El aspecto femenino de la Divinidad, La Madre Divina, tan ajena y desconocida en nuestros tiempos, ha permanecido oculta durante siglos a los ojos de las sociedades humanas, organizadas en torno a la cultura del lado izquierdo. Ella era, en la antigüedad, prácticamente la forma universal de sentir y percibir a la Divinidad, como lo atestiguan muchos vestigios que nos llegan hasta hoy en las Américas, África, Asia y Europa.
Su ocultamiento fue deliberado, por parte de las culturas del lado izquierdo, que hoy conocemos como patriarcales. Ese parece ser en realidad el gran accidente histórico. No solamente el haber relegado a la mujer y a lo femenino a un papel secundario, si no también el haber dejado a la humanidad en un estado de media orfandad. Una humanidad con Padre, a veces con Hijo. Pero sin Madre. El contacto con la Madre Divina se debe haber percibido, en las sociedades del lado izquierdo, como altamente peligroso. Ahí, tal vez la razón, de poner tanta energía en ocultarla.
Lentamente, la humanidad comienza a volver a reconocerse a sí misma, como femenina y masculina, como parte de un todo, que es la naturaleza y sus reinos, que es el medio ambiente, el universo.
En la Trinidad Cósmica, el Padre es la Voluntad, el gran Pensador del pensamiento simiente, la Hija o el Hijo, el fruto del Amor que fluye entre el Padre y la Madre. La Madre es todo lo demás. Es el vientre y la consciencia de la creación: la materia. Es también la Inteligencia que le da forma a la materia. Y también, la sabiduría que le da Vida y organiza a todas las formas creadas. La Madre es el Orden Divino.
Es imposible ocultar a la Madre Divina, que es todo lo que Es, sin un engaño deliberado de por medio, sin una falsa creencia, profunda y arraigada, de que Ella no está ahí. Y es, por tanto, imposible volver a entrar en contacto con Ella sin un acto de voluntad. La voluntad de salir de ese engaño. Ese es parte del gran despertar de los tiempos actuales. Lentamente, la humanidad comienza a volver a reconocerse a sí misma, como femenina y masculina, como parte de un todo, que es la naturaleza y sus reinos, que es el medio ambiente, el universo. Luego vendrá el tiempo de volver a reconocerse como Hija y Hermana, como una comunidad humana fraternal, y así, en un tiempo no muy lejano, volver a reconocer y abrazar a la Madre Divina con toda su majestad.
Mirando el mundo histórico y actual, uno se puede preguntar: si la Madre Divina lo es todo, ¿es también el Caos?. Pues sí y no. La Madre Divina no es el origen del Caos. Pero sí lo permite. Lo permite tal como una madre permite que sus niños jueguen con barro, sólo para regalarles la experiencia, para luego llamarlos al orden y a bañarse, con toda la firmeza necesaria. Así es como la Madre Divina permite el Caos, como experiencia, como un juego de niños. Y así es como lo termina: con una llamada a ordenar, a limpiar y a lavarse, a cenar, a aprender la lección del día e irse a descansar.
Miriam, una Ciudadana del Espíritu (a través de Fran).