Prestigiosos científicos expertos en campos electromagnéticos artificiales y en salud presentaron la Declaración Científica Internacional de Madrid el pasado mes de septiembre y denunciaron que “la exposición a altas y bajas frecuencias generadas por aparatos eléctricos e inalámbricos y dispositivos por radiofrecuencia como móviles, wifis, antenas y otros sistemas generan una situación indiscutible e insoslayable de impacto en la salud pública” que hay que legislar, proteger y dar a conocer a la opinión pública sin más demora.
Elizabeth Kelley, directora de la comunidad científica EMFscientist.org, y autora del llamamiento realizado en 2015 por 240 científicos a la ONU y la OMS, señaló que miles de estudios documentan que los dispositivos inalámbricos pueden producir estrés celular, aumento de radicales libres, cambios en el sistema reproductivo, daños en la memoria y el aprendizaje, trastornos neurológicos y del bienestar humano, daños genéticos y cáncer. Todos estos daños, que ya han convertido a un 3% de la población en electrosensible, síndrome que sigue en aumento, pueden hacer que otras patologías se cronifiquen ya que los campos electromagnéticos pueden deteriorar el buen funcionamiento del reloj biológico alterando el sueño y a medio/largo plazo contribuir a desarrollar trastornos severos como alteraciones metabólicas, diabetes tipo II, Alzheimer, Parkinson y cáncer.
Por este motivo se pidió bajar los niveles de exposición ciudadana a 0,1 µW/cm2, e ir reduciéndolos consecutivamente a 0,01 µW/cm2, niveles considerados más seguros y suficientes para garantizar una buena calidad de cobertura de redes inalámbricas.