“El sistema de creencias que gobierna el pensamiento científico convencional es un acto de fe, encallado en la ideología del siglo XIX.”
Rupert Sheldrake
El “punto de vista científico” es inmensamente influyente porque las ciencias han gozado de un gran éxito. Influyen en nuestras vidas a través de las tecnologías y la medicina moderna. Nuestro mundo intelectual se ha transformado gracias a la inmensa expansión del conocimiento, desde las partículas microscópicas de la materia hasta la vastedad del espacio, con cientos de miles de millones de galaxias en un universo en continua expansión.
Sin embargo, en la segunda década del siglo XIX, cuando la ciencia y la tecnología parecen estar en la cima de su poder, cuando su influencia se ha extendido por todo el mundo y su triunfo parece indiscutible, problemas inesperados están alterando la ciencia desde dentro. La mayoría de los científicos dan por supuesto que estos problemas acabarán solucionándose con una mayor investigación en las líneas establecidas, pero algunos, entre los que me incluyo, creen que se trata de síntomas de un malestar más profundo.
En este libro postulo que la ciencia está reprimida por supuestos que tienen siglos de antigüedad y que se han consolidado como dogmas. Las ciencias estarían mejor sin ellos: serían más libres, más interesantes y más divertidas.
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El mayor espejismo de todas es que la ciencia ya conoce las respuestas. Aún hay que aclarar los detalles, pero, en principio, se cree que las preguntas fundamentales han obtenido respuesta.
La ciencia contemporánea se basa en la afirmación de que toda la realidad es material o física. No hay otra realidad que la realidad material. La consciencia es un subproducto de la actividad física del cerebro. La materia es inconsciente. La evolución carece de propósito. Dios existe solo como idea en las mentes humanas, y por tanto en las cabezas humanas.
Estas ideas son poderosas, no porque la mayoría de los científicos piensen en ellas críticamente, sino porque no lo hacen. Los hechos de la ciencia son lo suficientemente reales; otro tanto ocurre con las técnicas que utilizan los científicos y las tecnologías basadas en ellas. Pero el sistema de creencias que gobierna el pensamiento científico convencional es un acto de fe, encallado en la ideología del siglo XIX.
Este libro es pro-ciencia. Quiero que las ciencias sean menos dogmáticas y más científicas. Creo que las ciencias se regenerarán cuando se liberen de los dogmas que las oprimen.
La ilusión de que la ciencia ya ha respondido a las preguntas fundamentales ahoga el espíritu de investigación. La ilusión de que los científicos son superiores al resto de la humanidad significa que tienen poco que aprender de los demás.
La agenda materialista una vez fue liberadora y ahora es deprimente. Quienes creen en ella están alienados de su propia experiencia; están desconectados de todas las tradiciones religiosas; y están dispuestos a sufrir la sensación de desconexión y aislamiento. Entretanto, el poder desencadenado por el conocimiento científico está provocando la extinción masiva de otras especies y poniendo en peligro la nuestra.
La comprensión de que las ciencias no conocen las respuestas fundamentales conduce a la humildad y no a la arrogancia, a la apertura en lugar de al dogmatismo.
Queda mucho por descubrir y redescubrir, empezando por la sabiduría.
El espejismo de la ciencia
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