“Lo llamo la dulce revolución porque ya hemos sido testigos de muchas revoluciones violentas y hemos visto cómo acaban: con un paso atrás. Esta es una llamada a una revolución pacífica, como la que impulsó en su día Gandhi, de resistencia al sistema, de reafirmarte en lo que estás haciendo, hasta que los poderes se baten en retirada y te dejan en paz”.
Entrevista de Jesús García
Escucha el podcast de la entrevista:
Lleva la agricultura en la sangre (cuatro generaciones); a los 16 ya trabajaba la tierra (cultivo de hojas y flores comestibles). Dedica parte de su tiempo a la Dulce Revolución (dulcerevolucion. com), asociación sin ánimo de lucro que estudia y promueve las plantas medicinales (algunas prohibidas en Europa) vinculada al Slow Food, movimiento mundial que defiende una alimentación meditada, ecológica y sana. Pàmies lleva diez años cultivando más de treinta plantas medicinales, entre ellas la stevia, emblema de su resistencia contra lo antinatural, que regula los niveles de glucosa e insulina en sangre. Un potente edulcorante natural que ha chocado con la industria productora de edulcorantes artificiales.
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Usted fue convencido en su juventud por las multinacionales de las bondades de sus productos. ¿Cuándo empezó a darse cuenta de que le habían engañado?
Cuando empecé a constatar los resultados reales. Mis tierras empeoraron, sufrí más plagas difíciles de controlar que antes y vi que lo que cultivaba era tóxico para la salud. AI final mis tierras dependlan completamente de los productos químicos de las multinacionales y se volvieron estériles. La industria se ha apoderado hasta del origen de la vida, de las semillas, alterando su genética y convirtiéndolas en transgénicas; vegetales a los que no pueden atacar hongos y parásitos por ejemplo pero que el organismo humano no reconoce y de ahí tantos problemas de intolerancias y alergias. Y ha creado plaguicidas mortales para el ser humano a largo plazo y otras muchas sustancias químicas que han hecho que en las estanterías de los supermercados ya no haya casi alimentos naturales sanos. Yo mismo enfermé. Este hecho, junto a la observación de que otras personas más sensibles y mucho menos expuestas también enfermaban –algunas gravemente- fue la gota que colmó el vaso. Por eso abandoné aquello, me pasé a la agricultura y alimentación ecológicas y rápidamente mi salud mejoró.
Sabemos que en determinado momento usted dio un paso más y empezó a interesarse por las flores y las malas hierbas, vegetales poco comunes en nuestros platos. ¿A qué se debió ese salto?
Un día me replanteé lo de las llamadas “malas hierbas”. Pensé en lo que decía Enrique Bunbury en una canción: “No soy mala hierba, sino hierba en mal lugar”. En fin, me picó la curiosidad y descubrí que muchas de las hierbas y flores que tanto odiaba por su propagación como maleza eran auténticos tesoros para la recuperación de la salud aunque hubieran sido criminalizadas por una industria farmacéutica que decidió desprestigiarlas porque vio en ellas un auténtico negocio, lo quiso en exclusiva y propuso exterminarlas con herbicidas para quedarse con su comercialización al eliminarlas de los campos. Porque esas empresas las conocen muy bien y han aprendido a separar algunos de sus principios orgánicos medicinales y a producirlos luego de forma sintética descartando usar las moléculas orgánicas de la propia planta ¡porque no son patentables!
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Luego transformé mi indignación inicial en algo positivo cultivándolas y ofreciéndoselas a muchos restaurantes, desde los más modestos a los más distinguidos. Fueron momentos de relaciones extraordinarias con grandes chefs que me permitieron ir poniendo en sus platos esas plantas y flores desprestigiadas y resistir el embate de las autoridades sanitarias que multaron a mi empresa Pámies Horticoles por vender algo no regulado como alimento. Hasta que algunas semanas de “cocina de desobediencia” usando flores y hierbas salvajes en muchos restaurantes consiguió hacer presión social y las administraciones serviles a los intereses de la industria se batieron en retirada
¿Cómo descubrió la stevia?
Hace unos 10 años, indagando por la red sobre la empresa Monsanto –multinacional química y productora líder en semillas transgénicas- me encontré con una asociación norteamericana de padres de niños con diabetes muertos que habían demandado a la empresa y a la Administración estadounidense por entender que el aspartamo, edulcorante sintético de esa multinacional, podia haber sido la causa de las muertes de sus hijos. Lamentablemente aún hoy se recomienda a las personas con diabetes. Y el caso es que el pequeño organismo de un niño que abuse de las Coca-Colas Light o Zero –y es algo muy frecuente- no puede absorber y eliminar tanto tóxico. Porque ambas contienen aspartamo.
Luego supe que esa asociación de padres, a la vez que luchaba para que se prohibiera el uso de ese edulcorante tóxico, pedía a gritos que se sustituyera en los productos de consumo por un edulcorante hecho a base de una planta llamada stevia al ser éste orgánico, natural e inofensivo y que si se utiliza en su estado más natural funciona además como antidiabético. Fue entonces cuando empecé a conocer los intereses que permitieron legalizar un edulcorante tóxico como el aspartamo mientras las autoridades sanitarias cerraban el paso a la stevia sólo porque legalizarla podia significar el hundimiento del negocio del aspartamo.
Conocer esa historia y no compartirla me parecía una irresponsabilidad así que decidí interesarme por el cultivo de esa planta –prohibida en Europa- y extender los conocimientos sobre la misma mediante un acto positivo como es el autocultivo por las personas afectadas de diabetes.
Es verdad que Hipócrates decía “que tu alimento sea tu medicina” pero, ¿cómo siendo solo agricultor da consejos sobre salud? Se le acusa de asegurar que muchas enfermedades graves pueden superarse con plantas cuando no es médico y carece de conocimientos químicos o farmacológicos.
Hipócrates decía “que tu alimento sea tu medicamento”… ¡y es verdad! Porque, ¿dónde acaba una planta de ser alimento y dónde empieza su función medicinal? ¿Es que hemos de esperar a que nos vendan píldoras de brócoli, licopeno extraído del tomate o silimarina del cardo mariano para prevenir el cáncer y otras patologías en lugar de ingerir los alimentos frescos de los que se extraen los principios activos que hoy se comercializan industrialmente cuando tienen muchas más propiedades terapéuticas?
Mire, no deja de ser llamativo que en el Juramento hipocrático de los médicos hoy en España ya no se les pida que citen esa frase. Claro que, ¿por qué iban a hacerlo si en sus estudios, por inconcebible que parezca, no se estudia Nutrición? Pues bien, yo soy un simple agricultor sin títulos académicos pero tengo amplia experiencia y he observado mejoras increíbles en personas con patologías crónicas e incluso terminales mediante simples consejos de alimentación. Yo no receto fármacos sintéticos de graves efectos secundarios; de eso se ocupan los médicos.
Médicos que alegan que antes de recetar plantas hay que demostrar científicamente su eficacia terapéutica como se hace con los fármacos…
La eficacia terapéutica de las plantas ha sido testada clínicamente durante milenios por todas las antiguas civilizaciones y culturas. Y hay multitud de libros en todo el planeta que recogen esas propiedades. La “constatación científica” actual de los fármacos deja en cambio mucho que desear. Y encima la inmensa mayoría tiene efectos secundarios negativos inasumibles por cualquier persona medianamente razonable. Decir pues que los efectos positivos de los fármacos están científicamente avalados y los de las plantas no es una absoluta tontera por mucho que así lo repita la industria farmacéutica.
Mire, en Suiza, donde se puede practicar la democracia directa y decidir el pueblo lo que le conviene, la ciudadanía acordó en referéndum incluir las terapias complementarias en su sistema de salud. Y lo consiguió holgadamente obligando a sus gobernantes a acatar la decisión cuando tanto el Gobierno como el Parlamento estaban en contra. Y en Nicaragua, el segundo país más pobre de América latina, se decidió hace tiempo incluir en el sistema de salud las terapias complementarias; es más, los chamanes más reconocidos pueden actuar dentro del sistema sanitario.
Por otra parte, se están empezando a reconocer científicamente las evidencias terapéuticas milenarias de algunas plantas. ¿De cuáles? Pues de algunas que se han modificado genéticamente ¡y ya pueden ser patentadas! Es una vergüenza.
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Díganos para finalizar: ¿cuál es el principal objetivo de la Dulce Revolución?
Concienciar a la sociedad de que la solución a los problemas de salud actuales no va a venir de las estructuras políticas y sanitarias porque están al servicio de las grandes multinacionales farmacéuticas; incluidas la OMS y la FDA. Proponemos a la gente que se enfrente al corrupto sistema de salud que se nos ha impuesto y al tiempo luche por crear estructuras de base que suplan la mala fe y la ignorancia imperantes. Hay que empezar a ser autosuficientes en todos los ámbitos; prioritariamente en los de la alimentación y la salud.
Pues Iograr cambiar el paradigma actual no va a ser fácil porque está muy asentado, especialmente entre la clase médica.
Es verdad, pero ha llegado el momento del cambio. Es inevitable. Internet ofrece hoy información que antes no llegaba al gran público. Estamos claramente ante el final de un ciclo. A todos los niveles, incluido el político, el económico y el ético. La opinión pública ya se ha dado cuenta de a quienes defienden y representan nuestros políticos y de que no es precisamente a los ciudadanos. Personalmente no creo ya en la representación parlamentaria partitocrática y no estoy dispuesto a delegar más mi voto para que hagan con él lo que les venga en gana. Hay que implantar un modelo político horizontal en el que el poder de decisión esté de verdad en manos de los ciudadanos y donde no nos manifestemos solo una vez cada cuatro años sino siempre que sea necesario; ése es el camino. Nuestra avanzada sociedad tecnológica actual lo permite.