“Mi principal objetivo es transmitir, mediante líneas y cristales, una imagen espiritual interior o un sentimiento sagrado que yo poseo.”
El intrincado y elaborado proceso de creación de cada obra implica el propósito de transmitir un mensaje, aunque a veces dicho mensaje no pueda ser comprendido inmediatamente. Cada obra propaga y concentra la luz que emana de cada línea en la pintura. Esta luz representa el Ser y nuestra Esencia más profunda, el corazón profundo de la energía de la vida, que habita en todo lo que existe. Esta energía pretende romper la barrera de la dimensión física para fundirse con la Energía universal que condensa, materializa y toma forma en la tela.
Mi principal objetivo es transmitir, mediante líneas y cristales, una imagen espiritual interior o un sentimiento sagrado que yo poseo. Las diversas escuelas místicas, los rituales, religiones y formas de pensamiento que he estudiado –Teosofía, Gnosticismo, Kabbalah, Hinduismo y otros- sólo me ayudan a procesar lo que veo en el interior y a traspasar esa visión al papel o al lienzo, con materiales y procesos muy sencillos.
Generalmente, comienzo con una tela blanca o una hoja de papel negro, sin tener la menor idea de lo que voy a dibujar. Me siento a esperar la inspiración, que con seguridad llega al cabo de unos pocos minutos. Y como si tuviese vida propia, las delgadísimas lapiceras de tinta color oro y plata empiezan a trabajar hasta que ya no pueden dibujarse más líneas, círculos u otras formas que constituyen la obra. Algunos de los dibujos y figuras son muy extraños para mí, pero de alguna manera algo en mi interior comprende el conjunto en su totalidad.
Esto completa la fase inicial en la creación de una obra de geometría sagrada. Yo empleo cristales simples, que no reflejan ningún color y brillan en blanco y plata, al igual que utilizo cristales aurora boreal, que reflejan todos los colores existentes. En esta etapa, debo recurrir a toda mi sensibilidad, intuición y visión interior, con el fin de saber qué puntos energizar. Este proceso genera un renacimiento energético en los puntos específicos de la pintura, en la medida en que se infunde nueva vida en la obra, lo que la llena con intensidad espiritual. Los cristales energizan la pintura y dan los toques finales a la proporción y equilibrio que ya existe en las líneas sagradas en oro y plata que crean la estructura básica.
Algunos días, estoy inspirado y quiero usar exclusivamente lapiceras con tinta dorada y otros, quiero usar sólo tinta plateada. Sin embargo, por lo general, mi inspiración me lleva a dibujar con ambas y también a mezclar cristales simples con cristales aurora boreal.
Cuando termino la obra en la tela o papel negro con cristales y lapiceras doradas y plateadas –a lo que llamo la “obra original”- comienzo la tercera fase del proceso, a la que denomino “obra iluminada”. En esta etapa, agrego luz y efectos computacionales de colores suaves y tenues, los que dan a las pinturas su atributo de etéreas. La iluminación puede variar desde sencillas gotas brillantes hasta un resplandor que invade a toda la obra.
Estos efectos y colores diferentes se escogen mediante el mismo proceso de inspiración, con el cual elaboro las pinturas originales. Afortunadamente, esta inspiración sencillamente se me aparece, de manera que siempre sé el efecto y color exacto que debo aplicar. Dichos elementos añaden energía y luminosidad al cuadro original, logrando reforzar y completar la conexión más profunda entre la obra de arte y lo que yo veo en mi mundo interior.