«Nos han inculcado la idea de que la medicina es una ciencia en la que debemos creer a pie juntillas. Sin embargo, cada vez más profesionales son conscientes de las limitaciones de la ciencia de la salud humana, y están empezando a levantar su voz.«
En su libro La expropiación de la salud, denuncian cómo el sistema sanitario nos ha arrebatado el derecho a decidir sobre nuestra salud y la forma de vivir la enfermedad.
Entrevista a J. Gérvas y M. Pérez-Hernández de Francesc Prims
¿Qué derechos hemos perdido o estamos perdiendo como pacientes?
Juan Gérvas: Son derechos tan básicos como el derecho a vivir la salud y disfrutar de la vida con sus adversidades. Hoy, una persona no puede sentirse sana si su salud no está acreditada por un médico. También se nos ha quitado el derecho a vivir la enfermedad, que tiene connotaciones que los médicos no pueden ni deben controlar. La enfermedad tiene una parte de enseñanza con la que la especie humana ha aprendido a convivir. Por último, se nos ha quitado el derecho a morir, no ya dignamente, sino con plenitud. La muerte es parte de la vida y tenemos derecho a vivirla así.
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Mercedes Pérez-Fernández: El médico tiene una capacidad enorme de decir que estás enfermo: se crean nuevas enfermedades y se mueven los indicadores para que un mayor espectro de individuos tengan cabida dentro de la definición de una enfermedad. La expropiación de la salud es así un proceso coercitivo e insidioso que deja sin capacidad de autocuración y sin autonomía al individuo.
¿Por qué es un proceso coercitivo?
JG: Se nos fuerza a acudir al sistema sanitario más de lo necesario induciéndonos miedo: a la gripe, a morir o a cualquier enfermedad que va a exigir un tratamiento y un seguimiento. Estamos produciendo una sociedad enferma cuando, objetivamente, la sociedad está más sana que nunca.
La expropiación de la salud es un proceso coercitivo que nos deja sin capacidad de autocuración y sin autonomía
¿Qué quieren decir con que este proceso de expropiación nos quita la capacidad de la autocuración?
JG: Todo el mundo sabe curarse un resfrío; sabemos que hay que reposar unas horas o unos días y tomar líquidos. Pero este tipo de sabiduría va menguando, de modo que nos vamos quedando indefensos y la dependencia respecto de los médicos es cada vez mayor.
¿Algún otro ejemplo?
JG: Uno muy visible es la gripe. Hasta hace diez o quince años, era un problema menor que producía mil o dos mil muertes al año en España; los afectados eran solo enfermos con un cuadro muy complicado. Sin embargo, hoy la gripe causa terror, como demuestran los colapsos en las Urgencias.
¿Las mamografías preventivas serían otro ejemplo de metemiedos?
MPF: Sí, un ejemplo perfecto. También lo es la determinación del PSA (antígeno prostático específico, cuya medición se ofrece para “prevenir” el cáncer de próstata). Personalmente, considero insultantes las cartas que recibo invitándome a hacerme la mamografía, y he tratado de dejar de recibirlas. Pero no ha habido manera, y se sigue violando un derecho mío como ciudadana.
Todos sabemos curar un catarro, pero este tipo de sabiduría va menguando; la dependencia de los médicos es mayor
JG: Recibir la carta para hacerse la mamografía produce a algunas mujeres un miedo tan cerval que lloran. Terminan mirando sus pechos con miedo, cuando son una parte de la anatomía de la que sentirse orgullosas.
¿No es deseable detectar un cáncer en una fase incipiente?
JG: Nuestra máxima es el total respeto a las elecciones del paciente. Pero no debemos olvidar que las radiaciones suponen daños que se acumulan a lo largo de los años. Por ejemplo, cinco TAC (tomografía axial computarizada) en niños equivalen a la radiación que se recibió en el centro de Hiroshima cuando cayó la bomba atómica. La TAC cerebral en niños multiplica por tres el riesgo de que padezcan cáncer de cerebro o leucemia.
MPF: En cuanto al cribado con mamografías, además de los riesgos inherentes a la radiación, tenemos el hecho de que aumenta el número de cánceres porque diagnostica muchos que desaparecerían espontáneamente, que no crecerían o que nunca darían metástasis, de forma que se hace un flaco favor al diagnosticarlos. Los hombres no salen mejor parados: se les intimida con que pueden tener cáncer de próstata y se les somete a tactos rectales, PSA, biopsias e intervenciones que producen complicaciones hasta en el 40% de los casos estudiados, incluidas septicemias.
En cuanto al cribado con mamografías, se diagnostican muchos que desaparecerían espontáneamente
Habrá controles que sí serán saludables, como los de colesterol…
JG: Se puede disminuir el colesterol con dietas, pero eso no cambia la frecuencia de infartos de miocardio o de complicaciones cardiacas, aunque esto pueda sorprender. Las dietas para pacientes con colesterol alto carecen de fundamento científico. Además, cierto índice de colesterol es necesario para el organismo. Sin colesterol no tendríamos cerebro. Hay niños que siguen dietas bajas en colesterol con problemas de desarrollo. Hay que tener cuidado. El colesterol no tiene ninguna importancia.
¿Por qué?
MPF: Los parámetros “correctos” de colesterol los decide un comité de expertos condicionado por los intereses de las farmacéuticas que venden estatinas para el colesterol; y luego están las empresas alimentarias y la lista interminable de alimentos “funcionales”, que no sirven para nada. Entre tanto, dejamos de disfrutar de los huevos fritos porque, aunque los comamos, lo hacemos con una sensación de culpa.
¿No están exagerando un poco?
JG: Hay millones de personas que, por unos criterios demasiado estrictos, se medican contra la tensión alta, padeciendo efectos adversos como impotencia. Se les está secuestrando la salud porque podrían disfrutar del sexo, de su vida, sin preocuparse de tomar unos medicamentos que les están ocasionando más daños que beneficios. ¿Dónde está la exageración?
Las dietas para el colesterol alto carecen de fundamento científico. Y cierto índice de colesterol es necesario
MPF: Años atrás, a los pacientes con una úlcera de estómago se les decía que padecían un mal psicosomático, que eran nerviosos, y se les indicaba que se relajasen. Hoy se sabe que estas úlceras son debidas a una infección. Cuando descubramos algo parecido en relación con los infartos de miocardio, ¿qué vamos a decir a los pacientes?
¿Qué actitud recomendarían?
JG: En general, el individuo sano debería defender su salud no yendo al médico. El contacto con el sistema sanitario estando sano es peligrosísimo e innecesario.
MPF: Una persona sabe cuándo puede estar pasándole algo. Si un día duermes mal o tienes un dolor, es absurdo que acudas al médico. Si estas manifestaciones se prolongan o se agravan, entonces sí que es lógico acudir.
Así pues, todo lo que son pruebas preventivas o chequeos…
JG: No lo recomiendo a nadie que se sienta sano, ni por iniciativa propia ni de la empresa o de la escuela. Obviamente, si tienes un puesto de trabajo con algún riesgo debes adoptar unas medidas específicas. Estamos hablando de lo que se hace a todo el mundo por sistema.
MPF: Nuestra propuesta es: actividades preventivas, muy pocas o ninguna. Algunas de las vacunas sí; por ejemplo, la del sarampión, aunque esta vacuna es mejorable.
Nuestra propuesta es: actividades preventivas, muy pocas o ninguna. Algunas vacunas, como la del sarampión, sí
¡Dos médicos que recomiendan no acudir al médico!
MPF: Lo peor de todo es no evitar la “mortalidad innecesariamente prematura y sanitariamente evitable” (MIPSE). El exceso de medicalización y de diagnósticos llevan ahí. Por supuesto, son malos los excesos, pero también las negligencias. Por ejemplo, lo que no puede ser es que un paciente mío muera por tétanos porque yo no le he puesto la dosis cuando tocaba. Esa sí es una responsabilidad médica por la que me podrían y me deberían llevar a la cárcel. La MIPSE nos vuelve muy pragmáticos.
¿Qué más se nos ha expropiado?
MPF: Se nos induce a tener el parto en el hospital, cuando las prácticas médicas lo convierten en muy peligroso. Por no hablar de la proliferación de cesáreas injustificadas… Los estudios muestran que es mejor tener el parto en casa, siempre que se cuente con ayuda próxima por si pasa algo. Y siempre que no haya indicios de que se pueda complicar.
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JG: ¿Y la muerte? Morir en casa es un deseo natural, pero hoy es más frecuente morir en el hospital que en casa. Morir en el hospital elimina el aspecto sagrado que ha tenido para los humanos la muerte de un miembro de la tribu y lo transforma en un hecho vulgar. Se muere muchas veces solo, sedado y en medio de máquinas en vez de hacerlo entre los suyos, rodeado de ternura. Es otro ejemplo de la expropiación de la que somos objeto. Porque un campo en que claramente han reducido nuestra autonomía es la espiritualidad.
¿A qué se refiere?
JG: Hemos leído un artículo de una revista de enfermería que revisa las intervenciones que aumentan o fomentan la espiritualidad en los pacientes con cáncer. Estas prácticas mejoran el bienestar y el entendimiento de la enfermedad por parte de los pacientes, que sienten menos ansiedad. Sin embargo, en el mundo médico son aspectos ignorados o considerados algo alternativo, raro, cuando la espiritualidad es parte del ser humano y tiene un poder autocurativo.
¿Por qué no tiene en cuenta la medicina el poder de los sentimientos y las creencias?
JG: Porque estamos todavía dentro del paradigma de la medicina newtoniana, mecanicista, que propugna que el ser humano es complicado. Sin embargo, las ciencias modernas han demostrado que no es complicado; es complejo, que es mucho más. Un mecano puede ser complicado, pues hay que saber ubicar las piezas, pero en los sistemas complejos no sabemos exactamente qué va a pasar si movemos una pieza. Nosotros reclamamos el respeto a la complejidad del ser humano, lo que incluye la espiritualidad que todo el mundo tiene. A todos nos conmueve algo, y negarlo es ir contra la ciencia. Es un profundo conocimiento científico el que me lleva a la tolerancia de esos sentimientos que no sabemos explicar bien y que situamos en el ámbito de la espiritualidad.
Entrevista original de CuerpoMente.