil hacer la revolución. La lucha de la gente contra el poder es la lucha de la gente contra el olvido. Cuando era estudiante y durante 11 años después, dos compañeros de universidad y yo conseguimos que una gran multinacional agrícola se doblegara ante nuestro sencillo poder de resistir. La verdadera revolución es decir al mundo que, aunque hayamos cruzado los límites, esta es nuestra casa y la de las futuras generaciones por venir. Rechazar extinguirnos es la más alta de las revoluciones.