Hoy en día, nuestro país discute sobre la desmunicipalización, el lucro, los resultados del Simce, entre otros. Sin embargo, hay un debate que está quedando totalmente fuera de la opinión pública: la salud y la emocionalidad de los niños. ¿Qué ocurre con ellos? ¿Por qué no se sienten felices en las salas de clases? ¿Por qué están siendo sobremedicados? Todas son interrogantes que hablan de un sistema en crisis y de cómo muchos padres están buscando nuevos modelos educativos que le devuelvan el sentido a sus hijos.
Alejandra Vidal de La Cerda, 2016-07-25
En Chile, hay 12.001 colegios reconocidos por el Ministerio de Educación (Mineduc), según estadísticas entregadas por el mismo organismo, correspondientes al año 2015.
De esta cantidad, 592 corresponden a colegios particulares pagados, 5.279 a establecimientos municipales y 6.060 a recintos subvencionados.
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Entre estos grupos, los colegios y jardines infantiles Waldorf y Montessori han tenido una fuerte expansión en el último tiempo debido al modelo educativo que proponen, siendo una alternativa para aquellos padres o tutores que buscan que sus hijos tengan una enseñanza en donde se privilegie una formación centrada más en el desarrollo integral de la persona, para que desde ahí construyan su propio camino, en contraposición con los resultados que puedan obtener.
Esta expansión, que se ha dado prácticamente en todo Chile, responde así a una necesidad de contar con otras alternativas educacionales producto de los mismos problemas que han presentado los niños en las aulas. Este malestar se ha ido generalizando y traduciendo en depresiones, desmotivación y diagnósticos exagerados de Síndrome de Déficit Atencional e Hiperactividad, por nombrar algunos de los síntomas de un sistema educacional agotado.
“Hemos construido un mundo hecho a la medida del adulto, con muy poco cuidado por los niños y jóvenes, donde reinan el egoísmo y la búsqueda del éxito económico.”
Para Verónica Matus, fundadora y directora de Casa Kinder Waldorf Madre Tierra y profesora Waldorf del Primer Septenio, esta disconformidad por parte de los menores se explica en que “hemos construido un mundo hecho a la medida del adulto, con muy poco cuidado por los niños y jóvenes, donde reinan el egoísmo y la búsqueda del éxito económico. Ya no hay tranquilidad para detenerse en las cosas importantes de la vida. Creo que es urgente que nos detengamos a mirar lo que les estamos dando y la tremenda responsabilidad que tenemos de construir mejores condiciones para que nuestros niños y jóvenes puedan vivir más sanos y felices”.
En la misma línea, y como producto de un sistema que no está mirando a sus niños, basta con señalar que en Chile, y según un reciente estudio de los psicólogos Sebastián Rojas, del King’s College de Londres (Reino Unido), y Mónica Peña, de la Universidad Diego Portales, publicado por La Tercera, “el Trastorno de Déficit Atencional e Hiperactividad (TDAH) se ha convertido en una de las principales causas de consulta de salud mental para niños y adultos jóvenes en el país, con el uso de medicamentos estimulantes como una de las principales formas para tratarlo”.
La pregunta que surge a raíz de esto es si realmente los niños y adolescentes chilenos tienen déficit atencional, o si simplemente este síndrome es diagnosticado producto de una sociedad y sistema educacional que está haciendo crisis por todos lados, siendo más fácil adormecer a los jóvenes que estimular sus mentes despiertas y creativas.
Esta es una duda totalmente válida si consideramos que en Estados Unidos entre un 3 y un 5% de los niños presenta TDAH, mientras que en Europa un 1,5% estaría diagnosticado con este síndrome, realidad que contrasta con el casi 10% de niños afectados en Chile por este probable mal diagnóstico.
Por ello, y ante las alarmantes cifras que señalan que entre 2009 y 2013 los casos de TDAH cubiertos por el sistema público de salud se duplicaron, pasando de 27.659 en 2009 a 52.895 en 2013, muchos padres buscan alternativas educativas que puedan hacer frente a niños con inquietudes y ganas de descubrir el mundo, como es propio en esta etapa de la vida.
Otro de los asuntos que más preocupa a los padres y tutores y que los ha llevado a buscar nuevos modelos educacionales dice relación con lo que evidencian en su estudio Mónica Peña y Sebastián Rojas, quienes señalan que en 2013 la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (dependiente de la ONU) ubicó a Chile entre los diez países a nivel mundial que más consumen metilfenidato o Ritalín, y aseguran también que el metilfenidato es la segunda substancia psicotrópica más requerida por el Gobierno de Chile.
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El método Montessori como un estímulo para el desarrollo integral
María Montessori fue la creadora de uno de los modelos educativos más populares en la actualidad, que ha encontrado cabida en prácticamente todo el mundo.
Montessori, de profesión médico, trabajó durante su carrera con niños que presentaban diversos problemas de desarrollo. Debido a ello, pudo entender que, pese a todo, los menores sí tenían una gran capacidad y potencial; sólo había que encontrar las herramientas adecuadas para que pudiesen explorar todo lo que eran capaces de hacer. Sin embargo, debía hacerse siempre manteniendo como premisa la adaptación del entorno que se genera para el aprendizaje según el nivel de desarrollo del menor, y que el niño logre liberar su potencial para que autodesarrolle sus capacidades intelectuales, físicas y espirituales.
“Tanto la Academia de Pediatría norteamericana como la inglesa, junto con otros países de Europa, han declarado que un niño no debe ver nada de televisión antes de los 3 años.”
Ellinor Barentin, directora del Centro de Estudios Montessori, explica que el método Montessori “se basa en la observación del niño activo en un ambiente preparado, siendo el adulto quien provee de oportunidades para que cada niño explore, haga relaciones, construya, cree y aprenda por sí mismo”.
Las ventajas de este modelo, según Barentin, residen principalmente en la posibilidad de poner al niño en relación con la naturaleza para restablecer los lazos con su entorno y trabajar el respeto por la vida. De igual forma, el método destaca porque acoge diferentes culturas, religiones, estilos y ritmos de aprendizaje dentro de un mismo ambiente, respetando a cada ser humano en la diversidad, “pudiendo responder con éxito, por lo mismo, frente a la integración de niños con necesidades especiales”.
A partir de su experiencia, y en base a lo que Ellinor ha podido ver, a los niños con TDAH se les acoge bajo este método, integrándolos adecuadamente, pues no tienen que adaptarse al sistema, sino que el ambiente “les permite ser y estar activos, proponer, tener iniciativa, ser creativos. La diversidad es un valor, y cada uno aporta desde su ser en toda su amplitud. El grupo nunca tiene un nivel, cada niño tiene su propio ritmo. Siempre se busca dar un buen trato a todos los niños, pero evidentemente cada jardín infantil o colegio tiene estrategias diferentes. Sin embargo, creo que coinciden bastante en hacer partícipe a todo el grupo de las necesidades particulares de cada uno, y de trabajar mucho y en forma explícita las normas de afabilidad y cortesía, muy olvidadas, y que son fantásticas para dar fluidez y armonía a las relaciones sociales en un grupo de trabajo”, explica la directora del Centro de Estudios Montessori, lugar que funciona desde 1990.
En cuanto a los recintos educacionales que se desempeñan bajo este modelo educativo, en Santiago hay alrededor de 13 colegios que aplican la metodología Montessori, de los cuales 3 dan exámenes libres, mientras que los demás están acreditados por el Mineduc. En tanto jardines infantiles, existen alrededor de 40, siendo cerca de la mitad los que cuentan con rol Junji. En regiones, hay alrededor de 12 colegios y 22 jardines infantiles, señala Barentin, quien establece además que estas cifras son aproximadas, pues existen “proyectos educativos que no conocemos”, y eso mismo muchas veces es un problema, ya que hay algunos colegios con personas que no se han preparado bien en la filosofía Montessori.
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En la otra vereda: Los jardines y colegios Waldorf
El método Waldorf nace de la Antroposofía, originada por Rudolf Steiner, la cual a grandes rasgos se basa en la necesidad de integrar al ser humano y de verlo como un todo en cuanto a espíritu, alma y cuerpo.
La Antroposofía considera además los septenios (períodos de 7 años) como etapas de desarrollo, lo que parte desde el nacimiento hasta la madurez del individuo. Es decir, a medida que el ser humano va creciendo aparecen capacidades y necesidades propias del septenio en el cual este ser se está desarrollando, por lo que se respetan los ritmos naturales de la biología y se acompaña a la persona en su desarrollo natural según la etapa en la que se encuentra.
Al respecto, Verónica Matus, quien también es profesora de Huerto en Enseñanza Básica en Colegios Waldorf, explica que este método surge desde la Antroposofía y comprende al hombre como un ser espiritual, en estrecha relación con todo el Universo que lo rodea. “Visualiza el desarrollo del niño desde el momento del nacimiento hasta su etapa adulta como un camino maravilloso, durante el cual poco a poco van desenvolviéndose sus facultades anímicas. En el período preescolar, vemos cómo el niño descubre el mundo y a sí mismo a través del movimiento y de los sentidos, desarrollando su voluntad. Entonces, las actividades y todo lo que lo rodee debe estar de acuerdo con ello. Luego, en la etapa de la Básica, es el ámbito del sentir, lo que está fuertemente presente y entonces los contenidos y materias se le presentan artísticamente. Finalmente, recién en la tercera etapa, cuando despierta el intelecto del joven, es el momento en que tendrá que haber un fuerte trabajo en este sentido”, aclara Matus.
Con respecto a estas etapas de desarrollo, el médico y pediatra de la Universidad de Chile, José Antonio Soto Luque, agrega que “en concordancia con el psicólogo suizo Jean Piaget, el niño está preparado para iniciar procesos de abstracción entre los 5 y 7 años. Por ello, después de los 7 años, el niño podría empezar la lectoescritura. De igual manera, hacia los 6 y 7 años, se liberan fuerzas de crecimiento que estaban destinadas a completar y madurar los distintos órganos y el sistema nervioso, quedando entonces una energía metabólica disponible que puede usarse para comenzar procesos intelectuales”.
Para el especialista, forzar antes estos procesos lleva a una intelectualización precoz, lo que a su vez genera un estrés crónico, porque el niño debe cumplir con algo para lo cual no está fisiológica ni emocionalmente preparado. “La energía destinada a crecer se gasta en pensar. Por esta razón, se dificulta toda la maduración de los órganos y se favorecen ciertas enfermedades, especialmente las alergias”, explica el Dr. Soto, a lo que añade que los niños comienzan a perder vitalidad, lo que se evidencia con palidez y sequedad de la piel, junto con rigidez corporal, ya que el niño debería estar en lo motor. Por último, la intelectualización precoz afecta también el área emocional, lo que empobrece la “capacidad creativa, disminuye la empatía y genera el desinterés por el mundo y por los otros seres humanos”, señala.
Por lo mismo, el Dr. Soto menciona los riesgos de la excesiva estimulación que reciben hoy en día los niños. “Tanto la Academia de Pediatría norteamericana como la inglesa, junto con otros países de Europa, han declarado que un niño no debe ver nada de televisión antes de los 3 años; la medicina antroposófica cree que no debería ser antes de los 7 años. Por el contrario, debe jugar mucho, correr, salir, pasear y relacionarse con el mundo. El bebé, por su parte, necesita sólo lo que la naturaleza le da. Es decir, mirar árboles, animales, personas y cosas. Ello no debe confundirse con recibir un estímulo afectivo pobre. En la práctica, lo que realmente necesita son besos, abrazos, caricias, canciones de cuna, que le hablen amorosamente, que lo acunen. Es el amor el que estimula claramente el Sistema Nervioso, no cosas de colores chillones, aparatos eléctricos o electrónicos, que sólo generan sobreestimulación, muy dañina por cierto para el desarrollo neurológico”.
Si bien los colegios Waldorf no son reconocidos por el Ministerio de Educación, muchos padres han ido incorporando a sus hijos en estos recintos, siendo los más emblemáticos los colegios Micael, Rudolf Steiner y Giordano Bruno.
Esto último sucede básicamente, y tal como Matus señala, porque el método Waldorf genera y demanda “mucho espacio para crear y para que los niños expresen su propia individualidad, pero siempre dentro de un conjunto de reglas muy claras, que no pueden ser transgredidas, donde siempre está presente el respeto por los otros, por la naturaleza y por las grandes obras humanas. Además, desde pequeños, estos niños tienen la experiencia de hacer trabajos en colaboración con otros, y esto los hace ser responsables de sus propios actos, lo que se expresará luego en su vida de adultos. Respecto de los padres, siempre buscamos generar una cercanía entre ellos y los profesores, para guiar y apoyar en forma conjunta a los menores”.
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La cruda realidad
Pese a que vivimos en una sociedad exitista, en donde la mayoría de los jardines infantiles y colegios no dejan a los niños que vivan sus etapas, forzándolos a una intelectualización precoz y obviando aspectos fundamentales en el desarrollo de cualquier persona para que así alcancen el éxito, los niños igual no están aprendiendo.
Prueba de esto son los últimos resultados del Simce, donde para sorpresa de muchos fueron peores en comparación con los de años anteriores, y arrojaron cinco puntos menos en el área de lectura correspondiente a segundo medio 2015, con un puntaje promedio de 247. Para octavo básico, los resultados también mostraron una caída.
Y si se piensa que los resultados están relacionados con la variable GSE (Grupos Socioeconómicos), no es el caso, pues durante 2003 los hombres del nivel socioeconómico alto obtuvieron 302 puntos en promedio, mientras que en 2015 sacaron 271.
Ya sea por la digitalización o por otra razón, algo estamos haciendo muy mal para que los niños y jóvenes no estén aprendiendo y estén cada día más desmotivados.
Por lo mismo, es hora de que la educación y el cómo educamos a los niños pasen a la pizarra, para que logremos volver a re-encantarlos en las salas de clases.