Uno de los grandes legados que dejó el psiquiatra y escritor chileno Claudio Naranjo fue su visión de la educación como un proceso liberador, tanto en el ámbito personal como social. Una invitación sincera y profunda para repensar las estructuras educativas tradicionales, buscando una forma de aprendizaje que fomente la libertad interior, el autoconocimiento y el desarrollo emocional. Porque a su juicio la educación no solo es un derecho fundamental de los seres humanos, sino también una necesidad imperiosa para la transformación de la sociedad en su conjunto.
Psiquiatra, escritor y maestro espiritual chileno, Claudio Naranjo (1932-2019) es reconocido a nivel mundial por su contribución a la psicoterapia Gestalt, el eneagrama de la personalidad y la educación transformadora. Luego de décadas de investigación en este último punto, reforzó una visión que iba más allá de la mera transmisión de conocimientos y habilidades técnicas, sino con foco en un camino de autoconocimiento, integración y expansión de la conciencia.
Como parte de esta ruta, en 1969 fue nombrado asesor para el Centro de Investigación de Política Educativa, creado por Willis Harman como parte del SRI (Stanford Research Institute). “Desde finales de los años noventa he asistido a muchas conferencias sobre educación y he procurado influir en la transformación del sistema educativo en varios países desde la convicción que nada es más esperanzador respecto a la evolución social que el fomento colectivo de la sabiduría individual, la compasión y la libertad”, señaló Claudio Naranjo en su autobiografía. Una mirada que logró plasmar en su libro “Cambiar la educación para cambiar el mundo”, concebido inicialmente como un estímulo para los profesores formados en el Programa SAT, como parte de un plan de estudios suplementario de autoconocimiento, reparación de las relaciones y cultura espiritual.
“Prefiero, personalmente, hacer hincapié en el ‘desarrollo’ y decir que si continuamos como gusanos, rehusando convertirnos en mariposas, acabaremos destruyendo nuestro medio ambiente y devorándonos los unos a los otros. (…) Hoy en día el crecimiento del poder de que puede disponer el ser humano amplifica los efectos de los fallos que comete en su ejercicio, y las consecuencias resultan inevitables para una población que amenaza con sobrepasar los límites de capacidad del planeta. En todo ello no podemos dejar de ver la expresión de una psique desarrollada sólo de un modo muy incompleto”, explica Claudio Naranjo en su libro.
A grandes rasgos, su crítica hacia el sistema educativo convencional se centró en su carácter mecanicista y autoritario. Según él, la educación actual no forma seres humanos plenos, sino individuos alienados que perpetúan modelos de vida basados en la competencia, el miedo y la desconexión con su verdadero ser. Esta educación, en lugar de liberar, refuerza condicionamientos inconscientes que limitan el desarrollo personal y colectivo.
La educación debía centrarse en la expansión de la conciencia, entendida como la capacidad de percibir, comprender y transformar la propia experiencia. Desde esta perspectiva, aprender no es solo acumular información, sino despertar una comprensión más profunda de uno mismo y del mundo.
Porque para Naranjo, la educación debía centrarse en la expansión de la conciencia, entendida como la capacidad de percibir, comprender y transformar la propia experiencia. Desde esta perspectiva, aprender no es solo acumular información, sino despertar una comprensión más profunda de uno mismo y del mundo. “Otro aspecto de una educación centrada en el desarrollo de la capacidad amorosa es el transpersonal o espiritual”, explica en su libro: “La mitad de cuanto podemos hacer a este respecto consistiría en promover el desmoronamiento del ‘ego’, enseñar a trascender el propio carácter y ofrecer ayuda para atravesar el proceso de liberación de los obstáculos interiores. La otra mitad debería centrarse en el cultivo de aquellas cualidades que constituyen el objetivo de toda forma de meditación, pues es bien sabido, y así lo predican todas las religiones, que el amor fluye naturalmente de la experiencia mística”, recalcó.
En este punto, plantea que desarrollo de la conciencia implica los siguientes pasos:
- Autoconocimiento: La educación debe fomentar la exploración interior, permitiendo a los individuos reconocer sus patrones de pensamiento, emociones y comportamientos. En este punto, destacaba el eneagrama como una herramienta clave, ya que ayuda a identificar estructuras de la personalidad y sus automatismos.
- Integración de la inteligencia tridimensional: A su juicio hay de tres formas de inteligencia: la intelectual (mente), la emocional (corazón) y la instintiva (cuerpo). Una educación basada en la conciencia debe equilibrar y desarrollar estas dimensiones, en lugar de privilegiar solo la capacidad racional.
- Presencia y atención plena: La conciencia no es solo conocimiento intelectual, sino una forma de estar en el mundo con mayor atención, sensibilidad y apertura. La educación debería incluir prácticas como la meditación, la reflexión y la autoobservación para cultivar esta presencia.
- Transformación del maestro: Para él, un punto fundamental, porque para que la educación sea un proceso de despertar de la conciencia, el maestro no debe limitarse a transmitir información, sino convertirse en un facilitador del crecimiento personal. Su propia conciencia y autenticidad son fundamentales para guiar a los estudiantes en su desarrollo.
Libertad y comunidad
Es importante mencionar que para el psiquiatra e investigador, solo una educación basada en la conciencia puede generar individuos creativos, compasivos y responsables, capaces de construir una sociedad más humana y armónica. Es por eso además que, a su juicio, la verdadera libertad no puede ser alcanzada a través de un cambio superficial o de normas externas. La libertad hacia la que debe aspirar la educación está profundamente vinculada a la libertad interior, es decir, a la capacidad del individuo para liberarse de sus condicionamientos, traumas y miedos.
Por eso, el sistema educativo debe ser una herramienta que facilite el autoconocimiento, el entendimiento de los propios procesos emocionales y mentales, y la superación de los conflictos internos.
Naranjo también subraya en esa línea la importancia de crear ambientes de aprendizaje que promuevan la autenticidad y la empatía, donde tanto maestros como estudiantes se vean como seres humanos en proceso, sin la presión de cumplir con expectativas rígidas. Porque la educación hacia la libertad, debe ser un espacio donde las emociones y las experiencias del ser humano sean tomadas en cuenta y respetadas, permitiendo que el estudiante se sienta libre para expresarse, experimentar y equivocarse.
“Creo que el cambio ideal y definitivo habría de requerir, como es lógico, una nueva educación de los educadores: la vida sólo procede de la vida, y la madurez solamente de personas que a su vez han madurado, sobre todo cuando lo que se trata de transmitir es una formación integral y estrictamente humana”, explica.
Es por esto que se vuelve esencial el trabajo con la inteligencia emocional, una dimensión que, según Naranjo, debería ser parte integral del currículo educativo. Al desarrollar una conciencia emocional y una mayor capacidad para manejar las propias emociones, los estudiantes logran una mayor libertad interior que los prepara para interactuar de manera más saludable y constructiva con el mundo.
Esto último no solo en beneficio del alumnado o el profesorado, sino que una educación de calidad repercute en beneficio de la sociedad en su conjunto. “Puede decirse que una educación orientada al individuo entero está de por sí orientada hacia una totalidad más vasta, es ‘una educación para un mundo unificado’ (…) Ésta es una idea inspiradora: si nos hacemos conscientes de lo mucho que necesitamos una educación orientada hacia la paz y hacia la unidad mundial, tal vez esa conciencia pueda suscitar la capacidad de contribución creativa correspondiente a esa finalidad”, señala en su libro.
Esto porque, finalmente acentúa que un individuo no puede verdaderamente considerarse completo si carece de una visión global del mundo, si no posee un sentimiento de hermandad. O en sus palabras: “Necesitamos una educación que lleve al individuo hasta ese punto de madurez en el que, elevándose por encima de la perspectiva aislada del propio yo y de la mentalidad tribal, alcance un sentido comunitario plenamente desarrollado y una perspectiva planetaria. Necesitamos una educación del yo como parte de la humanidad, una educación del sentimiento de humanidad”.
Les invitamos a profundizar un poco más en la visión de Claudio Naranjo sobre la educación, en una reveladora entrevista publicada en la Edición de Enero/Febrero de 2015 de Revista Mundo Nuevo (páginas 12 y 13). Porque a través el legado de Claudio Naranjo nos invita a repensar la educación como un proceso de transformación interior, donde el verdadero aprendizaje es el despertar de la conciencia y el florecimiento del ser.
Fuentes:
“Cambiar la educación para cambiar el mundo”; Claudio Naranjo (2004)

Claudio Naranjo (Valparaíso, 24 de noviembre de 1932-Berkeley, California, 12 de julio de 2019) estudió música, medicina y psiquiatría en Chile y psicología en Harvard. Aprendió Terapia Gestalt con Fritz Perls y formó parte del equipo original del Instituto Esalen en la década de los 60. El Dr. Naranjo era presidente honorario de tres Institutos Gestalt, miembro del Instituto de Investigaciones Culturales de Londres y del Club de Roma. Es considerado uno de los pioneros de la psicología transpersonal.