Del libro AMOR VIDA Y MEDICINA
Dr. Jorge Carvajal Posada
El poder sanador del terapeuta es la fuerza magnética atractiva de su Amor. Esa fuerza le conecta con su Alma y genera las cualidades de la responsabilidad, la inclusividad y la participatividad.
Estas tres cualidades básicas del Alma se expresan en el campo de relación como:
- Responsabilidad: es la capacidad de dar respuesta a la necesidad del Alma que se expresa en el instrumento del cuerpo.
- Inclusividad: es comprensión amorosa. De ella surge la compasión, una expresión del amor incondicional, en la que el sanador y su paciente forman un solo campo de conciencia.
- Participatividad: es la capacidad de elevar los ojos del paciente a su Alma, para involucrar su potencial sanador en el proceso terapéutico.
Al proyectar las energías del amor al corazón, la compasión genera un patrón de coherencia en el seno del campo magnético cardiaco, que es cinco mil veces más intenso que el del cerebro. Ese campo de comprensión amorosa, emitido cuando se experimenta un sentimiento de amor incondicional, literalmente “abrasa”, incendia, transmuta y reordena. Inmersos en el campo magnético ordenante de un corazón amoroso, reconocemos nuestra unidad con el ser que nos habita, nos convertimos en el Alma que somos, y participamos del poder reordenante de su energía, que se precipita en una fuerza renovadora como “el agua abundante dela vida”.
Si tomáramos electrocardiógrafo y le retiráramos los filtros electrónicos que se emplean para eliminar el ruido, encontraríamos que no solo en el corazón sino en todo el cuerpo aparece el electrocardiograma. Cuando lo tomamos a nivel de la cabeza, aparece un trazado de bajo voltaje que cabalga sobre uno de voltaje mucho mayor. Es el electroencefalograma que es portado sobre esa onda portadora mayor que es la actividad eléctrica del corazón. Pues bien, todos los ritmos del cuerpo viajan a caballo del ritmo de nuestro corazón, que es conocido por los investigadores de la nueva ciencia de la neurocardiología como el oscilador eléctrico maestro. Cuando yo comprendo que desde la visión del campo tu no solo estas frente a mí, sino que estas en mí, allí y acá se vuelven siempre interiores. Cuando puedo vislumbrar el hecho de que tu imagen total, no solo la imagen de tu cara o de tu sonrisa, sino la imagen de tu SER, está en mi corazón, puedo nacer a lo que en términos de la ciencia de la sanación se conoce como la pureza magnética. La pureza magnética es la condición esencial del sanador; con ella comienza la sanación espiritual. No es producto de un segundo de inspiración, es el resultado de toda la vida, de la pureza de vida, de la claridad de nuestra visión del mundo. ¿Cómo vemos el mundo? ¿Cómo lo sentimos? ¿Cuál es la imagen que tenemos de nosotros? Pues bien, esas son las imágenes que inconscientemente proyectamos al mundo de la relación. Conforman un patrón de organización de información que se constituye en la onda portadora de nuestra intención terapéutica. Las técnicas son como una jeringa; el verdadero medicamento, el contenido, somos nosotros mismos.