La lavanda, los cítricos, el árbol de té, todos son aceites esenciales que muchas veces tenemos en nuestras casas para aromatizar el ambiente, pero desconocemos el poder curativo que encierran. Hoy, gracias a la proliferación de la aromaterapia en Chile y de terapeutas con vastos conocimientos que la utilizan, esta realidad está cambiando.
Alejandra Vidal De la Cerda
Durante toda la historia del ser humano, los olores han despertado emociones y sentimientos, evocando a veces recuerdos o despertando instintos de todo tipo. Durante toda la historia del ser humano, los olores han despertado emociones y sentimientos, evocando a veces recuerdos o despertando instintos de todo tipo.
Su importancia ha quedado plasmada en importantes obras literarias, como sucedió con El perfume, de Patrick Süskind. Sin embargo, más allá de esto, muchas veces hemos pasado por alto lo que olemos, desconociendo incluso la relevancia y el poder curativo que tienen ciertos aromas de la naturaleza.
Sin siquiera tener claridad muchas veces sobre lo que realmente es, para qué sirve y cómo funciona, hemos escuchado el término aromaterapia a lo largo de nuestras vidas.
Pese a las dudas y confusiones que esta palabra puede generar, sí sabemos que la aromaterapia es mucho más que aceites que aromatizan los ambientes, pues cuando se utilizan adecuadamente, los aceites esenciales ayudan a la salud y al bienestar del ser humano.
El término, como tal, fue creado en 1928 por el farmacéutico francés René Maurice Gattefossé. No obstante, la historia de la aromaterapia comenzó mucho antes.
Basta con mencionar que, desde hace más de 30.000 mil años, los aborígenes de Australia explotan todo lo que la naturaleza les entrega, sobre todo lo que respecta a la salud. En la India, la situación no ha sido distinta, ya que la medicina ayurvédica utiliza en sus tratamientos plantas locales para fabricar aceites esenciales, los cuales se consideran como el prana o aliento de la vida.
China y Egipto también fueron estudiosos y ocuparon los aceites esenciales para sanar. Por su parte, Dioscórides Anazarbeo -médico, farmacólogo y botánico de la Antigua Grecia, cuya obra De materia medica consiguió una gran difusión y fue el principal manual de farmacopea durante toda la Edad Media y el Renacimiento- planteaba que el ser humano debía estimular sus poderes y fuerzas para curarse y recurrir a las plantas del entorno para luchar contra las enfermedades.
Hoy en día, se habla de aromaterapia y de aromaterapia científica, existiendo una especialización y estudio con respecto al segundo término, que sin duda ayuda a la proliferación de esta medicina, a la que se le suele atribuir un carácter preventivo.
Al respecto, María José Montero Bachur, Aromaterapeuta y Terapeuta Floral, explica que las diferencias están en que “la aromaterapia se refiere al uso terapéutico de los aceites esenciales, ya sea de forma olfativa o en diluciones a través de la piel, mientras que la aromaterapia científica es una medicina aromática que estudia los componentes químicos de los aceites esenciales y, a través de estos, la forma en que interactúan en el organismo para combatir patologías víricas, bacterianas, infecciosas e inflamatorias, entre otras. En este caso, los aceites que se usan siempre son quimiotipados (cromatografía de gases que permite comprobar las moléculas químicas presentes en un aceite esencial), lote a lote y con una calidad medicinal. En la aromaterapia científica, usamos los aceites esenciales como verdaderos remedios para combatir estados patológicos, por lo que es una disciplina que requiere investigación, estudio y experiencia”.
Sobre el carácter preventivo que tiene, Vincent Belbèze, investigador, terapeuta y formador en Esencias Florales y en aromaterapia, aclara que “antes que todo, es necesario que el aromaterapeuta tenga un diagnóstico entregado por un médico, de manera de acomodar un tratamiento complementario. Tras esto, la aromaterapia va entonces en el sentido del restablecimiento de los principios vitales, y los aceites ayudan a restablecer terrenos desequilibrados donde pueden instalarse patologías crónicas. La aromaterapia permite restablecer las fuerzas de autosanación del cuerpo que todos tenemos. El estado de enfermedad no es el estado normal de nuestra vida. Estamos tan acostumbrados a estar enfermos, que nuestro sistema de salud funciona sobre la base de la emergencia curativa. Debemos cambiar este enfoque y manejar nuestra vida diaria hacia un equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu. La alimentación, la actividad física, la resolución sana de nuestros conflictos y emociones en desarmonía son el principio de una salud preventiva, dentro de lo cual los aceites son actores fundamentales”.
Fabricación de aceites esenciales: cada paso importa
En la actualidad, el principal método para fabricar aceites esenciales es extraerlos mediante procesos de destilación con vapor de agua. Esta técnica, que procede del mundo árabe, fue creada por el médico Avicena (alrededor del año 1000), lo que dio como resultado la creación del alambique, que permite obtener aceites esenciales.
Otro método es a través de la presión en frío, que es más sencillo, pero también más limitado, ya que sólo es válido para extraer la esencia contenida en la cáscara fresca de los cítricos. El producto obtenido se denomina esencia (solo en este caso), o aceite esencial, pues no se ha producido destilación por vapor de agua o no ha ocurrido una modificación bioquímica.
La destilación por arrastre de vapor de agua sigue siendo, por lo tanto, la técnica de extracción más utilizada para obtener los aceites, por lo que dependerá del tipo de destilación la eficacia bioquímica de un aceite esencial.
En Chile estamos atrasados en 15 años con respecto a la aromaterapia. Todavía casi cualquier cosa califica como tal, situación que no ocurre en Europa.”
La calidad del proceso dependerá del tipo del agua, donde el ideal es que esta sea de manantial y esté desprovista de desincrustantes químicos, pero también del material del alambique (acero inoxidable o cobre), de la presión (inferior a 0,05 bar) y de la duración de la destilación.
Para fabricar aceites esenciales, solo se puede utilizar el 10% de las 800.000 especies vegetales que existen, pues son muy pocas las plantas aromáticas capaces de sintetizar una esencia.
Las especies vegetales tienen aparatos que secretan esencias en todos sus órganos, pero se recogen o utilizan solo las partes más concentradas para la extracción por destilación. Las estructuras secretoras se encuentran en las puntas floreadas, en los frutos, en las hojas, en la madera, en las raíces, en la corteza y en las oleorresinas.
La garantía sobre el aceite estará en el quimiotipo, es decir, en la molécula con mayor presencia en dicho aceite esencial y que permite definirlo terapéuticamente de forma clara y segura. El suelo, la altitud, el sol, las condiciones climáticas y hasta las poblaciones vegetales vecinas influirán en la esencia fabricada a partir de la planta. El lugar de origen o de recolección ofrecerá aceites esenciales distintos, bioquímicamente hablando, al igual que influirá en la capacidad terapéutica y en las toxicidades.
Con el mismo cuidado que se aplica a la selección de qué plantas sirven y cuáles no, hay que realizar una serie de procedimientos precisos, para evitar la oxidación o daño de la planta, pues si se daña, no solo se perderá el tiempo, sino también las enormes cantidades que se necesitan para efectuar aceites esenciales. Por ejemplo, 4.000 kilos de pétalos de rosa damascena o el equivalente a una hectárea de cultivo de rosa, sirven para obtener un litro de aceite esencial. Para ello, la recolección debe realizarse en menos de 10 horas.
La garantía sobre el aceite está en el quimiotipo, es decir, en la molécula con mayor presencia en el aceite esencial y que permite definirlo terapéuticamente de forma clara y segura.
Además, la recolección se realizará cuando ciertos órganos estén más concentrados en esencia, y se optará por material vegetal silvestre y sano, protegido de contaminantes atmosféricos, entre otras fuentes dañinas que afectan a las plantas.
Tras la recolección, viene el proceso de fabricación, que es igual de importante que los anteriores, ya que este asegurará que el aceite esencial sea puro y que, por ende, entregue las propiedades en forma adecuada y en su 100%, lo que se puede saber a través de la etiqueta biológica.
Esta etiqueta entrega la garantía del aceite que se adquiere, certificando el origen ecológico de las plantas aromáticas cultivadas, las cuales se caracterizan por tener una fragancia más fina, mayor energía, mayor eficacia terapéutica y efectos secundarios menores. Paralelamente, no se consideran los aceites industriales, porque utilizan pesticidas y otros productos para acelerar el proceso, pero que en definitiva afectan los resultados.
Eficacia de los aceites esenciales
Los aceites esenciales influyen en lo mental, psicológico y espiritual, y trabajan sobre una persona enferma, y no sobre una enfermedad aislada en su contexto; el mismo principio que tiene cualquier medicina holística o integral.
Frente a las voces que han afirmado que las propiedades de los aceites esenciales quimiotipados no sirven para sanar, se han realizado estudios que analizan la actividad antibacteriana de aceites mediante la técnica del aromatograma; el mismo procedimiento que se utiliza con los antibióticos, pero en el antibiograma.
Como explica María José Montero, “la aromaterapia siempre es una medicina complementaria, aunque en patologías simples como resfríos puede ser lo único que necesites para mejorar. En temas más complejos, como el cáncer, es un complemento paliativo de gran ayuda, pues existen aceites esenciales con mucha capacidad de reforzar el sistema inmune y calmar el sistema nervioso. Uno de los usos más impresionantes es en los pacientes que deben someterse a radioterapia, ya que tanto el árbol de té como el niauli (dos variedades de maleleucas), funcionan como potentes radioprotectores cutáneos. Si la persona los usa antes de las sesiones, previene de manera excelente la radiodermitis, que es un efecto secundario que lesiona la piel por el efecto de la radiación. Sin embargo, no hay que olvidar que en estos casos es necesario consultar antes a un aromaterapeuta capacitado para indicar formas de uso y posologías, entre otros”.
El uso de aceites esenciales debe basarse en conocimientos botánicos precisos, ya que el desconocimiento o abuso de las cantidades administradas puede tener peligrosos efectos secundarios, que incluso pueden llegar a la toxicidad. Por ejemplo, los aceites de mostaza pueden producir necrosis. Las esencias exprimidas de las cáscaras de cítricos, en tanto, contienen furocumarinas fotosensibilizadoras, que si se utilizan con exposición al sol, producen quemaduras. Lo mismo ocurre con los baños de tina, donde al mezclarlos con agua caliente pueden causar lesiones.
Al respecto, Vincent Belbèze explica que los aceites esenciales “contienen 100% de principios activos (concentrados), lo que les confiere un alto poder terapéutico. Entonces, la primera regla es respetar las dosis indicadas por el especialista, la posología y la duración del tratamiento. Además, hay que determinar si no se desarrolla alergia con los aceites y recordar que los aceites se utilizarán generalmente en dilución, nunca puros. Otra regla de oro es asegurarse del uso sin riesgos para los niños y las mujeres embarazadas o amamantando. Por último, no se deben aplicar en las mucosas (orejas, nariz, ojo) y no se deben ingerir”.
Pese a esto, aclara que existen algunos aceites esenciales que sí se pueden utilizar en casa y sin riesgos:
El limón (Citrus limonum), que sirve para la digestión, en caso de náuseas y para cepillarse los dientes, entre otros.
La lavanda (Lavandula angustifolia) ayuda en las quemaduras domésticas, pues apacigua de inmediato el dolor, desinfecta y permite una cicatrización rápida. Se puede utilizar en niños a partir de los 3 años. Además, tiene cualidades antiestrés, ayuda a conciliar el sueño y permite combatir los dolores de cabeza.
El árbol de té (Melaleuca alternifolia) es un antiséptico polivalente, que sirve para combatir virus, bacterias y hongos. Se puede utilizar en heridas, furúnculos, acné y en micosis de los pies, entre otros.
La ravinstara (Cinamomum camphora) es la mejor elección para la garganta, nariz y bronquios, y es muy útil en caso de resfriados, sinusitis, bronquitis, gripes y todas las patologías del invierno.
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