Iván Andrés Santandreu, 2018-12-28
Hace algún tiempo, publiqué en Facebook una Meditación para atraer dinero con fines altruistas. Mucha gente lo tomó mal. El dinero es considerado algo sucio, que no puede mezclarse con propósitos nobles ni menos con el propósito de la divinidad en la Tierra. Nada que ver una cosa con otra, me dijeron.
Me sorprendió la reacción y la falta de comprensión de la necesidad que existe del buen uso del dinero en el mundo.
Un grupo de emprendedores ha comprendido que el trabajo debe tener un sentido más amplio que solo generar dinero, y que con la buena utilización de este se puede hacer mucho bien en el mundo. Sin embargo, este bien no es a la manera de graciosas donaciones altruistas, sino como el desempeño natural del trabajo reflejado en productos y servicios que generen un bien ambiental, laboral y finalmente social. Son empresas en las que su norte no es solo el rendimiento económico, sino también la felicidad de sus trabajadores y que sus productos y servicios sean un verdadero aporte, una contribución real para un mundo nuevo y mejor.
Son las llamadas empresas B, que no buscan competir por ser las mejores del mundo, sino por ser las mejores para el mundo. Hay una diferencia de enfoque sustancial.
Estas empresas son cada vez más y se están transformando en un ejemplo de inspiración y de esperanza mundial.
Las empresas B no buscan competir por ser las mejores del mundo, sino que por ser las mejores para el mundo.
El fracaso manifiesto de las economías centralizadas del sigo XX, tales como el socialismo y el comunismo, para mejorar las condiciones del desarrollo humano, y del neoliberalismo que nos amenaza con dejar convertido el planeta en un desierto inhabitable, excepto para un reducido grupo de personas que manejan los hilos de la economía y de las finanzas mundiales, es desesperanzador.
La clase política es motivo de constante preocupación, por su impericia e ineptitud para manejar las políticas públicas. Se trata de un grupo de personas que viven para sí mismas, a espaldas de quienes dicen representar. Sus sueldos y beneficios extravagantes para el ciudadano común y sus preocupaciones completamente ajenas a la realidad lo confirman.
La sociedad civil organizada hace un aporte muchas veces valioso. Sin embargo, hay ONG de fachada que han sido creadas o infiltradas posteriormente por grandes capitales que buscan controlar una agenda ambiental o social de acuerdo con sus propios intereses y no la del bien común. Baste recordar la investigación periodística, plasmada en el libro Panda leaks, que denunció los verdaderos intereses detrás de la organización World Wildlife Fund (WWF), por nombrar solo un ejemplo.
La última esperanza social la constituyen los innovadores y emprendedores honestos que buscan hacer de este mundo un mundo nuevo y mejor para todos, no solo para un poder centralizado ni para unos pocos multibillonarios que manejan los asuntos mundiales a su antojo.
Larga vida al espíritu que acompaña a las empresas B; necesitamos este impulso para hacer este mundo más vivible y amable para todos.