“A media hora de la casa hay cerros y bosques tupidos donde voy a respirar profundo cuando me ahoga la angustia o me agobia el cansancio. El paisaje, verde, húmedo y algo sombrío, se parece al del sur de Chile, los mismos árboles centenarios, el aroma intenso de eucalipto, pino y menta salvaje, los riachuelos que en invierno se convierten en cascadas, gritos de pájaros y chillar de grillos. He descubierto un lugar solitario donde las copas vegetales forman una alta cúpula de catedral gótica y un hilo de agua se desliza con música propia entre las piedras. Allí me instalo escuchando el agua y el ritmo de la sangre en mis venas, tratando de respirar con calma y de volver a los límites de mi propia piel. En los momentos más difíciles del pasado buscaba también la soledad de un bosque.”
–Isabel Allende, en Paula, rememorando la muerte de su hija ocurrida en 1992.
Claudina Navarro e Ignacio Abella
El bosque regala un cúmulo de impresiones agradables, sin llegar al exceso de estímulos que agobia en la ciudad. En lugar de ruido de tráfico se oye aquí el canto de los pajarillos, el ruido de las hojas de los árboles y de los arbustos mecidos por el viento, tal vez un arroyo o simplemente la maravilla de la nada, del silencio puro.
La semisombra, el verde intenso o los ocres, naranjas y rojos del otoño ayudan a crear un estado de relajación a través de la mirada. Quien sea capaz de abrir los sentidos a la intensidad de la naturaleza pronto mejorará su estado y podrá soltar el lastre de todo lo negativo que lleva consigo.
“Es curioso que hayamos tenido que destruir los bosques y crear nuevos espacios verdes para descubrir cuánto necesitamos al árbol. Que necesitemos recurrir a la ciencia para demostrar lo que es evidente. ”
Un clima terapéutico
Bajo las copas de los árboles se crea un clima interior especial. Al contrario de lo que pasa en campo abierto, aquí hay menos humedad ambiental, menos viento y una intensidad de luz menor.
Durante un paseo por el bosque se intercambian constantemente la luz con las sombras y un relativo calor con el frescor. Estos cambios estimulantes resultan curativos en numerosas patologías, de ahí que haya muchas casas de reposo y balnearios en zonas boscosas.
El aire puro de los bosques no sólo es una maravilla para la gente sana. Los afectados por alergias, asmáticos, gente con dermatitis atópica y personas con debilidad cardiaca, consiguen buenos resultados terapéuticos gracias a la permanencia en su seno. Y todos aquellos que sufren de dolores de espalda crónicos o tienen dolores articulares debido al asfalto duro, pueden pasear por la superficie amortiguada del bosque y recuperar el placer de caminar y experimentar una auténtica regeneración de sus articulaciones.
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Doctor “verde”
La naturaleza nos es muy cercana. Lo que sucede es que no nos damos cuenta porque nos hemos cerrado completamente el camino hacia el verde debido a nuestro día a día lleno de estrés. Como contrapeso de la continua tensión diaria y del papel que debemos cumplir en la sociedad, necesitamos más que nunca de períodos de desconexión.
La experiencia en la naturaleza tiene un papel importante en este sentido. Numerosos estudios confirman lo esenciales que resultan las plantas y los árboles para nuestro bienestar corporal y psíquico.
Muy clarificador fue el “estudio de la ventana” de Roger S. Ulrich, de la Universidad de Delaware. Se observó la evolución de pacientes recién operados. Los que veían por la ventana un trozo de bosque con muchos árboles precisaron menos calmantes, estaban con mejor estado de ánimo y recibieron el alta antes que aquellos que miraban directamente a una pared de piedra o cemento.
Ulrich descubrió más tarde que pequeños paseos en la naturaleza ayudaban a bajar la tensión, a normalizar el ritmo cardiaco y a relajar los músculos.
A pesar de lo saludable que es la naturaleza para nosotros, nos hemos distanciado de ella. Nos movemos el 95% del tiempo en mundos artificiales que nos hemos creado: oficinas, centros comerciales, aeropuertos…un mundo de acero y cemento que nos cierra el paso al mundo natural. Solo un tercio de los niños actuales pueden distinguir cinco plantas aromáticas, una séptima parte conocen el nombre de cinco aves migratorias y una octava parte pueden reconocer un árbol por sus hojas.
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Protección frente al infarto y el cáncer
El contacto con la naturaleza regala a cuerpo y alma un descanso en todo tipo de climas, incluso en las estaciones más frías. Investigadores coreanos han descubierto cómo beneficia el aire del bosque al sistema cardiovascualar. 43 mujeres mayores pasearon diariamente una hora por el bosque mientras 19 lo hacían por la ciudad. Antes y después del paseo se les controlaba la tensión arterial, la capacidad pulmonar y la elasticidad de las venas.
Las mujeres que pasearon por el bosque tuvieron una baja significativa de la tensión, la capacidad pulmonar aumentó y la elasticidad de la venas mejoró. No hubo ningún cambio en aquellas que pasearon por la ciudad.
Investigadores del Nipon Medical School de Tokio descubrieron que el caminar por el bosque activaba las células defensivas killer y que ese efecto se mantenían hasta siete días después de haber hecho el paseo. Los investigadores sospechan que el efecto se debe a los llamados fitoncidas, sustancias volátiles y no volátiles producidas por plantas y árboles. Una suerte de aromaterapia natural in situ, que relaja y activa el sistema inmunitario.
Los convalecientes también deben valorar el poder curativo del bosque. Haciendo una encuesta a 335 pacientes en rehabilitación en diez centros enclavados en zonas boscosas, más de tres cuartas partes reconocieron que los paseos por el bosque eran de las cosas que más les habían ayudado a su recuperación.
La salud verde
Podemos deducir que la salud de los bosques y los paisajes está estrechamente relacionada con la salud de sus moradores. El investigador francés Marc Bonfils ha estudiado en profundidad los desastrosos efectos del desmantelamiento de la red de setos en Bretaña y otras regiones: la salud del paisaje, el ganado y los cultivos se ven afectadas (descenso de pluviometría, erosión, adversidades climatológicas, aumento de las plagas y enfermedades…).
Pero la deforestación tiene también efectos directos a nivel físico y espiritual sobre el ser humano: “La salud humana y también el clima social de los pueblos han sido perturbados con la destrucción de la red arbolada por la concentración parcelaria. Las relaciones entre los agricultores se han degradado y han degenerado a veces en violentos conflictos. La tasa de suicidios aumenta. En cuanto a los paisajes, antaño variados y acogedores, se han convertido en austeros e inhóspitos” (M. Bonfils, Les haies). No parece sencillo establecer una relación matemática entre aquellas causas y estos efectos, sin embargo, cada vez resulta más evidente que los efectos de los árboles sobre la salud psíquica de los hombres son profundos.
Crecer con los árboles
A un nivel global, diríamos que es la salud planetaria la que influye sobre nuestra propia salud, bienestar, economía… De ahí la importancia del árbol por sus funciones como guardián de distintos equilibrios. Pero existe una relación mucho más directa entre la presencia de árboles y la salud humana. Es cierto, los esquimales pueden vivir toda su vida sin ver un solo árbol. Pero cada vez se demuestra científicamente de forma más clara el efecto benéfico de crecer con árboles. Un hecho bien conocido ya por Hipócrates, que enseñaba y curaba bajo un enorme plátano.
Recientes investigaciones avalan las funciones del árbol en la salud física y psíquica de los hombres. Los paisajes urbanos sin árboles propician una mayor angustia, tristeza, irritación o estrés. Incluso con criterios empresariales se utilizan las plantas y los árboles porque favorecen el bienestar y la concentración y se aconseja su presencia en los puestos de trabajo para aumentar la productividad y el bienestar.
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Vitamina G
También se ha demostrado mediante estudios científicos los efectos de los árboles sobre los niños que en un entorno arbolado desarrollan más rápidamente capacidades cognitivas y mejoran su aprovechamiento escolar. Y, en general, su efecto benéfico en las ciudades se traduce incluso por una reducción de la criminalidad.
Las personas enfermas y los ancianos que pasan tiempo en los parques naturales duermen mejor, precisan menos medicación y están más tranquilos
Por su parte, en Suecia, Grahn ha realizado investigaciones sobre la importancia de los parques en la ciudad, demostrando la función sobre la salud de enfermos y ancianos que pasan tiempo en estos espacios y se sienten más felices, duermen mejor, precisan menos medicación y están más tranquilos. Se continúa estudiando a niveles muy diferentes, y de forma coloquial se ha denominado “vitamina G” (que nada tiene que ver con la B2 que también recibe este nombre) al conjunto de efectos benéficos de los espacios verdes que tanto influyen en nuestro bienestar.
Las investigaciones de la doctora Fraces Kuo del Laboratorio de Paisaje y Salud de la Universidad de Illinois demuestran también el efecto de estos espacios sobre la sociedad, que no están tan relacionados con el hecho de salir al aire libre para hacer ejercicio como con la simple contemplación de estas áreas verdes que ayudan a restaurar la mente cargada. Menor delincuencia y conflictividad y mayor sentido comunitario son algunos de los beneficios y sus investigaciones han servido ya para que la ciudad de Chicago apueste por una inversión muy significativa en estos espacios.
La dulce paz de los bosques
Es curioso que hayamos tenido que destruir los bosques y crear nuevos espacios verdes para descubrir cuánto necesitamos al árbol. Que necesitemos recurrir a la ciencia para demostrar lo que es evidente. Y en este sentido merece la pena también que valoremos la experiencia emocional y espiritual que nos lleva a admirar los árboles del parque o del bosque de un modo tan natural como lo hacen los niños.
La inspiración científica y poética ha anidado siempre al pie de los árboles para los poetas y filósofos de todos los tiempos. Los beneficios espirituales que percibimos, casi siempre de forma inconsciente, nos hacen regresar una y otra vez a la dulce paz de los bosques. Y el bosque nos proporciona también arraigo y querencia, identificación. Y siempre que nos adentramos para buscar la inspiración o resolver una difícil cuestión, terminamos entendiendo que en los bosques no se encuentran respuestas, tan solo algunas certezas y muchas más preguntas.
Por todo esto y seguramente mucho más, merece la pena implicarse y tomar la iniciativa para recuperar los árboles en la ciudad y en los campos. Trabajar en este sentido retomando la iniciativa y participación ciudadana en un tema que nos corresponde por derecho y por responsabilidad.
Decía Forges en una de sus inolvidables frases: “Haz mundo, planta árboles”. Nos gustaría también añadir: ¡Haz futuro, planta árboles! Porque el futuro crece sobre las raíces del presente y es más necesario que nunca tejer y retejer las delicadas tramas de la vida y en algunos casos, desgraciadamente, recomenzarlas desde el principio. Un futuro con árboles es el patrimonio en deuda a las generaciones que vendrán.