Según el Informe Brundtland elaborado para la ONU en el año 1987, se define la sustentabilidad como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones.
Daniela Valdés Ortíz / Fotografías de Alejandro Gálvez y Ecoferia
Hace frío en la Aldea del Encuentro, son las 7:30 AM de un sábado de invierno, 6 grados dice el marcador. En el sector destinado por la Municipalidad de la Reina para la Ecoferia, la señora Janet prepara los puestos para los productores y comercializadores que están por llegar. Las primeras, Carmen Ruiz-Tagle de la Granja Biodinámica El Molino y Leslie Vergara, de Canasta Viva.
Así comienza la jornada de trabajo de la Ecoferia de La Reina, llueva, truene o haya un sofocante sol, todos los sábado y miércoles al interior de la Aldea del Encuentro de la comuna de La Reina.
“La Ecoferia es producto de la feliz adopción de un proyecto creado por dos valiosas mujeres que pusieron los cimientos de un sistema de comercialización realizada a escala humana, en donde el centro de atención y los engranajes que permiten su funcionamiento son: la voluntad y deseo de proveer alimentos sanos, el deseo férreo de proteger la naturaleza y los recursos naturales”, nos dice con pasión el Directorio de la organización.
Golde Waisman y Carmen Ruiz-Tagle visualizaron una oportunidad al unir sus ideales, Golde ya había visto algo parecido en Nueva York y Carmen, junto a toda su familia, lleva más de 18 años trabajando en base la Agricultura Biodinámica (agricultura ecológica basada en las teorías de Rudolf Steiner, fundador de la antroposofía). Nace entonces la Ecoferia de la Reina como la respuesta a una tendencia, que 6 años después, crece y se consolida.
Desde que se inicia el proyecto, la Ecoferia ha recibido a más de 100 diversos productores y comercializadores de productos orgánicos y/o naturales. No exento de dificultades, su proceso de crecimiento se encaminó naturalmente en dejar de ser una iniciativa privada, para convertirse en una Asociación Gremial donde los mismos agricultores, productores y comercializadores, son propietarios y constructores del proyecto.
Hoy la Ecoferia cuenta con 32 puestos donde podemos encontrar a personas del Norte, Sur y Centro del país, presentes con el fin de poder comercializar y difundir un trabajo de esfuerzo, principalmente familiar. Los productos que aquí se ofrecen son variados, podemos encontrar frutas y verduras endémicas como Quínoa, Maqui, Digüeñes, Changles, Milwen Michay, Papas Topinambur y por supuesto los infaltables de nuestra cocina: Limones, Zapallos, Acelgas, Tomates, Manzanas y todo tipo de vegetales que llenan este lugar de colores, aromas y sabores para todos los paladares.
Su oferta es diversa y amplia, suficiente para cumplir con buena parte de la pirámide alimenticia, garantizando productos libres de pesticidas y herbicidas, que deben ser cultivados y regados en tierras libres de agro-tóxicos y fertilizantes químicos, proceso de limpieza que requiere tres años como mínimo, tal como lo exigen los estándares de productos orgánicos internacionales. (Ver recuadro).
“La Ecoferia y sus asociados ya han sorteado las distintas etapas de certificación y no comercializa productos frescos que no estén certificados”, según nos indica Mónica Erpel.
Para poder cumplir y explicar a los clientes los estándares de la agricultura orgánica, la Asociación ha creado una tabla con las diversas etapas por los que pasa un producto antes de ser definitivamente orgánico (recuadro), en este sentido se siente responsable de sus consumidores y se han propuesto una auto-fiscalización permanente para sus asociados “convirtiéndose entonces en un sistema que responde a la Ley 20.089”.
Los agricultores deben informar a sus consumidores mediante una pizarrita ubicada en cada verdura o fruta, el estado en que se encuentra ese producto T1, T2 u Orgánico (Ver recuadro). La Ingeniera Agrónoma, Antonia Izquierdo, es la encargada de visitar a los agricultores en sus predios y constatar que las certificaciones estén al día, además de comprobar visualmente que los procesos cumplen con los estándares exigidos.
Esta forma de cultivo que caracteriza a la agricultura orgánica y biodinámica dista de la agricultura industrial que elige una producción como la transgénica, por ejemplo, pero que según Iván Santandreu, vocero de Chile sin Transgénicos, provoca daños irreversibles.
Mónica Erpel, agrónoma, nos explica que en Chile “lamentablemente las políticas públicas no acompañan a los agricultores y productores orgánicos, por lo que las leyes y reglamentos entorpecen el crecimiento de estas iniciativas” o no permiten un desarrollo suficiente para que otros agricultores se sumen a esta cruzada.
“Chile tiene el lema de Chile Potencia Agroalimentaria donde su norte es la exportación. Existe un escaso conocimiento de parte de las autoridades acerca de la sustentabilidad en sistemas productivos y muchas veces los profesionales involucrados en algunas iniciativas tiene muy poco interés y expertise en el tema, por lo que rápidamente las iniciativas se diluyen y no se proyectan en el largo plazo”.
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Salvaguardando el origen
“Yo creo que es muy importante tener claro el origen de lo que uno consume, de dónde viene, cuáles fueron sus formas de trabajo, yo trabajo por el ejemplo con un trigo biodinámico que se ha desarrollado por más de 18 años, para mí es un honor trabajar con un producto así. Que ese producto llegue a las mesas de las personas en forma de pan, de empanada, de galletas. Es muy importante salvaguardar ese término Origen. El origen de las cosas, nuestro origen, América Latina tiene un gran origen alimentario y eso es lo que tenemos que guardar hoy día. Dejar de pensar que es una moda… ¡No! … Se olvidó solamente. Hoy está presente”, señala Marcela Meza del Emporio Orgánico.
Hay pocas actividades más entretenidas para niños y adultos que ir a la Feria, un momento de distención, de relajo y entrega de cariño. Ser reconocido por el casero y tener una conversación cordial mientras nos ofrece la mejor y jugosa naranja, son recuerdos que quedan imborrables en nuestra conciencia infantil. Este recuerdo trivial de nuestra niñez es hoy la antesala de un concepto que se arraiga con fuerza, el Comercio Local. Aquel comercio que se desarrolla a partir de producciones cercanas, locales, regionales, atención personalizada y por ende, una baja huella de carbono. La Ecoferia es un buen ejemplo de cómo el comercio local si tiene posibilidades en una urbe donde el retail ha invadido sus calles, siendo una real alternativa a los impersonales centros de distribución masiva.
“La Ecoferia revitaliza el concepto de feria que existía hace algunos años, en el cual eran los propios productores los que llevaban y ofrecían sus productos en algún punto de comercialización. Al privilegiar la venta directa, se genera un proceso doblemente valioso. Por un lado se recompensa a quien ha estado a la cabeza de un sistema productivo y ha aportado temporada a temporada sus recursos y esfuerzo junto a su familia y trabajadores, y por otro se fortalece el vínculo entre el productor y el cliente, el cual permite introducir al consumidor en el mundo agrícola, mundo tan desconocido para aquellos que viven en la ciudad.”
Más que un intercambio comercial
Ya han pasado dos horas desde la apertura de la Ecoferia y en el fondo suena una agradable voz, es la música en vivo que acompaña todas las jornadas y que hace aún más armoniosa la compra. Sus organizadores entienden su rol educador y convocador al intercambio de ideas, por ello se realizan charlas gratuitas de las más diversas temáticas del mundo orgánico y ecológico, desde información de cómo usar brotes en nuestra alimentación, hasta talleres de cómo hacer compostaje en nuestra casa o de que se trata un sistema de vida sustentable.
Para todos los ecoferiantes entrevistados, lo más valioso de participar en la Ecoferia es que esta experiencia se ha convertido en algo mucho más que un mero intercambio comercial. La relación con los clientes, sus hijos, familiares e inclusive mascotas, ha generado lazos que se han mantenido en el tiempo hasta crear amistades para la vida y una responsabilidad con su salud y alimentación.
Este enriquecedor ambiente ha impulsado a los ecoferiantes a un fuerte y transparente compromiso con sus clientes, entregan su mayor esfuerzo para ofrecer sus mejores productos, el más sano, aunque esto signifique cosechar el mismo sábado antes de abrir. “Nos levantamos a las 6:30 para ir a las ecoferia, algunas veces cosechamos en la mañana para que las verduras lleguen más frescas”, dice Diana de Álamo Orgánico.
Carlos Vargas y su esposa Mabel, dueños de Granja Budi Natural, los únicos agricultores orgánicos certificados de la Araucanía, viajan todos los viernes 800 kilómetros en bus. Su máximo disfrute “cuando un cliente me felicita por el beneficio y la calidad de nuestros productos”.
Poder trabajar en sus propias producciones no ha sido gratuito, si bien se valora estar más cerca de la familia y administrar su tiempo, también han debido sortear las críticas, el miedo a lo desconocido y a los bajos ingresos. Finalmente entender que ese trabajo es un aporte para la sociedad, propicia que toda lucha se convierta en perseverancia y la crítica se convierta en apoyo.
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Trabajando de Sol a Sol
Para la gran mayoría de agricultores y productores, la Ecoferia es el único o mejor canal de comercialización y difusión esta plataforma de venta. Se convierte entonces en el ingreso más importante de la familia y lo que sostiene su producción semanal.
Nicole Pernar de la Granja Orgánica Alihuen-El Junco de Melipilla, nos cuenta que es agricultora orgánica desde el año 1994. “Hice domicilios 10 años, luego se abrieron las tiendas orgánicas y en la Ecoferia estoy desde el 2010. Es un punto de encuentro con otros agricultores y con el público. Hay intercambio de ideas y proyectos, apoyo y retroalimentación”.
La producción orgánica se caracteriza por una rutina sacrificada, necesariamente requiere una elaboración que podríamos llamar lenta, pero que finalmente permite que la naturaleza sea el regulador del ecosistema. “Se busca replicar los sistemas naturales para mantener el equilibrio”, dice la agrónoma Mónica Erpel, Renato Gatica de Sabores del Monte, Melipilla, el día parte al alba para aprovechar la luz al máximo, “en invierno por la salida tardía del sol es más relajado. La ordeña es lunes y martes a las 8:00 de la mañana, una sola ordeña el resto de la tarde los terneros están con sus madres. Procesamos la leche y hacemos un poco de trabajo en la huerta hasta las 12:00, almuerzo hasta las 13:30 y en la tarde seguimos en el huerto, cosechamos y preparamos nuestros productos para ir a la Ecoferia el miércoles. Por la mañana envasamos, en verano por la gran cantidad de productos podemos terminar a las tres de la mañana. El miércoles ordeño a las 5:00 de la madrugada, para salir a las 6.30. Mi mujer viaja conmigo a Santiago, luego paso a dejar mis productos a algunos clientes y llego a la Ecoferia a las 9:00. Llego a casa a las siete de la tarde, guardamos vacas y gallinas y tal vez una vuelta por la noche para asegurarnos que todo ande bien”.
A las 15:30 ya casi todos se han ido, quedan un par de ecoferiantes rezagados, aquellos que deben guardar sus productos con cuidado. La Sra. Janet y sus hijos están a cargo de guardar mesones, sillas y dejar el lugar impecable para la próxima feria. Julia Franco coordina las Huertas Urbanas, quienes al término de la Ecoferia pasan a retirar todos los desechos orgánicos para el compost de las Huertas de la Aldea del Encuentro. A lo lejos “Hasta luego Sra. Janet, nos vemos el miércoles…Chaíto, nos vemos.”