¿Qué tiene que ver la experiencia de éxito en nuestro nacimiento con nuestros éxitos posteriores en el trabajo y en nuestra profesión? Para Bert Hellinger, el filósofo y terapeuta alemán, quien consiguió vincular a su madre en su nacimiento de manera plena, tendrá éxito y será feliz. En la medida en que se rechaza a la madre se rechaza también la vida, el trabajo y la profesión. Del mismo modo y en la misma medida, vida, trabajo y profesión lo rechazan a él.
Bert Hellinger
El éxito primero y decisivo para nuestra vida fue nuestro nacimiento. Lo conseguimos mejor y con las más vastas consecuencias si vinimos al mundo por nuestras propias fuerzas, sin intervenciones del exterior. Aquí tuvimos que demostrar por primera vez nuestra capacidad para imponernos, y este éxito actúa durante toda la vida. De esa experiencia obtenemos también la fuerza para imponernos con éxito más adelante.
¿Estoy yendo demasiado lejos? ¿Qué tiene que ver esta experiencia de éxito en nuestro nacimiento con nuestros éxitos posteriores en el trabajo y en nuestra profesión? ¿Depende realmente, en gran medida, nuestro éxito posterior de éste éxito primero?
¿Cómo se comportan más tarde un niño y un adulto que llegaron al mundo a través de una cesárea o que tuvieron que ser traídos a la vida con fórceps? ¿O si llegaron al mundo prematuramente y tuvieron que pasar las primeras semanas, o incluso meses, en una incubadora? ¿Cómo serán más tarde sus autonomías y su capacidad para imponerse?
Está claro que los efectos de estas primeras experiencias pueden superarse más adelante, al menos parcialmente. Como de todo lo difícil y pesado, podemos obtener también de ellas una fuerza especial.
No obstante, al mismo tiempo ponen límites y se convierten en un desafío que conseguiremos superar antes si reconocemos sus raíces y recuperamos posteriormente, a menudo con ayuda exterior, aquello que de otro modo nos faltaría.
Encontrar y tomar a la madre
El siguiente acontecimiento decisivo en el éxito es el movimiento hacia la madre, ahora como un otro, que nos acerca a su pecho y nos nutre. Con su leche tomamos la vida fuera de ella.
¿Qué nos hace exitosos en este caso y nos prepara para los éxitos posteriores en la vida y en el trabajo?
Hay que tomarla como fuente de nuestra vida, con todo lo que fluye de ella hacia nosotros. Con ella tomamos nuestra vida. Tomamos a la vida como un todo en la medida en que tomamos de nuestra madre.
Este tomar es activo. Hemos de sorber para que su leche fluya. Hemos de llamar para que venga. Hemos de alegrarnos de lo que nos regala. Ella nos hace ricos.
¿Dónde empieza nuestro éxito? Empieza con nuestra madre. ¿Cómo llega a nosotros el éxito? ¿Cómo puede venir? Llega cuando nuestra madre puede venir a nosotros, y cuando nosotros la honramos como tal.
Más tarde, en la vida, se demuestra: quien consiguió tomar de ese modo pleno a su madre, tendrá éxito y será feliz; pues tal como a se coloca uno frente a su madre, así se enfrenta a su vida y a su profesión. En la medida en que rechaza a su madre, rechaza también la vida, su trabajo y su profesión. Del mismo modo y en la misma medida, vida, trabajo y profesión lo rechazan a él.
Tal como uno disfruta de su madre, disfruta del mismo modo de su vida y de su trabajo. Así como su madre le da y lo hace cada vez más a medida que él toma de ella con amor, así también su vida y su trabajo le regalan, en la misma medida, el éxito.
Quien tiene reservas contra su madre, las tiene también contra la vida y contra la felicidad. Tal como su madre se aparta de él a consecuencia de sus reservas y su rechazo, así se retiran de él la vida y el éxito.
¿Dónde empieza nuestro éxito? Empieza con nuestra madre.
¿Cómo llega a nosotros el éxito? ¿Cómo puede venir? Llega cuando nuestra madre puede venir a nosotros, y cuando nosotros la honramos como tal.
El movimiento hacia la madre
Al tomar de la madre, se interpone en el camino de muchas personas, una experiencia precoz, ya que vivieron una separación temprana de ella. Por ejemplo, si los entregaron por una temporada, o si la madre estuvo enferma y tuvo que ir a reponerse, o si ellos estuvieron enfermos y ella no podía visitarlos. Esta experiencia tiene como consecuencia un cambio profundo en la conducta.
El dolor de la separación y el desamparo sin ella, la desesperación de no poder ir hacia ella cuando tanto se la había necesitado, conduce a una decisión interior. Por ejemplo: «Renuncio a ella.», «Me quedo solo.», «Me mantengo distante de ella.», «Me aparto de ella».
Más tarde, cuando esos niños pueden volver a la madre, a menudo se sustraen a ella. Por ejemplo: no se dejan tocar por ella, se cierran ante ella y ante su amor. La esperan en vano y cuando ella trata de acercárseles y tomarlos en brazos, ellos la rechazan internamente, y a menudo, también externamente.
Las consecuencias de un movimiento hacia la madre interrumpido
El movimiento hacia la madre interrumpido tempranamente tiene consecuencias de peso para la vida posterior y para el éxito. ¿Cómo se ve esto en detalle?
Cuando tales niños más tarde quieren ir hacia alguien, por ejemplo, hacia una pareja, sus cuerpos recuerdan el trauma de la separación precoz. Entonces se detienen en su movimiento hacia ella. En lugar de ir hacia la pareja, esperan que sea ella quien vaya hacia ellos. Cuando ésta realmente se acerca, a menudo les cuesta soportar su cercanía. La rechazan de una u otra manera en lugar de darle la feliz bienvenida y tomar. Sufren por ello, pero, no obstante, sólo se pueden abrir a ella dubitativamente, y si lo hacen, a menudo es sólo por un corto período de tiempo.
Algo parecido les ocurre con un hijo propio. A menudo también les cuesta soportar su proximidad.
¿Cuál sería la solución? Este trauma se supera allí donde se originó. De hecho, casi detrás de todo trauma se halla una situación en la que no fue posible un movimiento que habría sido necesario, de modo que quedamos inmóviles en tal situación, como en raizados o paralizados.
¿Cómo se resuelve un trauma así? Se resuelve en nuestro sentimiento y en nuestro recuerdo, cuando, a pesar de todo el miedo regresamos a esa situación y recuperamos internamente el movimiento impedido o interrumpido en la primera ocasión.
¿Qué significa esto para la interrupción temprana del movimiento hacia la madre?
Significa que volvemos otra vez a la situación de aquel entonces, a ser el niño de entonces, a mirar a nuestra madre de entonces y, a pesar del dolor, la decepción y la ira nacientes, damos un pequeño paso hacia ella, con amor.
Nos detenemos, la miramos a los ojos y esperamos hasta sentir en nosotros la fuerza y el valor para el pasito siguiente. Volvemos a detenernos hasta lograr dar el otro pasito siguiente y los pasitos que le siguen, hasta caer al fin en brazos de nuestra madre, abrazados y retenidos por ella, por fin nuevamente unidos a ella con amor.
Más tarde probamos, en este caso también primero internamente, si conseguimos hacer ese movimiento hacia una pareja amada. La miramos a los ojos y, en lugar de esperar que ella se mueva hacia nosotros, damos el primer pasito hacia ella. Al cabo de un rato, cuando hemos reunido las fuerzas suficientes, damos un segundo pasito. Así seguimos hacia ella, lentamente, pasito a pasito, hasta tomarla en los brazos, y ella a nosotros, hasta que la retenemos y somos retenidos, felizmente y por largo tiempo.
El movimiento hacia el éxito
¿Por qué lo he descrito tan extensamente?
Un movimiento hacia la madre interrumpido tempranamente resulta más tarde un obstáculo decisivo para el éxito en nuestro trabajo, en nuestra profesión y en nuestras empresas. También en este caso se trata de que nos dirijamos al éxito en lugar de esperar que él venga hacia nosotros. Por ejemplo, si esperamos el salario sin entregar previamente el rendimiento correspondiente, si nos escudamos tras otros en lugar de hacer el trabajo nosotros mismos, si nos retiramos antes de acercarnos a los demás y al trabajo con alegría.
Todo éxito tiene el rostro de la madre.
Es decir que también en este caso vamos primero internamente hacia nuestro éxito y hacia otras personas, con la voluntad de hacer algo por ellos, dispuestos a ayudarles en lugar de dudar y quedarnos parados esperando que sean ellos quienes se muevan.
Es decir que vamos hacia ellos y hacia nuestro éxito, paso a paso, y a cada paso sentimos a nuestra madre amorosa detrás de nosotros. Vinculados a ella, estamos bien preparados para el éxito y llegamos a él del mismo modo en que hemos llegado hasta ella. Primero hacia nuestra madre y ahora hacia el éxito.
La dedicación
Nuestra dedicación es un movimiento que nace en el corazón. Nos resulta fácil una vez lograda la dedicación a nuestra madre.
Pero ¿qué pasa si algo se opuso a esa dedicación o si ésta resultó interrumpida tempranamente? En lugar de dedicarnos a los otros y a nosotros mismos con amor y respeto, nos apartamos. Entonces el distanciamiento se convierte en el movimiento básico interno y externo en nuestras relaciones, y también en relación con el éxito.
¿Qué ocurre con nuestro éxito? ¿Se hace esperar aún? ¿Qué pasa con nuestra alegría y nuestra felicidad? También ellas se dedican a nosotros, como nuestra madre.
Bert Hellinger estudió filosofía, teología y pedagogía. Durante 16 años trabajó como miembro de una orden misionera católica con los Zulú, en Sudáfrica. Más tarde se hizo psicoanalista y a través de la dinámica de grupos, la terapia primal, el análisis transaccional y diversos métodos de hipnoterapia dio origen a su trabajo de constelaciones familiares. Bert Hellinger ha escrito 64 libros traducidos a 25 idiomas. www.hellinger.com