Por Ricardo Orozco
No sé quien lo dijo, o si tan siquiera alguien dijo aquello de: «Lo único que enseña la historia es que nadie aprende de ella». Creo que esta máxima nos condena a un eterno retorno en el que los mismos patrones se repiten una y otra vez en diferentes escenarios, aunque con la misma esencia y acaso con la misma intencionalidad.
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Y uno espera que en este laberinto perenne se produzca una evolución, la que por su lentitud siempre escapa al alcance humano. Al menos al mental. Y aunque nuestra parte trascendente sabe que todo es aprendizaje, y que encarnamos precisamente para ello, la otra, la carnal, sufre y se retuerce en su dolor e impotencia. Y así, una y otra vez, nuestra mente mundana se desespera y no entiende el porqué de tanto absurdo. Oh, la dualidad, la eterna ambivalencia…
Siempre reconforta releer la filosofía del Dr. Bach, y no solo por las verdades que contiene, sino porque sirve además de fundamento de un sistema floral diseñado para aplicarla.
Naturalmente, como un humano más del montón, no puedo sustraerme al monotema del Covid19, precisamente porque es en mi país, España, donde más estamos sufriendo las consecuencias del mismo.
A estas alturas, muchos de nosotros, quizás más los que tenemos estudios sanitarios, ya hemos llegado a la conclusión de que el famoso virus ha sido un medio (o ha servido de excusa) para destruir velozmente estructuras políticas, económicas y sociales. Nos dirigimos hacia una dictadura global, ya bautizada desde hace meses eufemísticamente como Nuevo Orden Mundial. En este nuevo paradigma, imperará la pobreza más extrema, la censura (ya por cierto muy visible) y una represión político-sanitaria que ya hemos empezado a experimentar. Para este «nuevo amanecer psicopático», las viejas estructuras ya no sirven y están siendo removidas: la economía al uso, la educación, el contacto interpersonal físico, el tejido social… y tantas otras cosas.
Naturalmente, esto no sería posible sin la complicidad y entrega absoluta de toda la clase política y los medios de comunicación corruptos. Nunca hubo tanta unanimidad entre los políticos de todos los partidos para reprimir a la población con el pretexto del contagio. Y nunca se vio a tantos periodistas y sanitarios tan felices de servir a este nuevo orden… Tal vez pensando en ocupar un lugar de poder en el presente y en un futuro próximo, como siempre ocurre en las guerras y postguerras de la historia. Y, lo que es peor, una población tan sumisa y entregada que me trae, como si de un muelle se tratase, a Martin Luther King: «No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos».
El instrumento para conseguir todos estos cambios tan rápidos es evidente: el miedo, al que Bach denominó como «el gran carcelero». Y, efectivamente, era posible un miedo mucho mayor al de la represión militar o policial, un terror que estaba bastante desaprovechado y que se infiltraba por todos los poros de la sociedad: el miedo al contagio.
No es mi intención explicar aquí por qué creo que este miedo inducido es desproporcionado e irracional. Creo que ya hay bastante información (todavía no censurada) en los medios no oficiales, que demuestra la manipulación y la intencionalidad de todo lo que está ocurriendo.
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Me interesa mucho más centrarme en lo que escribió el Dr. Bach sobre el miedo:
«En la actualidad, el miedo está desempeñando un papel de gran importancia en la intensificación de la enfermedad, y la ciencia moderna ha expandido el reino del terror, al difundir libremente sus descubrimientos, que hasta el momento no son más que verdades a medias. Los descubrimientos sobre las bacterias y los distintos gérmenes asociados con las enfermedades, por ejemplo, han causado estragos en la mente de decenas de miles de personas, y debido al pánico que les ha provocado, los han hecho más susceptibles a su ataque. (…) El miedo, con su efecto depresivo sobre la mente, provoca la descompensación de nuestros cuerpos físicos y energéticos, preparando así el camino para la invasión, y si las bacterias y los agentes físicos fueran las únicas y comprobadas causas de la enfermedad, desde luego que existirían verdaderas razones para temer.»[1]
Pero aún hay algo más, el miedo nos hace absolutamente vulnerables a la explotación por personas y sistemas totalitarios sin escrúpulos. Nos convierte en esclavos sumisos y obedientes. En delatores y vigilantes de los demás, en «policías de balcón», como se los denomina irónicamente en España.
Pero es inhumano el exigirse no tener miedo, porque es consustancial a nuestra especie. El tema es aprender a gestionarlo adecuadamente y no permitirle ser nuestro tirano. Y, como sabemos quienes conocemos el sistema floral de Bach, todo en él gira en torno del tratamiento del miedo en todas sus formas (Rock Rose, Mimulus, Aspen, Crab Apple, Red Chestnut, etcétera).
Pero también encontramos en Bach herramientas para no ser tan influenciables y manipulables por la información externa: Walnut y Cerato. Nos será más fácil poner límites y decir «no» con Centaury y Walnut. Controlar nuestro nivel de ansiedad y pensamientos recurrentes con White Chestnut… Crab Apple para quien esté prisionero del miedo al contagio, Red Chestnut para aquellos que se preocupen desproporcionadamente por la seguridad y el bienestar de los demás…Y un sinfín de posibilidades para nosotros y nuestros seres queridos.
Hoy, más que nunca, tenemos que empoderarnos y buscar el mayor nivel de autogestión posible, ese que nos va a permitir ser solidarios y empáticos con los demás y luchar por un Nuevo Orden Mundial, pero uno que tenga en cuenta a las personas y su felicidad, y no a los intereses enfermos de una legión de desalmados.
[1] Edward Bach. Cúrate a ti mismo. Cap VII, 1931. Extraído de Edward Bach. Obras completas. Continente. Buenos Aires, 2017.