La profesora Waldorf y fundadora de Casa Kínder Madre Tierra, Verónica Matus, conversó con Revista Mundo Nuevo sobre los desafíos que enfrenta el planeta y cómo la educación puede hacerles frente mediante la formación de seres humanos que sean capaces de cuestionar y entregar soluciones reales para un mundo con múltiples problemáticas.
Iván Andrés Santandreu conversa con Verónica Matus, 2018-05-01
En La Reina Alta, allá en donde acaba la ciudad de Santiago y empiezan los cerros y las quebradas, donde corren arroyos y aún es posible observar de vez en cuando cóndores y zorros, nos recibe Verónica Matus para mostrarnos su trabajo de formación de profesores con una mirada amplia, refrescante y distinta a la habitual sobre la educación del ser humano. Se trata de una mirada muy necesaria en un mundo donde las personas parecieran funcionar sin propósito. Hablamos de un mundo alineado por la competencia comercial, donde pareciera que el único sentido de ser ciudadanos es consumir y a la vez formar parte de un engranaje productivo.
Verónica nos recibe en su Casa kínder y, en una tibia mañana de otoño, entablamos una conversación llena de esperanza por un mundo nuevo y mejor, que comienza justamente con la educación de los más pequeños.
¿Cuándo y por qué surge la iniciativa de formar profesores Waldorf?
Para responder a eso, primero hay que dar un contexto, pues si miramos lo que es nuestra realidad actual, como humanidad y como planeta, podemos ver que tenemos unas tremendas problemáticas, como por ejemplo el desequilibrio socioeconómico, el estado del planeta Tierra, la falta de salud mental que aqueja a mucha gente, entre otras crisis. Entonces, estamos enfrentando problemas que nos atañen a todos y son gravísimos. Frente a eso, uno se pregunta cómo llegamos a este punto y creo que, por un lado, hemos construido esta comunidad de individuos desde las fuerzas del egoísmo, desde el pensar que es un beneficio para mí y que me lo tienen que dar. La pregunta o pensamiento que luego surge es por qué estamos marchando de ese modo. Y ahí descubrimos que la forma en que nos hemos formado como individuos, el camino que hemos recorrido en nuestra formación y la educación nos han llevado a eso. En ese minuto, la cosa es sencillamente crítica.
Los seres humanos somos seres integrales, compuestos de cuerpo, alma y espíritu, y definitivamente estamos enfrentando la educación del ser humano desde un plan intelectual. Así es como hemos llevado la educación desde el egoísmo y de la no contemplación real y verdadera de quién es el ser humano, qué es este universo que nos acompaña, qué relación tenemos con ese universo, dónde está el punto de unión: por qué estamos acá. Ante eso, creo que se requiere que avancemos hacia cambios verdaderos, hacia un cambio profundo en la educación por ejemplo. Sin embargo, si tenemos que cambiar la educación, tenemos que mirar al ser humano de otro modo. Para mí, es aquí donde surge la pregunta clave: qué entendemos por educación.
¿Y qué debemos entender por educación?
Para empezar, debemos decir que se compone de tres elementos: primero está el profesor, que se supone que sabe y que está preparado; luego están los niños, que son los educados, a quienes les entregamos la educación, y de ellos sabemos muy poco. Finalmente, a partir de este desconocimiento de su desarrollo, implementamos reformas y pedagogías, que no tienen nada que ver con ese ser humano que nos convoca. La educación no se enfoca en quién es el niño o niña y qué es lo que necesita. Y aquí surge el tema de que en Chile estamos en una crisis desde hace mucho tiempo, con reformas y reformas, y vemos que los profesores no tienen herramientas. Frente a esto, nace el deseo o sueño de hacer seminarios de pedagogía Waldorf, para poder justamente entregar más herramientas.
“La educación más alta es aquella que no se limita solo a darnos información, sino que hace que nuestra vida esté en armonía con toda la existencia”.
¿Por qué la educación Waldorf podría llenar el vacío educativo?
Lo que sucede es que en este conocimiento profundo del desarrollo del ser humano, cuando penetramos en el niño, y además sobre la base de la simple observación, podemos darnos cuenta de que cada etapa de su desarrollo requiere de experiencias sumamente distintas y que no podemos enfrentar a un niño de 4, 9 o 15 años de la misma manera. Por ejemplo, en los primeros años, el niño querrá explorar y experimentar con sus sentidos y movimientos y eso, por muy buenas intenciones que tengan los colegios, no está. No hay una pedagogía que permita y acompañe al niño en esa forma de ser, pese a que eso le daría un conocimiento de la vida real. Él puede conocer, explorar y experimentar en su propio cuerpo la fuerza del viento; descubrir qué pasa cuando junta agua con arena, qué ocurre cuando alimenta una gallina, etc. Sin embargo, normalmente se introducen los conocimientos de forma abstracta, no experimental. El niño no quiere que le expliquemos el mundo, más bien quiere vivir este mundo en su propio cuerpo, con todos sus sentidos entregados a ello. De esa forma, podrá conquistar y conocer todo este mundo para construir su vida y construirse a sí mismo. En los años de la educación básica, el niño se aquieta, ya no está moviéndose permanentemente ni con todos sus sentidos queriendo tocar todo. Ahí, necesita sentir, y con eso viene el segundo modo de conocimiento. El niño entre los 7 y 14 años está fuertemente entregado al mundo del sentimiento. Si puede contactarse a través del sentimiento, y de una forma artística, podrá vincularse con aquello. Primero se vincula desde el cuerpo, después desde el sentimiento. Y establece un lazo con todo lo que tiene que relacionarse, pero desde un sentimiento que lo involucra, que lo hace verdaderamente parte de ello. Pero si le hablo a un niño de las matemáticas, hacia la cabeza, al intelecto, no puedo hacer que se vincule. No le interesa. Es en base al sentimiento, a las fuerzas del sentimiento que vive en nuestra alma, al mundo interior de cada uno. Y ese mundo se encuentra con todas esas experiencias. Luego, después de los 14, viene el pensamiento.
La pedagogía Waldorf, que surge desde la antroposofía, que significa sabiduría del hombre, nace de un conocimiento del ser humano, que necesita en todos los momentos de su desarrollo. Finalmente, las materias que le enseño, que serán las mismas que en cualquier colegio, son casi la excusa, son los contenidos que ocupo para acompañar al niño o niña en su desarrollo. O sea, mi objetivo más alto, mi primer objetivo, es que ese ser humano desarrolle sus capacidades de pensamiento, de sentimiento y de voluntad en forma sana, armónica, fuerte, y eso lo hago con estos contenidos. En resumen, el cómo lo hago se basa en el estudio del individuo y del universo que lo rodea.
Herramientas para una verdadera educación
¿Cuál es el perfil de las personas que eligen este seminario? ¿Cuál es el camino que recorren en él?
Son educadores que al enfrentar la realidad se dan cuenta de que las herramientas que tienen no son suficientes, sobre todo con los niños de hoy, que vienen con exigencias emocionales e intelectuales. Estos niños piden mucho del adulto: que sea un ser preparado y noble. Entonces las personas llegan a esta formación dándose cuenta de que no tiene sentido enseñar de forma tan intelectual, o que no pueden hacerlo de forma tradicional. Y en ese sentido, la pedagogía Waldorf se transforma en una ampliación del arte de educar.
La gente suele señalar que en la pedagogía Waldorf se educan niños fuera de la realidad, sin herramientas para el mundo en que vivimos. ¿Qué opinas de eso?
Ante esto, mi contra pregunta sería: ¿qué es que el mundo real? ¿Es real decirle a un niño que mire un dibujo de un árbol, que tiene raíces, ramas etc.? ¿Es eso real? ¿Es una experiencia real? El mundo real es cuando va al bosque o ve el árbol de la plaza. Hemos construido una educación en base a abstracciones, y también un mundo que está absolutamente abstraído de la verdadera realidad. No es real lo que hemos construido, esto va a reventar en algún punto. No es real construir un mundo en donde el 1 % tiene la riqueza que el resto tiene repartida. Eso frente a una mínima lógica no es real, porque no se sostiene. En algún minuto, eso reventará. Lo que ocurrirá con estos alumnos que reciben las enseñanzas de los maestros Waldorf es que al enfrentarse a esta construcción querrán hacer modificaciones. Y para mí, eso es fundamental: que sea un individuo con una fuerza interna que diga esto podemos remediarlo. Por el contrario, si la formación va en el mismo engranaje, ni siquiera podrá cuestionarlo. Tenemos que darle a este individuo un buen desarrollo de sí mismo, donde puedan florecer todos sus talentos y capacidades, y tenga herramientas para sus propios desafíos y los que la vida le presentará.
Es decir, tú estás de acuerdo con la famosa frase de Krishnamurti: “No es saludable estar adaptado a una sociedad profundamente enferma”…
Sí, absolutamente. Y tengo una frase de Rabindranath Tagore específicamente sobre la educación: “La educación más alta es aquella que no se limita solo a darnos información, sino que hace que nuestra vida esté en armonía con toda la existencia”. Como dije antes, si vemos que lo estamos haciendo mal, tenemos que darle a este individuo un buen desarrollo de sí mismo, donde puedan florecer todos sus talentos y sus capacidades, con el fin de que tenga herramientas para enfrentar sus propios desafíos y los que le va a presentar la vida, ¡pero de verdad!, fortaleciéndolo y no metiéndolo en un engranaje.
¿Qué ocurre con la intelectualización precoz, con estandarizar el rendimiento y los resultados, sobre todo en niños tan pequeños?
Ocurre que en la actualidad se ve al ser humano como pura cabeza. Y el resultado son niños medicamentados. ¡Cuántos niveles de depresión tenemos en Chile! Tampoco se habla de los suicidios tampoco. ¿Cuántos de los niños de un colegio común y corriente están felices de ir al colegio? ¿Cuántas horas pasa un niño en el colegio, en un lugar en el cual no está interesado? Entonces, algo estamos haciendo mal. Los niños son seres humanos, y a cualquier persona le causa daño estar en un lugar donde no quiere estar, por lo mismo termina enfermándose.
Y si es tan evidente, ¿por qué no está en la discusión pública? ¿Por qué se mantienen los mismos temas en la discusión sobre educación?
Creo que los humanos injustamente nos hemos formado y construido así. ¡Nos cuestan tanto los cambios! Hemos mantenido por siglos este tipo de educación. Nos cuesta mucho darnos cuenta de cuál es el corazón del tema; por eso, los procesos son tan lentos. Yo soy optimista y creo que el solo hecho de que aparezcan estas personas que se dan el trabajo de entrar en este tipo de seminarios, buscando una mirada distinta, y que los pueda ayudar en su camino profesional y también individual, me genera muchas esperanzas. Nos estamos dando cuenta de que tenemos que ir por otros lados, ampliar la mirada.
¿Cómo debería ser esta educación nueva?
La visión nuestra, como profesores y formadores Waldorf, es que la educación es autoeducación. Ahí esta el asunto. Si yo quiero apoyar a otro ser humano a formarse, primero tengo que educarme yo y en todos los planos. Tengo que volver a mirarlo todo de nuevo: desde revisar mi primera historia, mi propia biografía; ver dónde están mis debilidades y falencias; trabajar como artista para así presentar mis materias. Hay un trabajo de autoformación y de autoeducación permanente. Si los profesores de este país y de este planeta estuvieran dispuestos a hacer ese trabajo, las cosas serían muy distintas en educación.
Verónica Matus Broekman es profesora Waldorf de kinder y huerto en colegios Waldorf, fundadora de Casa Kinder Madre Tierra y presidenta fundadora de la corporación Cultiva. Actualmente dicta seminarios de pedagogía Waldorf en Santiago, La Serena y Buenos Aires. www.kindermadretierra.cl