Para responder a los retos de este siglo, debemos actualizar nuestra lógica económica y nuestro sistema de funcionamiento pasando de un «egosistema» obsoleto centrado por completo en el bienestar de uno mismo, a la conciencia en torno a un ecosistema que ponga el acento en el bienestar del conjunto, para construir una nueva sociedad con más resiliencia, más intención, más inclusiva y consciente.
Otto Scharmer y Katrin Käufer
Finanzas. Comida. Combustible. Escasez de agua. Agotamiento de los recursos. Caos climático. Pobreza masiva. Migración masiva. Fundamentalismo. Terrorismo. Oligarquías financieras. Hemos entrado en la era de las perturbaciones. Sin embargo, la posibilidad de una renovación personal, social y global profunda nunca ha sido más real. Ahora es el momento.
[layerslider id=2]
Nuestro momento de desequilibrio lidia con la muerte y el renacimiento. Lo que está muriendo es una civilización antigua y una mentalidad del «yo» máximo, de un consumo material máximo, de cuanto más grande mejor, y de una toma de decisiones basada en los intereses especiales de ciertos grupos que nos ha llevado a un estado de irresponsabilidad organizada, a la creación colectiva de unos resultados que nadie desea.
Lo que está naciendo está menos claro, pero no por ello es menos importante. Es algo que podemos sentir en muchos lugares del planeta Tierra. Este futuro no sólo consiste en apagar fuegos y remendar la superficie del cambio estructural. No consiste sólo en reemplazar una mentalidad que ya no nos sirve con otra. Es un futuro que requiere que lleguemos a un nivel más profundo de nuestra humanidad, de quienes somos realmente y de quienes queremos ser como sociedad. Es un Futuro que podemos percibir, sentir y materializar cambiando el lugar interior desde el que operamos. Es un futuro que en estos momentos de perturbación empieza a presenciarse a través de nosotros.
[layerslider id=5]
De los egosistemas a los ecosistemas
Este cambio interior, consistente en pasar de luchar contra lo antiguo a percibir y presenciar una posibilidad emergente futura, representa el núcleo de todo el trabajo de liderazgo profundo actual. Es un cambio que requiere que expandamos nuestro pensamiento de la cabeza hasta el corazón. Es un cambio desde un egosistema que se preocupa por el bienestar de uno mismo a un ecosistema que se preocupa por el bienestar de todos, incluido uno mismo. Cuando operamos con una conciencia de egosistema, nos mueven las preocupaciones y las intenciones de nuestro yo de ego pequeño. Cuando operamos con una conciencia de ecosistema, nos mueven las preocupaciones y las intenciones de nuestro yo emergente o esencial; es decir, una preocupación informada por el bienestar del conjunto. El prefijo eco se remonta al griego oikos, y se refiere a la «casa completa». La palabra economía se remonta a la misma raíz. Transformar nuestra economía actual basada en egosistemas en una economía emergente basada en ecosistemas significa reconectar el pensamiento económico con su verdadera raíz, que es el bienestar de la casa completa en lugar del enriquecimiento o el bienestar de sólo algunos de sus habitantes. Pero mientras que para los griegos la casa completa era algo muy local, hoy también tiene que ver con el bienestar de nuestras comunidades globales y de los ecosistemas planetarios.
“La capacidad de dejar de reaccionar contra el pasado e inclinarse hacia el futuro emergente y presenciarlo es probablemente la capacidad de liderazgo más importante actualmente. Es una capacidad que resulta crítica en situaciones de cambio disruptivo.”
Liderar los principios y las prácticas personales que nos ayuden a realizar este cambio puede muy bien ser una de las realizaciones más importantes de nuestro tiempo.
La capacidad de dejar de reaccionar contra el pasado e inclinarse hacia el futuro emergente y presenciarlo es probablemente la capacidad de liderazgo más importante actualmente. Es una capacidad que resulta crítica en situaciones de cambio disruptivo, no sólo para las instituciones y los sistemas, sino también para los equipos y las personas. Cuanto más drásticos son los cambios en nuestro entorno, menos podemos apoyarnos en los patrones del pasado, y más debemos aprender a prestar atención a sintonizar con las oportunidades futuras emergentes.
[layerslider id=6]
Síntomas: paisaje de patologías
Como la punta de un iceberg (el 10 % visible en la superficie del agua), los síntomas de nuestra situación actual son las partes visibles y explícitas de nuestra realidad actual. Este nivel de síntomas es todo un paisaje de problemas y de patologías que constituye tres «brechas»: la brecha ecológica, la brecha social y la brecha espiritual-cultural.
La brecha ecológica. Estamos agotando y deteriorando nuestros recursos naturales a escala masiva, consumiendo más recursos valiosos y no renovables cada año. Aunque sólo tenemos un planeta Tierra, tenemos una huella ecológica de 1,5 planetas; es decir, actualmente estamos usando el 50 % más de recursos de los que nuestro planeta puede regenerar para satisfacer nuestras necesidades actuales de consumo. Por consiguiente, un tercio de nuestras tierras agrícolas ha desparecido en los últimos 40 años. El decreciente nivel freático nos está llevando hacia posibles disturbios por falta de alimentos. En el año 2030, se espera que los precios de los alimentos se dupliquen.
La brecha social. En nuestro planeta, 2.500 millones de personas subsisten con menos de 2 dólares al día. Aunque ha habido muchos intentos satisfactorios de sacar a las personas de la pobreza, esta cifra no ha variado mucho en las últimas décadas. Además, observamos una mayor polarización en la sociedad, en la que, en el caso de Estados Unidos, el 10 % de arriba tiene más ingresos que el 90 % de abajo.
La brecha espiritual-cultural. Mientras que la brecha ecológica se basa en la desconexión entre el yo y la naturaleza, y la brecha social en la desconexión entre el yo y los demás, la brecha espiritual-cultural refleja la desconexión entre el yo y el Yo; es decir, entre nuestro «yo» actual y el «Yo» futuro emergente que representa nuestro mayor potencial. Esta brecha queda patente en las cifras crecientes de agotamiento y depresión, que representan la brecha creciente entre nuestras acciones y quienes somos realmente. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el año 2014 hubo más muertes causadas por suicidios que por guerras, homicidios y desastres naturales.
“El paisaje superficial de síntomas y las desconexiones estructurales subyacentes surgen de la misma fuente profunda: un marco de pensamiento económico que está anclado en el pasado. El marco que utilizamos actualmente puede que fuera apropiado en el pasado, pero ya no guarda relación con los complejos retos y exigencias de nuestro tiempo.”
Como sociedad, ¿qué hemos aprendido (si acaso hemos aprendido algo) de la resolución de estos problemas en los últimos cien años?
En el siglo XX, creamos ministerios y agencias de la ONU para resolver cada una de estas brechas. Además, creamos organizaciones no gubernamentales dedicadas a abordar problemas específicos; en las universidades se crearon departamentos especializados, publicaciones de expertos, y carreras profesionales para combatir cada uno de los síntomas. Hoy, nos damos cuenta de que este enfoque de resolver los síntomas por grupos específicos no está funcionando. Al contrario, parece que son parte del problema.
Parece que tenemos un punto ciego que nos impide ver el resto del iceberg, las estructuras sistémicas profundas por debajo de la línea de flotación.
Estructuras: desconexiones sistémicas que dan lugar a los síntomas
El sistema actual presenta una serie de desconexiones estructurales importantes. He aquí algunas:
Desconexión entre la economía financiera y la real. Las transacciones financieras en el mundo durante 2016 fueron más de cien veces mayores que el valor total del comercio mundial de bienes y servicios. Y es que la inmensa mayoría de las transacciones y movimientos de capitales son de naturaleza especulativa, sin ningún fin social ni de creación de riqueza real. Esta desconexión entre la economía financiera y la economía real produce periódicamente estallidos de burbujas y crisis económico-financieras en todo el mundo.
Desconexión entre el imperativo del crecimiento infinito en los negocios y los recursos finitos del planeta tierra. Ello produce una burbuja aún más grave: la sobreutilización de recursos naturales escasos tales como el agua o el suelo, cuya superficie de cultivo se ha reducido a un tercio en cuarenta años.
Desconexión entre quienes tienen y quienes no tienen. Lo que desemboca en una inequidad extrema que erosiona los derechos humanos. Mientras el 1% de la población mundial posee el 40% de la riqueza en el planeta, el 50% de la población más pobre apenas poseen el 1% de la riqueza mundial.
Desconexión entre el liderazgo institucional y los ciudadanos. Hoy más que nunca se ha extendido entre la gente la sensación de que colectivamente creamos resultados que nadie quiere, habiendo llegado a una desconfianza en los líderes políticos y económicos, basada en la frustración por las consecuencias de su gestión.
Desconexión entre el producto interior bruto y el bienestar. Alcanzados uno niveles mínimos de bienestar, incrementos en el consumo material no suponen una mejora del bienestar de la población.
Desconexión entre gobierno y los sin voz de nuestros sistemas. Mecanismos de gobierno institucional que permiten el olvido de muchas personas nos colocan ante regímenes en los que la gente tiene apenas influencia para su cambio. Un ejemplo extremo sería la pérdida de propiedad sobre las semillas por parte de muchos campesinos en el mundo que se ven abocados al uso de semillas transgénicas sin posibilidad de reutilización, en favor de empresas multinacionales que ostentan la propiedad de su patente.
Desconexión entre formas de propiedad y el mejor uso social de bienes comunes. De manera que las formas actuales de propiedad, tanto pública como privada permiten un sobreuso y mala gestión de bienes sociales y ecológicos comunes en proporciones masivas.
Desconexión entre tecnología y necesidades sociales reales. De forma que se generan espacios de tecnología e innovación que mejoran el bienestar de unos pocos mercados sobresaturados. Tal es el caso de la mayor parte del gasto en I+D farmacéutico, destinado a mercados del mundo desarrollado con mayor poder adquisitivo, mientras las necesidades de los más pobres es ignorada.
Gobiernos manejados por grupos con intereses específicos
Muchos grupos de intereses organizados, como el sector bancario, agrícola, nuclear, petrolero y farmacéutico tienen una influencia desproporcionada en los organismos reguladores que, en principio, se diseñaron para supervisarlos. No sólo se trata de la enorme cantidad de dinero y de poder de lobby que poseen estos grupos, sino también la práctica de puertas giratorias que en Washington D. C. es generalizada y en otras capitales mundiales también.
Estos problemas estructurales son muy importantes y deben resolverse. Pero puede que no sean la causa raíz del paisaje de patologías descrito anteriormente. Así pues, teniendo en cuenta estas desconexiones, ¿cuál es la fuerza motriz de estas estructuras disfuncionales?
Los modelos mentales dan lugar a burbujas y desconexiones sistemáticas
A esta fuerza se le llama pensamiento. Como Albert Einstein dijo tan elocuentemente, «No podemos resolver los problemas con el mismo tipo de pensamiento que los ha creado». El pensamiento crea el mundo. Las estructuras del pensamiento económico de ayer se manifiestan en las estructuras de las instituciones y de las acciones actuales. Si queremos mejorar nuestro sistema de funcionamiento económico global, debemos empezar materializando el pensamiento subyacente.
El pensamiento de hoy conforma el modo en que representaremos la realidad de mañana. Este vínculo entre pensamiento y creación de la realidad social es sobre todo visible en nuestra economía.
El paisaje superficial de síntomas y las ocho desconexiones estructurales subyacentes surgen de la misma fuente profunda: un marco de pensamiento económico que está anclado en el pasado. El marco que utilizamos actualmente puede que fuera apropiado en el pasado, pero ya no guarda relación con los complejos retos y exigencias de nuestro tiempo.
“Debemos cambiar por completo el currículo escolar, reconectando el aprendizaje con el mundo exterior real, así como con el viaje interior más profundo de descubrimiento de nuestras auténticas fuentes de creatividad y de conocimiento.”
Actualmente mantenemos conversaciones equivocadas. El discurso económico y político suele plantearse como una elección entre más privatización, desregulación y recortes en el estado de bienestar y más regulación, gobierno y gasto deficitario basado en los estímulos. Este debate refleja el mundo del siglo XX, no el mundo del siglo XXI.
La realidad económica actual está incrustada en un ecosistema global de contextos ambientales, sociales, políticos y culturales que están muy entrelazados y que evolucionan de formas inciertas, complejas y volátiles. Estas condiciones exigen una mentalidad por parte de los que toman las decisiones más abierta, atenta, adaptativa y en sintonía con los cambios emergentes.
Llenar el vacío entre la realidad del ecosistema y el conocimiento del egosistema es el principal reto del liderazgo actual. Los responsables de las instituciones de un sistema tienen que embarcarse en un viaje conjunto para pasar de ver sólo su punto de vista (ego-conocimiento) a experimentar el sistema desde el punto de vista de los otros actores, especialmente de aquellos que están más marginados. El objetivo debe ser copercibir, coinspirar y cocrear un futuro emergente para su sistema que valore el bienestar de todos en lugar del de sólo unos cuantos.
Este no es sólo un imperativo ético, sino también económico.
La crisis educativa
La crisis de nuestro sistema educativo actual puede resumirse fácilmente: estamos enviando a nuestros hijos a un mundo que les exige abrir la mente, el corazón y las intenciones para enfrentarse y prosperar con los retos que tienen como individuos, como grupo y como sociedad. Sin embargo, no hacemos nada para ayudarlos a desarrollar estas capacidades en las fases más formativas de su desarrollo precoz. Es como poner una semilla en un suelo de hormigón y decirle. «Quiero que crezcas fuerte y rápidamente, pero no voy a darte agua, nutrientes, luz ni tierra».
Este enfoque de la «educación» de nuestros hijos es una de las irracionalidades más absolutas de nuestro tiempo, una irracionalidad que paradójicamente se comete en nombre de la racionalidad y de la razón. Gastamos probablemente más del 90 % de nuestros recursos educativos dando clases: reproduciendo antiguos corpus de conocimiento sin autorreflexión.
Necesitamos una pequeña revolución cultural a escala global que ilumine los puntos ciegos en el sistema educativo actual. Además, debemos cambiar por completo el currículo escolar, reconectando la agenda del aprendizaje con el mundo exterior real, así como con el viaje interior más profundo de descubrimiento de nuestras auténticas fuentes de creatividad y de conocimiento.
Fuente: Liderar desde el futuro emergente
Otto Scharmer es profesor del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y cofundador del instituto de la Presenciación y del Global Wellbeing and Gross National Happiness Lab. Es el autor del libro Teoría U y coautor de Liderar desde el futuro emergente y Presence. Katrin Käufer es directora de investigación en el Instituto de Presenciación e investigadora del CoLab del Massachusetts Institute of Technology (MIT). www.ottoscharmer.com www.presencing.com |
es directora de investigación en el Instituto de Presenciación e investigadora del CoLab del Massachusetts Institute of Technology (MIT).