Las empresas sociales no compiten por ser las mejores del mundo, sino que por ser las mejores para el mundo.
Sebastián Andrade
Si no fuera por la controversia judicial que obligó a los creadores de los helados Ben & Jerry’s a vender su empresa a Unilever el año 2000 y que sentó un precedente para desarrollar empresas con un fin no lucrativo, las cosas hubiesen sido muy diferentes: las B Corps o Empresas B no existirían y esta innovadora forma de emprender, que contradice las bases mismas del capitalismo, no se estaría dando.
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Bart Houlahan y Jay Coen, creadores de AND1, reconocida tienda de ropa deportiva de basquetbol, no pudieron rechazar los US$ 250 millones que les ofreció American Sporting Good por su compañía. Y no sólo por lo suculento de la suma en cuestión, que pocos se atreverían a rechazar. Ellos tenían muy presente lo ocurrido a Ben Cohen y Jerry Greenfield, socios fundadores de Ben & Jerry’s, a quienes la Corte Suprema de Estados Unidos los obligó a aceptar la millonaria oferta realizada por Unilever de US$ 326 millones, pese a sus reiteradas negativas y al hecho de querer hacer una empresa distinta, que fuera sustentable con el medioambiente y la comunidad, con uso de materiales orgánicos, utilizando el denominado comercio justo, amigable y transparente con sus trabajadores y donando parte importante de sus ganancias a la comunidad. En definitiva, con una huella de carbono muy limpia. Pero el dictamen judicial fue enfático: los dueños estaban obligados a vender porque no pudieron demostrar que en sus procesos productivos pudieran generar más dinero que lo ofrecido por la multinacional. Y como la ley establece que el primer rol de una empresa es maximizar las utilidades para sus accionistas, si los dueños de la empresa, negaban o rechazaban la oferta, estarían incumpliendo la ley y podrían ser demandados.
Esta dura advertencia, además de la propia experiencia hizo que Houlahan y Coen buscaran un nuevo modo de montar una empresa, cuyo primer objetivo fuera resolver problemas sociales y ambientales, con el mínimo de externalidades negativas y con mecanismos de transparencia no vistos hasta entonces y al mismo tiempo, con la seguridad de no vivir los problemas vividos por los fundadores de Ben & Jerry’s. Una tarea nada sencilla. Para ello, se asociaron con Andrew Kassoy, a quien ya conocían tras su paso por la Universidad de Stanford, con quien comenzaron a idear la manera de promover una nueva legislación que los ampare y buscaron los estados propicios para ese fin.
Como revela Gonzalo Muñoz, socio fundador de Triciclos, primera empresa chilena que recibió la certificación que otorgan las B Corp, la idea que tuvieron los precursores de este tipo de empresas fue instalar en el mercado a estas compañías, posicionándolas como una innovadora solución, en donde “la gobernanza, estatutos, y el deber de los ejecutivos y directores es muy diferente al tradicional”. Y bastante fructífero ha sido este trabajo, pues a la fecha, ya son ocho los estados del país del norte en donde hay una legislación especial que permite levantar una empresa con estatutos propios para las Benefit Corporations, que suman más de 500, la mayoría provenientes de Canadá y Estados Unidos.
Mejores empresas para el mundo
Con el slogan “Las empresas sociales no compiten por ser las mejores del mundo, sino que por ser las mejores para el mundo”, poco a poco las B Corps han ido ganando terreno y aceptación entre la gente, además de un reconocimiento por ser, por definición, amigables con el entorno social y el medioambiente. “La gran ventaja de este tipo de empresas es que, sin renunciar a funcionar como empresas, lo que significa ser eficientes y tener utilidades, no olvidan que tienen un objetivo primario, relacionado con el bien común, que en el caso de Triciclo es crear soluciones efectivas que permitan maximizar los procesos de reciclado de material, otorgando de esta manera un valor social y ambiental a la comunidad. En el fondo, se trata de mover la economía desde el interés de los accionistas al del público para el que se trabaja”, puntualiza Gonzalo Muñoz.
Asegura uno de los socios fundadores de Triciclos y mentor de varios emprendedores que aspiran a tener una empresa una “Certificación B”, que no cualquiera puede pretender ser una B Corp, como alguien que se dedique al negocio de las armas, pero que el abanico de giros de este tipo de compañías es muy amplio. “Está el caso de Guayakí, empresa de mate orgánico, que si bien está certificada en California, tiene muchas operaciones en Argentina y tiene como misión rescatar y preservar 80.000 hectáreas de selva atlántica, dando trabajo a más de mil personas”.
A juicio del emprendedor, otra de las ventajas que exhiben las empresas B es que cumplen un rol social, subsidiando actividades propias de la sociedad civil, que muchas veces tienen un bajo impacto de sus acciones debido a que carecen de los recursos económicos necesarios, porque no están situados en la dinámica de maximizar sus actividades y recursos. Y también se posicionan como una compañía diferente y responsable, lejos de la mala imagen que pueda tener alguna parte del sector empresarial, por malas prácticas. “Entonces, por un lado son más eficientes que las ONG’s o instituciones de la sociedad civil y tienden a tener mayor legitimidad que las clásicas empresas”, asegura Muñoz, quien explica que el hecho de estar certificado como una Empresa B, implica ya un cumplimiento de ciertas formas de trabajar: porque los obliga a ser más eficientes, sustentables económica y ambientalmente, con normas con los empleados muy claras, que aseguren un óptimo clima laboral.
Explica el creador de triciclos que las externalidades positivas en relación a las B Corps se están comenzando observar, como el caso de la Universidad de Yale, institución que condona la deuda a todos sus ex alumnos que se empleen en B Corps o generen este tipo de empresas.
Está manera de entender las empresas se debe a que el mundo ha cambiado mucho y que formas de hacer negocios que eran normales hace 30 o 40 años, hoy no son aceptables.
El exitoso caso de Triciclos
Ser la primera compañía en América Latina con la “Certificación B”, además de un orgullo, para sus socios fundadores, significó también una oportunidad para abrir una puerta a las B Corps en la región, casi sin proponérselo. “Teníamos la idea de conocer a estos tipos que fueron mencionados dentro de las 30 personas de mayor relevancia e influencia en temas sociales por la Revista Forbes, pero sin mayor ambición que saber de primera fuente su experiencia. Sin embargo, nos vimos trabajando con ellos durante una semana en Nueva York, tiempo en el que les ofrecimos replicar en nuestra región esta forma de hacer empresa, que, sin saberlo, constituye un modo de trabajar con el que siempre tuvimos total afinidad”, revela Muñoz.
Y aunque Houlahan, Coen y Kassoy no tenían planes de expandirse, aceptaron la idea de los emprendedores chilenos, que se comprometieron a realizar un workshop, el que fue todo un éxito y contó con la participación de parte de los creadores de las B Corps, representantes de ocho países de la región.
A nivel local, Muñoz cuenta que para fomentar las B Corps en el país, se necesita el apoyo del gobierno, de modo que exista una legislación adecuada que las ampare. “Es un trabajo multisectorial en el que deben intervenir muchos actores, donde las políticas públicas juegan un importante papel para asegurarles un espacio a las Empresas B”.
Pensando en la proyección que puedan tener estas empresas, Gonzalo siente que éste es el futuro y el camino por donde debieran encaminarse las compañías, incluso aquellas que tengan problemas de credibilidad o con un futuro incierto. “Las empresas que por diversos motivos tengan serios problemas y no vean una salida, tienen la posibilidad de acercarse a este modelo, cambiar en un 100% el chip en su manera de funcionar y convertirse. Nada pierden”, precisa.
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Contextualizando, Gonzalo Muñoz cree que esta manera de entender las empresas se debe a que el mundo ha cambiado mucho y que formas de hacer negocios que eran aceptables hace 30 o 40 años, hoy no son tolerables. Y las B Corps se hacen cargo de esos cambios que dan cuenta de una sociedad muy diferente que tiene otras necesidades, no sólo ganar dinero.
Los nuevos líderes empresariales
Han pasado cinco años desde la primera certificación regional. Hoy existen 307 empresas B en Latinoamérica y facturan aproximadamente US$5.000 millones anuales y emplean a un total de casi 20.000 trabajadores, según el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF)
Mercedes Botero, directora de Innovación Social de (CAF), dice que el crecimiento de las empresas B en la región ha sido exponencial y que las proyecciones son alentadoras.
“Estamos trabajando con una red de académicos de más de 60 universidades latinoamericanas en la Academia B con el objetivo de formar líderes empresariales que emprendan proyectos bajo este nuevo paradigma”.
La Academia B está desarrollando proyectos con escuelas de negocios y con el sector privado. También está acumulando evidencia empírica que permita medir el impacto positivo de estas empresas en temas como medioambiente e inclusión social.
En el mundo existen 2.240 empresas B, según datos disponibles hasta septiembre de este año. Algunas son Natura, Danone España, Ben & Jerry’s y Patagonia.
Texto original publicado en innovacion.cl
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