Emigró de Calcuta a Beverly Hills y levantó un imperio con sus clases de yoga y sus excéntricos métodos. Un documental cuenta la historia de Bikram Choudhury, fugitivo de la justicia tras las denuncias de abusos sexuales de sus alumnas.
Oskar Belategui
El ‘bikram yoga’ es una variante del yoga tradicional que se practica en salas donde la temperatura alcanza los 40 grados y en unas condiciones de humedad del 40-50%. Son sesiones extenuantes de 90 minutos en las que se desarrollan 26 posturas (asanas) y dos ejercicios de respiración (pranayamas) siguiendo las instrucciones del maestro. No hay niveles ni se distinguen géneros, edades ni condiciones físicas. Todos sudan a mares sobre una toalla que quedará empapada al final de la sesión.
[layerslider id=»2″]
‘Bikram: Yogui, gurú, depredador’ es el título del documental que acaba de estrenar Netflix y que descubre al creador de la disciplina que toma su nombre. O tomaba, porque los locales de ‘bikram yoga’ en Estados Unidos han pasado a rebautizarse ‘hot yoga’ después de que Bikram Choudhury (Calcuta, 1944) fuera acusado de abusos sexuales por parte de algunas discípulas. El filme descubre a uno de esos personajes que solo pueden prosperar en el país de las barras y estrellas, un gurú pop que los medios auparon a la fama y que ahora han hundido en la miseria.
La directora australiana Eva Orner, ganadora de un Oscar por el documental ‘Taxi to the Dark Side’, que denunciaba las tortura del Ejército de Estados Unidos en Afganistán, traza el perfil de un carismático mercachifle que se autonombró «el chico malo del yoga». Bikram levantó un imperio desde Beverly Hills construyéndose un personaje entre lo risible y lo siniestro. Vestido tan solo con un taparrabos negro y un Rolex de oro, su imagen subido encima de sus alumnas contorsionistas le granjeó popularidad. El gurú presumía de haberle curado la apoplejía al presidente Richard Nixon y de haber dado clases a Elvis Presley, Shirley MacLaine y Raquel Welch. Cuando los periodistas comenzaron a investigar descubrieron que jamás había estado con Nixon.
Sus modos de dictador loco en el gimnasio y su pintoresco acento iban acompañados de una estética hortera de nuevo rico. Bikram emigró desde Calculta cuando intuyó las posibilidades del yoga en la América de los años 70, que vivía todavía la fiebre de la espiritualidad oriental. Solo en Estados Unidos llegó a abrir 650 franquicias y amasó una fortuna de 75 millones de dólares y 43 coches de lujo. Era el gurú de una secta compuesta por profesores de yoga, que debían aprobar su curso si querían abrir un estudio de yoga con el nombre ‘bikram’ en la fachada. Pagaban 10.000 dólares por una instrucción de nueve semanas. Bikram Choudhury llegó a poseer medio centenar de coches de lujo. En las fotografías, con Michael Jackson y Quincy Jones y subido encima de una de sus alumnas.
Orner empezó a trabajar en el documental en el verano de 2017, solo un par de meses antes de la explosión del escándalo Harvey Weinstein y el advenimiento del movimiento #MeToo. Algunas alumnas de Bikram habían dicho basta en 2015 y denunciado los abusos sexuales del maestro, que las controlaba, manoseaba y abusaba de ellas. Pese a las denuncias, no llegaron a presentarse cargos criminales y cuatro de los seis casos civiles fueron resueltos antes de llegar a juicio. Una de sus empleadas también se querelló y ganó en los tribunales. Condenado a pagar 7 millones de dólares, Bikram declaró su compañía en bancarrota y huyó primero a Tailandia y después a México. Este año, revela el documental, seguía dando cursos para formar a profesores… en España.
[layerslider id=»3″]
«Si quiero tener sexo con mujeres no necesito violarlas, millones de mujeres en todo el mundo harían cola para ser voluntarias», se ufana en el filme su protagonista. Eva Orner no consiguió que Bikram se dejara entrevistar, pero hace acopio de gran material de archivo que le muestra en sus clases. «Ahora es un fugitivo del Gobierno de Estados Unidos y sería arrestado si pisara el país, estoy convencida de que no tiene planes de hacerlo», cuenta la directora. «También sé que es muy difícil extraditar a alguien, así que puede seguir saliéndose con la suya. Sin embargo, la película ha tenido un impacto en su vida y en la de la gente que antes se apuntaba a los cursos. En todo el mundo el ‘bikram yoga’ ha pasado a llamarse ‘hot yoga’. Eso es al menos un comienzo».
Texto de elcorreo.com