Nuestra crisis política es fundamentalmente una crisis de visión; necesitamos una nueva comprensión de la realidad.
Iván Andrés Santandreu
A la fecha, ya es claro que ningún candidato a la Presidencia de la República ofrecerá soluciones reales a los problemas ciudadanos. Para ofrecer un cambio verdadero y, por ende, soluciones a los problemas del país, se requiere visión, y el común denominador que los caracteriza a todos ellos es, lamentablemente, su falta de visión.
Todos los candidatos ofrecen modelos prefabricados de la realidad; algunos manifiestamente fracasados y anclados en el pasado, y otros que solo seguirán agudizando los problemas de desigualdad e inequidad.
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La validez de un modelo o de una teoría, entre otras cosas, se basa en su valor predictivo, en la capacidad de describir adecuadamente la realidad y de cómo funcionan las cosas en el mundo. Las teorías de derecha y de izquierda son modelos que interpretan en forma incompleta y errónea la realidad y, por eso, generan problemas en todo el mundo.
En ese contexto, nos encontramos frente a la disyuntiva de elegir al candidato menos malo, al que pudiera hacer menos daño. En palabras de Krishnamurti: “Todas las reformas que se proponen, por extensas y aparentemente profundas que sean, son en sí mismas causa de ulterior confusión y de una nueva necesidad de reformas. Sin una visión real del ser humano y del mundo, las meras reformas producirán solo la confusa exigencia de más reformas. De esta manera, las reformas no terminan nunca y, sin una correcta visión de la realidad, no existe solución para ello.”
Nuestra crisis es fundamentalmente una crisis de visión. Estamos en el gozne de la historia, en donde los modelos conceptuales han quedado obsoletos, por lo que necesitamos una nueva comprensión de la realidad. Estamos en la misma situación de cuando se aseguraba que la Tierra era plana o que las estrellas eran faroles en el cielo, lo que en su momento no dio para más y fue necesaria una nueva comprensión sobre el funcionamiento de las cosas.
La única solución de fondo a nuestra crisis de visión es la educación; pero no la educación de los políticos y de los burócratas, sino una educación basada en la libertad, en el cultivo del individuo desde pequeño, fuera de las doctrinas, los moldes, las convenciones y la memorización de información sin ninguna utilidad. Ya en 1928, a Gabriela Mistral le parecía una “calamidad el Estado docente, especie de trust para la manufactura unánime de las conciencias, […] centurión que fabrica programas y que apenas deja sitio para poner sabor de alma”
A los sobrevivientes del modelo educativo nos toca hacer nuestra parte, idealmente en el área de la educación preescolar y primaria, en donde se establecen las bases del comportamiento futuro.