Imagine que es el año 2050 y que vemos hacia atrás el origen y la evolución de la pandemia del coronavirus en las últimas tres décadas. Extrapolando a partir de los eventos recientes, ofrecemos el siguiente escenario para una visión tal del futuro.
Fritjof Capra y Hazel Henderson
Traducción y edición de Pavel Castillo y Felipe Correa.
A medida que nos movemos hacia la segunda mitad de nuestro siglo XXI, podemos por fin hacer sentido sobre el origen y el impacto del coronavirus que azotó al mundo en 2020. Hoy, ya en 2050, y mirando hacia atrás los últimos 40 turbulentos años de nuestro planeta hogar, parece obvio que la Tierra ha tomado a su cargo la enseñanza de nuestra familia humana. Esta conciencia humana expandida nos reveló cómo funciona realmente el planeta.
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Eventualmente, esta conciencia expandida se sobrepuso a las limitaciones cognitivas y a los errados supuestos e ideologías que habían creado la crisis del siglo veinte. Falsas teorías sobre el desarrollo humano y el progreso, medidos de forma miope por precios y métricas basadas en el dinero, como el PIB, culminaron en crecientes pérdidas sociales y medioambientales: contaminación del aire, el agua y la tierra; destrucción de la diversidad biológica; pérdida de los servicios ecosistémicos, exacerbadas por el calentamiento global, crecimientos en el nivel del mar, y disrupciones climáticas masivas.
Estas políticas miopes han conducido también a quiebres sociales, desigualdad, pobreza, enfermedad mental y física, adicción, pérdida de confianza en las instituciones – incluyendo los medios de comunicación, la academia, y la misma ciencia – así como a pérdidas en la solidaridad de las comunidades. También han llevado a las pandemias del siglo XXI, el SARS, MERS, VIH, influenza, y los varios coronavirus que emergieron ya hacia 2020.
Capacidad de carga de la Tierra
Durante las últimas décadas del siglo XX, la humanidad excedió la capacidad de carga de la Tierra. La familia humana había crecido a 7,6 mil millones hacia 2020 y había continuado su obsesión con el crecimiento económico, empresarial y tecnológico que había causado la creciente crisis existencial que amenazaba la misma sobrevivencia de la humanidad.
Ya en el año 2000, todos los medios estaban al alcance: sabíamos cómo hacerlo, y habíamos diseñado tecnologías renovables eficientes y sistemas económicos circulares basados en los principios ecológicos de la naturaleza. Hacia el año 2000, las sociedades patriarcales estaban perdiendo control sobre la población femenina, debido a las tendencias en urbanización y educación. Las mismas mujeres habían empezado a tomar control sobre sus cuerpos y las tasas de fertilidad comenzaron a bajar incluso antes de la llegada del siglo XXI. Numerosas revueltas en contra del estrecho modelo económico imperante de globalización y de sus elites masculinas llevaron a quiebres en los senderos de desarrollo insostenible impulsados por combustibles fósiles, energía nuclear, militarismo, rentabilidad, codicia, y liderazgos egocéntricos.
Los presupuestos militares que antes habían ahogado las necesidades de salud y educación para un desarrollo humano, gradualmente dejaron de financiar tanques y barcos de guerra, y empezaron a financiar informaciones de guerra menos costosas y menos violentas.
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En 2019, el movimiento escolar de niños de Estados Unidos se había plegado a la profesión médica para denunciar la violencia por armas como una crisis de salud pública. Gradualmente, siguieron leyes más estrictas sobre el uso de armas, junto al rechazo de los fondos de pensiones para financiar la manufactura de armas, hiriendo así al lobby armamentista y, en muchos países, las armas fueron compradas de vuelta por los gobiernos y destruidas, como lo hizo Australia a principios del siglo XX. Esto redujo enormemente la venta global de armas, junto a mayores exigencias en las leyes internacionales por licencias y seguros, mientras que la tributación mundial redujo el despilfarro de las carreras armamentistas de siglos pasados. Los conflictos entre naciones son ahora gobernados en su gran mayoría por tratados y transparencia internacionales.
Hacia el 2020, estas revueltas exhibieron todos los errores que contenían las sociedades humanas: desde el racismo y la ignorancia, las teorías conspirativas, la xenofobia y la utilización de “los otros” como chivos expiatorios, hasta los variados sesgos cognitivos – el determinismo tecnológico, la ceguera inducida por las teorías, y la fatal y extendida confusión entre dinero y riqueza. El dinero, como lo conocemos hoy, fue un invento útil: todas las monedas son simplemente acuerdos sociales (fichas físicas o virtuales de confianza), que operan en plataformas sociales con efectos de red, sus precios fluctúan al tiempo que sus múltiples usuarios confían en ellas y las utilizan. Aun así, los países y las elites en todo el mundo fueron cautivadas por el dinero y por las apuestas en el “casino financiero mundial”, fomentando los siete pecados capitales por sobre los valores tradicionales de la cooperación, el compartir, la ayuda mutua, y la Regla de Oro.
«Incapaces de romper con su intoxicación previa a las rentabilidades financieras y al poder político, sus propios ciudadanos fueron quienes forzaron un cambio de foco dirigido hacia el Buen Vivir y a la sobrevivencia de la humanidad y de la comunidad de vida.»
Científicos y activistas medioambientales habían advertido por décadas sobre las terribles consecuencias de estas sociedades insostenibles y los retrógrados sistemas valóricos, pero hasta el 2020 los líderes políticos y empresariales de la pandemia y otras élites se habían resistido obstinadamente a estas advertencias. Incapaces de romper con su intoxicación previa a las rentabilidades financieras y al poder político, sus propios ciudadanos fueron quienes forzaron un cambio de foco dirigido hacia el Buen Vivir y a la sobrevivencia de la humanidad y de la comunidad de vida. Las industrias existentes basadas en combustibles fósiles lucharon en todos los países para mantener subsidios y privilegios tributarios mientras los precios del petróleo y el gas colapsaban. Pero no fueron capaces, como antes, de comprar los favores políticos y el apoyo para mantener sus privilegios. Lo que se necesitó fue la reacción global de millones de jóvenes, “globalistas de base”, e indígenas, quienes entendieron los procesos sistémicos de nuestro planeta Gaia – una biósfera auto-organizada y auto-regulada que por miles de millones de años manejó toda la evolución planetaria sin la interferencia de una humanidad cognitivamente desafiada.
El Antropoceno y los 50 años de crisis globales autoinfligidas
Las lecciones básicas para los humanos de nuestros trágicos 50 años de crisis globales autoinfligidas – el sufrimiento de las pandemias, las ciudades inundadas, los bosques quemados, las sequías y los cada vez más violentos desastres climáticos – fueron simples: Nuestra colonización y éxito planetario, en esta Edad Antropocénica de nuestro siglo veintiuno, fue debido en su mayor parte gracias a nuestra habilidad para unirnos, cooperar, compartir y evolucionar en poblaciones y organizaciones aún más grandes. La humanidad pasó de bandas itinerantes de nómadas a vivir en aldeas agrícolas asentadas, a pueblos, y a las megaciudades del siglo veintiuno, donde vivía más del 50% de nuestra población. Hasta los primeros años de nuestro siglo XXI, todas las proyecciones predecían que estas megaciudades continuarían creciendo y que las poblaciones humanas alcanzarían los 10 mil millones por estos días, en 2050.
Ahora sabemos por qué la población humana llegó a un máximo de 7,6 mil millones en 2030. Los recientemente conscientes “globalistas de base”, los ejércitos de niños y jóvenes, los ambientalistas globales y las mujeres empoderadas se unieron a los inversores y emprendedores verdes y éticos en mercados locales. Millones fueron proveídos de servicios por empresas cooperativos trabajando en micro redes, utilizando electricidad proveniente de energías renovables, las que se añadieron a las empresas cooperativas del mundo, que incluso para 2012 empleaban a más gente que todas las empresas del mundo que operaban con fines de lucro. No utilizaron más las falsas métricas monetarias del PIB, sino que en 2015 cambiaron para dirigir sus sociedades a través de los ODS de las Naciones Unidas, sus 17 objetivos de sostenibilidad y la restauración de todos los ecosistemas y la salud humana.
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Estos nuevos objetivos y métricas sociales se centraron en la cooperación, el intercambio y las formas más ricas de desarrollo humano, utilizando recursos renovables y maximizando la eficiencia. Esta sostenibilidad a largo plazo, distribuida equitativamente, beneficia a todos los miembros de la familia humana siendo tolerante con las otras especies en nuestra biosfera viva. La competencia y la creatividad florecen con buenas ideas que eliminan las menos útiles, junto con estándares éticos basados en la ciencia y la profundización de la información en sociedades independientes y más conectadas en todos los niveles, desde lo local hasta lo global.
Cuando llegó el coronavirus en 2020, las respuestas humanas fueron al principio caóticas e insuficientes, pero pronto se volvieron cada vez más coherentes e incluso dramáticamente distintas a lo que había hasta entonces. El comercio mundial se redujo, pasando a comercializar información. En lugar de enviar pasteles, galletas y bizcochos a todo el planeta, enviamos sus recetas y todas las demás recetas para crear alimentos y bebidas a base de plantas; y en los espacios locales instalamos tecnologías limpias: energía solar, eólica, fuentes de energía geotérmica, iluminación LED, vehículos, barcos e incluso aviones eléctricos.
Hoy, en 2050…
Las reservas de combustibles fósiles permanecieron de forma segura en el suelo, ya que el carbono era visto como un recurso demasiado valioso como para ser quemado. El exceso de CO2 en la atmósfera, producto de la quema de combustibles fósiles, fue capturado tanto por bacterias orgánicas del suelo, plantas de raíces profundas, miles de millones de árboles recién plantados, como por el re-equilibrio generalizado de los sistemas de alimentación humana basados en la agroindustria química, la publicidad y el comercio global de algunos monocultivos. Esta excesiva dependencia de los combustibles fósiles, pesticidas, fertilizantes, antibióticos en las dietas basadas en carne de animales criados, estaba basada en la reducción del agua dulce del planeta y resultó ser insostenible. Hoy, en 2050, nuestros alimentos globales se producen localmente, e incluyen muchos más cultivos indígenas y silvestres que antes eran pasados por alto, agricultura de agua salada y todas las otras plantas alimenticias amantes de la sal (halófitas), cuyas proteínas completas son más saludables para las dietas humanas.
El turismo de masas y los viajes en general disminuyeron radicalmente, junto con el tráfico aéreo y la reducción progresiva en el uso de combustibles fósiles. Las comunidades de todo el mundo se estabilizaron en centros de población pequeños y medianos que se volvieron en gran medida autosuficientes con producción local y regional de alimentos y energía. El uso de combustibles fósiles prácticamente desapareció, ya que para 2020 ya no podía competir con el rápido desarrollo de los recursos de energía renovable y las nuevas tecnologías correspondientes y el reciclaje en nuestras economías circulares de hoy de todos los recursos anteriormente desperdiciados.
«La política democrática se volvió más racional, ya que los demagogos ya no podían reunir a miles en grandes manifestaciones para ser escuchados. Sus promesas vacías también se redujeron en las redes sociales, ya que estos monopolios lucrativos se disolvieron en 2025 y ahora en 2050 están regulados como servicios públicos que sirven al bien común en todos los países.»
Debido al peligro de infecciones en las reuniones masivas, los talleres de explotación laboral (sweatshops), las grandes cadenas de tiendas, así como los eventos deportivos y de entretenimiento en grandes arenas, desaparecieron gradualmente. La política democrática se volvió más racional, ya que los demagogos ya no podían reunir a miles en grandes manifestaciones para ser escuchados. Sus promesas vacías también se redujeron en las redes sociales, ya que estos monopolios lucrativos se disolvieron en 2025 y ahora en 2050 están regulados como servicios públicos que sirven al bien común en todos los países.
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Los mercados-casinos financieros globales colapsaron y las actividades económicas pasaron del sector financiero a las cooperativas de crédito y bancos públicos en nuestros sectores cooperativos de hoy. La manufactura de bienes y nuestras economías basadas en servicios revivieron el trueque tradicional y los sectores voluntarios informales, las monedas locales, así como numerosas transacciones no monetarias que se habían desarrollado durante el apogeo de las pandemias. Como consecuencia de la descentralización generalizada y el crecimiento de comunidades autosuficientes, nuestras economías de hoy en 2050 se han vuelto regenerativas en lugar de extractivas, y las brechas de pobreza y la desigualdad de los modelos explotadores obsesionados con el dinero han desaparecido en gran medida.
La pandemia de 2020, que hizo estallar los mercados globales, finalmente puso de cabeza las ideologías fundamentalistas del dinero y el mercado. Las herramientas de los bancos centrales ya no sirvieron, y tanto el “dinero en helicóptero” como las transferencias directas a familias necesitadas (como las inauguradas por Brasil) se convirtieron en las únicas formas de mantener el poder de compra capaz de llevar a cabo una transición económica suavizada hacia sociedades sustentables.
Cuando el coronavirus se propagó a los animales domésticos, vacunos y otros rumiantes, ovejas y cabras, algunos de estos animales se convirtieron en portadores de la enfermedad sin mostrar ningún síntoma. En consecuencia, la matanza y el consumo de animales disminuyeron drásticamente en todo el mundo. El pastoreo y la cría de animales en fábrica habían agregado casi el 15% de los gases de efecto invernadero globales anuales. Las grandes corporaciones multinacionales productoras de carne quedaron truncadas por inversionistas inteligentes y, junto a las compañías de combustibles fósiles, se convirtieron en el siguiente grupo de «activos hundidos» (stranded assets). Algunas cambiaron completamente hacia alimentos de origen vegetal con numerosos análogos de carne, pescado y queso. La carne de vacuno se volvió muy costosa y rara, y las vacas se convirtieron por lo general en propiedad de familias, como era tradicionalmente, que vivían en pequeñas granjas y las utilizaba para la producción local de leche, queso y carne, junto a la producción de huevos de gallina.
Las «aldeas urbanas» y las «ecociudades» para un futuro sostenible
Con el crecimiento de las comunidades autosuficientes, las llamadas «aldeas urbanas» han surgido en muchas ciudades – vecindarios rediseñados que muestran estructuras de alta densidad combinadas con amplios espacios verdes comunes. Estas áreas cuentan con importantes ahorros de energía y un ambiente saludable, seguro y orientado a la comunidad con niveles de contaminación drásticamente reducidos.
Las ecociudades de hoy incluyen alimentos cultivados en edificios de gran altura con techos solares, huertos y transporte público eléctrico, después de que los automóviles fueran prohibidos en gran parte de las calles urbanas en 2030. Estas calles fueron reclamadas de vuelta por peatones, ciclistas y gente en monopatín que circulan por tiendas locales más pequeñas, galerías de artesanos y mercados de agricultores. Los vehículos eléctricos solares utilizados para moverse entre ciudades a menudo cargan y descargan sus baterías por la noche, para equilibrar la electricidad, en casas unifamiliares. Las unidades gratuitas de recarga de vehículos a energía solar están disponibles en todas las áreas, lo que reduce el uso de electricidad basada en fósiles de servicios públicos centralizados obsoletos, muchos de los cuales quebraron hacia 2030.
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Después de todos los cambios dramáticos que tuvieron lugar y que hoy aplaudimos, nos damos cuenta de que nuestras vidas son ahora menos estresantes, más saludables y satisfactorias. Para asegurar la sostenibilidad de nuestro nuevo estilo de vida, no hemos tenido que dar cuenta de que la restauración de los ecosistemas en todo el mundo es clave, de modo que los virus que son peligrosos para los humanos queden confinados nuevamente a otras especies animales donde no causen daño. Para restaurar los ecosistemas en todo el planeta, nuestro mundo tuvo que moverse a lo orgánico, y la agricultura regenerativa floreció. Los miles de millones de árboles que plantamos en todo el mundo después de 2020, junto con las mejoras agrícolas, restauraron gradualmente los ecosistemas.
Como consecuencia de todos estos cambios, el clima global finalmente se ha estabilizado, con las concentraciones actuales de CO2 en la atmósfera volviendo al nivel seguro de 350 partes por millón. Los niveles más altos del mar se mantendrán durante un siglo y muchas ciudades ahora florecen en terrenos más altos y seguros. Las catástrofes climáticas ahora son de rara ocurrencia, mientras que muchos eventos climáticos continúan interrumpiendo nuestras vidas, tal como lo habían hecho en siglos anteriores. Las múltiples crisis y pandemias mundiales, debido a nuestra ignorancia anterior de los procesos planetarios y los circuitos de retroalimentación, tuvieron consecuencias trágicas generalizadas para los individuos y las comunidades. Sin embargo, los humanos hemos aprendido muchas lecciones dolorosas. Hoy, mirando hacia atrás desde 2050, nos damos cuenta de que la Tierra es nuestro maestro más sabio, y de que sus terribles lecciones pueden haber salvado de la extinción a la humanidad y a gran parte de nuestra comunidad de vida planetaria.
Fuente: https://www.commondreams.org/views/2020/03/19/pandemic-retrospect-looking-back-coronavirus-2050