Patricia May
La violencia, la destrucción que ha emergido en nuestro país es potente y contagiosa, muchas personas están deprimidas y angustiadas con un sentimiento de impotencia ante esto.
No es el momento de darse por vencido, tampoco de permitir ser inundado por emociones de rabia, miedo, ira porque éstas sólo estimulan más y más las pulsaciones básicas e inconscientes, se trata se reconocerlas en uno mismo, abrazarlas como algo que emerge, que está ahí, pero que no nos inunda ni nos identifica.
¿Cuáles son los antídotos a la violencia y la agresión?
Por una parte, trabajar una serenidad interior, un estado de ecuanimidad para no ser tomado por emociones extremas. Uso la palabra «trabajar» porque esto no ocurrirá automáticamente como caído del cielo, es más estamos en un momento de extrema dificultad para practicar la paz interior como base de nuestra acción en el mundo, necesitamos mucha reciedumbre interior y una práctica diaria para poder sostenernos en un centro que no sea tomada por la ira, el miedo, la angustia.
¿Qué práctica? cosas simples como darse un tiempo de quietud antes de comenzar el día, 10 minutos de focalizar la mente en la respiración, aunque ésta tienda volver a saltar de acá para allá, volver a la respiración.
Durante el día, realizar con un sentido de atención, amor y servicio las actividades diarias.
Hacer «pausas sagradas” cada cierto tiempo, parando la actividad y volviendo a conectar con la respiración y un estado de presencia.
No dejarse contaminar por las redes.
Nutrirse de contenidos que nos permitan reflexionar la situación del país con una altura de miras y bien mayor.
Por otra parte, practicar la buena voluntad, la amabilidad, el encuentro humano, la solidaridad, el buen corazón en nuestras acciones y actitudes cotidianas.
Ser un núcleo de irradiación de paz y buena voluntad que vaya permeando el ambiente.
Practicar, vivir consciente de lo que se emana. Saber que en cada ser humano hay un centro poderoso de amor, creatividad y sabiduría.
Que eso nos sostenga, y oriente cada día.