Si bien existe hace décadas, en los últimos cinco años el avance de la Inteligencia Artificial (I.A) ha sido vertiginoso, posicionándose en distintos ámbitos de nuestras vidas, incluso en el cotidiano. Mientras algunos la defienden confiriéndole cualidades que llegan a posicionarla como una posible respuesta a problemáticas como el cambio climático, otros la rechazan e incluso temen que estos algoritmos podrían, eventualmente, reemplazar al ser humano. Pero ¿puede realmente la I.A llegar a hacer todo esto? ¿Puede superar la inteligencia del ser humano? Acá una reflexión.
Por Paloma Soto Carmona
En 1950, mientras trabajaba en la Universidad de Manchester, el científico inglés Alan Turing se planteó la siguiente pregunta: ¿pueden pensar las máquinas? Para esto, desarrolló una prueba con el fin de evaluar esta capacidad, conocida hoy en día como prueba de Turing, llegando a la conclusión de que el hecho de que una computadora o equipo parezca inteligente, no quiere decir que lo sea. Han pasado décadas y esta pregunta se vuelve aún más acertada, frente al rápido desarrollo e implementación de softwares de Inteligencia Artificial (I.A) en el mundo.
Pero ¿es la I.A realmente inteligente? Le planteamos esta pregunta a un conocido software libre, siendo su respuesta: “La I.A es inteligente en un sentido muy específico, pero su inteligencia es diferente a la humana”. Esto porque puede realizar tareas complejas de manera eficiente y precisa, pero carece de cualidades que son la base de lo que hace a la humanidad “humana”, como la creatividad, la adaptabilidad general y la conciencia, entre muchas otras.
Sin embargo, debido a los grandes avances de la I.A, existen numerosas tendencias que van desde el endiosamiento de sus capacidades, entregándoles a los algoritmos la posibilidad de llevar al mundo hacia una paz perpetua, hasta grupos que le atribuyen la debacle del ser humano, al “robarle” su trabajo y creaciones (por ejemplo en el ámbito del arte) o incluso, potencialmente generar el fin de la sociedad.
“El verdadero peligro hoy en día no es que las computadoras sean más inteligentes que nosotros, sino que pensamos que las computadoras son más inteligentes que nosotros y, en consecuencia, confiamos en ellas para tomar decisiones en las que no deberíamos confiar”, afirma el investigador norteamericano Gary N. Smith, quien además es miembro fundador del Walter Bradley Center for Natural and Artificial Intelligence en Estados Unidos.
A su juicio, “seguir instrucciones y entregar cálculos de manera rápida, incansable y sin errores no es inteligencia en ningún aspecto de la palabra. Lo que los entusiastas de la I.A tienen en mente es, en cambio, lo que el ganador del premio Turing, Judea Pearl, ha desdeñosamente llamado ajuste de curvas: usar patrones estadísticos para diagnosticar enfermedades, evaluar candidatos a puestos de trabajo, evaluar solicitudes de préstamos, establecer sentencias de prisión, seleccionar acciones y cosas por el estilo”.
La I.A puede realizar tareas complejas de manera eficiente y precisa, pero carece de cualidades que son la base de lo que hace a la humanidad “humana”, entre otras la creatividad, la adaptabilidad general y la conciencia.
En esta línea, la periodista, escritora y economista canadiense, Naomi Klein resalta una jugarreta que busca dar más profundidad a la I.A de la que efectivamente tiene, y es la elección de la palabra “alucinación”, en situaciones en las que un software responde sobre un tema inexistente, entregando una respuesta que parece convincente. Estos fenómenos o errores del sistema, fueron descritos por Sundar Pichai, CEO de Google y Alphabet como “alucinaciones”.
Una alucinación es la capacidad del cerebro humano de percibir fenómenos que no existen, al menos no en términos convencionales y materiales, por eso para Naomi Klein “al apropiarse de una palabra comúnmente utilizada en psicología, psicodélicos y diversas formas de misticismo, los impulsores de la I.A, si bien reconocen que sus máquinas pueden equivocarse, al mismo tiempo alimentan la mitología más preciada del sector: que al construir estos grandes modelos de lenguaje y entrenarlos en todo lo que como los humanos hemos escrito, dicho y representado visualmente, estamos en el proceso de dar a luz una inteligencia animada a punto de provocar un salto evolutivo para nuestra especie”.
Ahora bien, sabemos que la I.A tienes grandes potencialidades como herramienta, comenzando por su gran capacidad de procesamiento de datos, pasando por la especialización (cada una está diseñada para tareas puntuales), lo cual hace que aumente el entusiasmo por sus aplicaciones. Sin embargo, Gary N. Smith comenta que siempre existe una inhabilidad de distinguir entre coincidencia y causalidad. Es decir, una máquina puede escribir una canción o un soneto incluso, pero la inteligencia real estaría en saber que fue ella quien lo escribió. En otras palabras, tener conciencia de lo que hace y por qué lo hace.
El misterio de la conciencia
Si hablamos de conciencia humana, existen muchas aproximaciones al tema, ninguna aún resuelta del todo. Por ejemplo, para uno de los investigadores más destacados de la actualidad, el neurocientífico norteamericano-alemán Christof Koch, no solo se trata del procesamiento de los estímulos externos a través del sistema nervioso central, sino que de la integración de la información con otros datos que vienen desde otros sentidos, para luego vincularlos con emociones y recuerdos, formando la experiencia del ser consciente.
“La conciencia es experiencia. El dolor, el placer, el enamoramiento, la ira, el aburrimiento, una experiencia psicodélica, una experiencia mística o una experiencia cercana a la muerte son todas formas diferentes de conciencia. Sin conciencia, no soy nadie ni nada para mí mismo”, afirma el director científico del Instituto Allen para la Ciencia del Cerebro.
“El verdadero peligro hoy en día no es que las computadoras sean más inteligentes que nosotros, sino que pensamos que las computadoras son más inteligentes que nosotros y, en consecuencia, confiamos en ellas para tomar decisiones en las que no deberíamos confiar”. Gary N. Smith
¿Puede una I.A alcanzar este proceso? Por ahora la respuesta de muchos investigadores es tajante: no. En otras palabras se trata de herramientas, como el reloj que nos ayuda a ubicarnos en el tiempo consensuado socialmente, creadas para solucionar temas puntuales dentro de nuestra vida.
La razón por la que muchas personas, incluyendo varias influyentes, plantean la capacidad de inteligencia o pensamiento humano en la I.A tendría su base, según plantea el filósofo, poeta, novelista y neurocientífico inglés Raymond Tallis, en dos malentendidos complementarios: el primero se relaciona con la naturaleza de las computadoras y el segundo con la naturaleza del pensamiento.
En primer lugar, plantea, las computadoras son herramientas creadas para solucionar problemas sin cuestionamiento, es decir, una entrada (problema) y una salida (solución). Por otro lado, no puede existir el pensamiento sin conciencia. “Un computador sin conciencia no se puede decir que piense. Quizás nos asiste a pensar, pero no es en sí mismo pensante”, afirma el Dr. Tallis y agrega que “cuando pensamos en algo, nuestros pensamientos recurren a un dominio ilimitado de conciencia, aunque nosotros mismos podamos intentar restringirlo: eso se llama concentración. El «yo» esforzado que intenta descubrir cómo llegar a Londres por la ruta más rápida, agradable y cómoda no tiene nada en común con el software de planificación de viajes que tiene esta como única función y no tiene idea de lo que está haciendo o por qué”.
Por eso, a pesar de su sofisticación, las I.A de hoy en día son inteligentes de la misma manera que se podría decir que una calculadora lo es: ambas son máquinas diseñadas para convertir el input en output de formas que los seres humanos (que tienen mente) eligen interpretar como significativas.
En este camino de preguntas y respuestas, le preguntamos nuevamente a un chat de I.A, si alguna vez reemplazaría al ser humano. ¿Su respuesta? Que solo es una herramienta poderosa que complementa las capacidades humanas y asume tareas específicas, liberando a los humanos para enfocarse en aspectos más creativos, estratégicos y empáticos de la vida. Esto porque existen diferencias fundamentales con la inteligencia humana, siendo “la colaboración entre humanos e I.A el camino más efectivo y beneficioso hacia el futuro”.
La educación como clave
Visualizando entonces la I.A como lo que es, una herramienta, ¿por qué seguimos asustados o maravillados? Puede ser que simplemente no estemos educados para reconocer y valorar las cualidades trascendentes del ser humano, confiriéndole facultades superiores a otros elementos para evadir responsabilidades o procesos.
“Existe un mundo en el que la I.A generativa, como poderosa herramienta de investigación predictiva y encargada de realizar tareas tediosas, podría efectivamente utilizarse para beneficiar a la humanidad, a otras especies y a nuestro hogar compartido. Pero para que eso suceda, estas tecnologías tendrían que desplegarse dentro de un orden económico y social muy diferente al nuestro, uno que tuviera como propósito satisfacer las necesidades humanas y proteger los sistemas planetarios que sustentan toda la vida”, afirma la investigadora canadiense Naomi Klein.
Si la I.A fue creada por personas, ¿por qué entregar todas nuestras esperanzas de resolución de problemas y mejoras de la sociedad a una inteligencia que emula la inteligencia humana? ¿Por qué no mejor prestar atención a los grandes sabios, pensadores, científicos y filósofos que nos han dado en todas las épocas de la humanidad, respuestas a nuestras preguntas? En esta línea, es importante tener en perspectiva siempre que toda I.A se nutre de pensamientos, estudios y creaciones anteriormente desarrolladas por seres humanos.
Para ahondar en esa idea tomemos las palabras de Will Douglas Heaven, editor senior de IA en MIT Technology Review, para quien la inteligencia tiene que ver con hacer algo, mientras que la conciencia tiene que ver con ser. “La experiencia subjetiva en primera persona, la sensación de estar en el mundo, se conoce como la conciencia fenoménica. Aquí podemos agrupar desde las sensaciones como el placer y el dolor hasta las emociones como el miedo, la ira y la alegría y las peculiares experiencias privadas de escuchar a un perro ladrar, probar un pretzel salado o ver una puerta azul”, comenta.
Y es en este ámbito donde la I.A no logra ingresar. Porque este aspecto aún es un misterio incluso para los seres humanos, incluso experimentándolo día a día, por lo que si no lo entendemos, mucho menos podemos desarrollar un sistema que funcione como nosotros.
“En los seres humanos, el sentido del yo que persiste a lo largo del tiempo forma la base de nuestra experiencia subjetiva. Somos la misma persona que éramos esta mañana y la semana pasada y hace dos años, hasta donde podemos recordar. Nos acordamos de los lugares que visitamos, de las cosas que hicimos. Este tipo de perspectiva en primera persona nos permite vernos a nosotros mismos como agentes que interactúan con el mundo externo que tiene otros agentes en él. Entendemos que somos algo que hace cosas y a lo que se le hacen cosas”, argumenta el editor del MIT.
Es justamente esta capacidad, de habitarnos y habitar el mundo la que nos diferencia de la I.A. No somos la herramienta que creamos, pero sí es importante que la utilicemos de manera responsable, desarrollando los aspectos que nos diferencian de las máquinas de manera profunda y consciente, sin esperar que ellas sean quienes nos traigan las respuestas que solo podemos encontrar en nosotros mismos.
Si logramos aprovechar esos espacios de reflexión, ocio, creatividad y creación que nos permiten las nuevas herramientas, desarrollándonos en nuestra humanidad y generando nuevas formas de educación, enfocadas hacia una nueva sociedad, es muy probable que las máquinas, nunca puedan alcanzarnos y esas ideas de dominio o salvación a través de algoritmos solo vivan a través de novelas y películas de ciencia ficción.
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Fuentes:
https://mindmatters.ai/2024/06/ai-is-still-a-delusion/
https://www.theguardian.com/commentisfree/belief/2009/sep/03/computers-artificial-intelligence
https://www.theguardian.com/commentisfree/2023/may/08/ai-machines-hallucinating-naomi-klein
https://www.technologyreview.com/2021/08/25/1032111/conscious-ai-can-machines-think/
https://alleninstitute.org/news/exploring-the-minds-mysteries-with-christof-koch/