El hombre llegó a la Luna en 1969 y David Latimer puso el tapón a su terrario en 1972. Desde entonces no lo ha regado una sola vez. De modo que el jardín “embotellado” ha cumplido ya sus cuatro décadas de total “autosuficiencia”.
Carlos Fresneda
“El jardín funciona como un auténtico ecosistema, sin pérdida alguna de agua y gracias al milagro de la fotosíntesis”, explica el jardinero “fiel” de 80 años y afincado en Surrey, al sur de Londres. “El oxígeno creado por la planta humedece el ambiente y genera un efecto parecido a la “lluvia”. Las hojas que caen a la tierra crean dióxido de carbono y los nutrientes, que luego absorben las raíces… Es el ciclo perfecto de la vida, contenido en una botella”.
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El terrario se remonta realmente a 1960, cuando plantó cuatro especies. Sobrevivió tan sólo una, la Tradescantia, también conocida como “siempreviva” y “amor de hombre” (por su resistencia y por su afán colonizador). La regó una sola vez, y ya entonces se dio cuenta de la capacidad prodigiosa del jardín “embotellado” para mantener la humedad.
La última vez que le puso agua, Ted Heath era el primer ministro británico y Richard Nixon estaba aún en la Casa Blanca. Ese mismo año estalló precisamente el escándalo Watergate. Parece que fue ayer…
Sin premeditación alguna, simplemente observando, David Latimer se dio cuenta de que lo mejor que podía hacer era no interferir en su pequeño “ecosistema”, emplazado en el interior de su casa y a dos metros de una ventana.
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“Mi único trabajo ha consistido en girar periódicamente la botella, para que le dé el sol por todos los lados y la planta crezca más o menos uniformemente”, asegura. “Tampoco me ha hecho falta podarla: creo que ha sabido adaptarse a sus propios límites. Es decididamente una planta bajo mantenimiento”.
«El jardín funciona como un auténtico ecosistema, sin pérdida alguna de agua y gracias al milagro de la fotosíntesis».
La Tradescantia debe su nombre científico a un naturalista y jardinero inglés, no podía ser menos. John Tradescant la introdujo en Europa como planta ornamental, herbácea y perenne, entre numerosas especies norteamericanas. Desde entonces, en algunas de sus 74 variedades, tiene fama de planta “invasora”, aunque los cherokees la apreciaban por sus propiedades mágicas y se suele usar como bioindicador para detectar la presencia de mutágenos en el medio ambiente.
David Latimer la eligió a conciencia en la primera fase de su terrario, plantado en esa botella usada en tiempos como contenedor de ácido sulfúrico. “En aquellos momentos, la industria química empezó a transportar sus materiales en botellas de plástico y era muy fácil encontrar grandes y prodigiosas botellas de cristal”, recuerda el jardinero, que se apuntó a la fiebre hippie de los terrarios en los años sesenta e intentó cultivar todo tipo de plantas.
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La Tradescantia sobrevivió a las modas, y Latimer cree que gran parte del secreto está en la tierra, enriquecida con compost y abonada durante varios meses. Fiel a su costumbre, el jardinero suele hablarle con cariño a la panta desde el otro lado del cristal, mandándola mensajes de aliento e intentando indagar en su vida oculta.
Hasta hace la poco la tenía en casa como un preciado tesoro, despertando como mucho la curiosidad de familiares y amigos. Un día se le ocurrió tomarse una foto, como genio recién salido de su botella, y llevarla al programa de la BBC 4 Gardener’s Question Time. El presentador y jardinero Chris Beardshaw no podía creer lo que veían sus ojos. La planta fue examinada por un equipo de científicos que certificaron que allí dentro estaba contenido un perfecto ecosistema.
«Gracias a las plantas, las estaciones espaciales podrían ser autosuficientes: no hay nada mejor para limpiar el aire y mantener la vida»
Desde el año 72, cuando Nixon puso en marcha el programa del trasbordador espacial, Latimer jura que no ha vuelto a quitar el tapón, por miedo a alterar el equilibrio de su botella… “No me extraña que la NASA esté tan interesada en llevar las plantas al espacio. Gracias a ellas, las estaciones espaciales podrían ser autosuficientes: no hay nada mejor para limpiar el aire y mantener la vida. Lo único que les hace falta es la energía del sol; ellas mismas se encargan del resto”.
El jardinero jubilado quiere dejar su “ecosistema” embotellado en herencia a sus nietos. Tras su aparición en la BBC 4 y en las páginas del Daily Mail, la Sociedad Real Horticultural ha llamado también a las puertas del octogenario campechano de Surrey y ha mostrado su grandísimo interés en la botella “mágica”.
Bob Flowerdew, jardinero orgánico, se ha atrevido sin embargo a criticar a su colega y a cuestionar la repentina fascinación mediática: “No es nada del otro mundo: una planta que se mantiene a sí misma sin interferencia humana, como ocurre todos los días en el mundo vegetal”.
Latimer admite que, al fin y al cabo, se trata de un experimento que no prueba nada, más allá de la mítica resiliencia de la Tradescantia… “Pero soy curioso por naturaleza, y me fascina saber cuánto tiempo más podrá durar”.
Fuente: El correo del sol