«Cuando una cultura pierde progresivamente su espiritualidad -es decir, pierde el espíritu que fue su fundamento- va lentamente degradándose. Yo creo que ahora se está trabajando una espiritualidad del cambio.»
Ivan Andrés Santandreu conversa con Gastón Soublette.
Fotografías de Rodrigo Núñez.
Escucha el podcast de la entrevista:
Ingresar a la casa de Gastón Soublette en Limache es como ingresar a otra época y también a otra dimensión. Junto a libros de páginas amarillas y DVD que se apilan, está un estilo de vida ya olvidado; uno que invita a la calma, a la serenidad y a la reflexión, que permiten los grandes espacios de las casonas antiguas, con un patio quinta que invita al silencio.
Soublette, salvo por el bastón que ocupa para apoyarse al caminar, no representa 92 años. Presenta una lucidez e ilación de ideas, unido a una experiencia de vida, que hacen del conversar con él, en una mañana de verano, en su sillón preferido para dar entrevistas, una experiencia única.
Aquí un apretado resumen de los conversado.
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–Gastón, Ud. ha señalado que Chile está despertando a algo mucho más profundo. Desde su mirada, ¿cuáles son las raíces de esta crisis social?
-Lo que define esta etapa de la sociedad industrial es un hombre que no tiene interioridad, no tiene espiritualidad y, por tanto, perdió los valores. Y, al perder los valores, pierde el amor al prójimo, el sentido de la solidaridad; pierde el respeto, es víctima de sus impulsos. No se conoce a sí mismo y empieza a vivir en una parcela cada vez más mezquina de su mente, que yo llamo: “el intelecto utilitario”. Es así como el hombre queda confinado a esa parcela de la mente y va destruyendo otros estratos de la psiquis.
Entonces, se empobrece mucho la vida, la visión de mundo, la visión del hombre y su destino trascendente. Quedamos reducidos a la lógica de los negocios; a una visión puramente económica y tecnológica del mundo. Y, so pretexto de alcanzar por esos medios el bienestar, creamos exactamente lo contrario.
Si ustedes ven hoy los barrios centrales de una ciudad, como Santiago, Buenos Aires o París, se van a dar cuenta de que, en el fondo, hemos creado un infierno. Ya no se puede respirar aire puro, ya no se toma agua pura, no se come nada que no tenga preservantes tóxicos. Estamos buscando el bienestar, pero hemos caído en un infierno. Eso se debe a la desmesura. La desmesura es la ambición de la civilización industrial que, por el camino de maximizar utilidades, ha reducido la vida nada más que a los problemas tecnológicos y económicos.
¿Pero quién controla ese mundo? Se calcula que son entre 10 a 15 millones las personas que detentan en sus manos toda la riqueza del planeta, contra 7.000 millones, que dependemos de ellos. Ellos son los que determinan las pautas acerca de cómo debemos vivir, qué debemos consumir, qué estilo de vida debemos llevar. Y nosotros lo único que podemos pedirles es un empleo, por el cual ellos nos pagan. Ellos trabajan, acumulan capital, no apuntan hacia el bien común, sino hacia la acumulación de capital; hacia el incremento del poder y la competitividad. Ese mundo es un infierno, se acabó la felicidad.
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Las grandes masas populares asignadas a las ciudades ya no saben lo que es ser feliz. Excluyeron la felicidad de su vida. Lo único que se exige de ellos es el rendimiento. Este es un hombre esencialmente desgraciado. Vive en el malestar permanente, sabiendo que los poderosos están acumulando riqueza para nuevos emprendimientos que hacen más complicada la vida, que hacen más pesada la existencia. Lo que ocurre es que esa gente ya no aguanta más. Yo diría que la humanidad entera ya no va a tolerar más que un grupo pequeño detente todo el poder económico, tecnológico, político, informático y militar.
Las grandes potencias solo piensan en ser más grandes; compiten de una manera extremadamente peligrosa. Son cifras astronómicas. Estados Unidos tiene cinco portaviones, con los cuales puede hacer lo que quiera, introducirse en cualquier parte, bombardear impunemente. Y no le basta con 5, está produciendo otros 5. Los gastos militares de Gran Bretaña o Francia son 40.000 millones de euros al año. Eso me lo contaba Juan Pablo Orrego, Premio Nobel Alternativo de Medioambiente.
Este es un hombre esencialmente desgraciado. Vive en el malestar permanente, sabiendo que los poderosos están acumulando riqueza para nuevos emprendimientos que hacen más complicada la vida, que hacen más pesada la existencia.
¿Para qué fabricar tanto armamento? ¿Por qué se ha transformado en un gasto primordial de los presupuestos de las naciones? Se están preparando para una guerra. Nos están preparando para un apocalipsis. Mi única esperanza es que el cambio climático les amarre las manos.
He sabido por ecologistas chilenos que fueron a un congreso que se hizo en Sídney, en Australia, que hay un plan para la evacuación de Londres, porque el mar va a subir 6 metros, eso ya no se puede evitar. Y Londres, Nueva York, Miami, Valparaíso y Viña del Mar y todas las ciudades costeras están al nivel del mar.
Y ante esto, ¿qué queda del poder de ellos? Se les deshace su juego. Entonces, tenemos que prepararnos para ese momento. No digo que ocurrirá mañana; pero puede ocurrir en unos 80 años más.
“¿Quién soy yo en medio de este caos?”
–Nuestra civilización actual tiene un símil con el ocaso de la civilización romana, y ya muestra síntomas de colapso, ¿hay indicios del surgimiento de una nueva cultura alternativa?
-Cuando una civilización entra en una crisis tan grave como la que estamos viviendo, se acerca al colapso. Todos estos reventones a nivel mundial son un síntoma muy claro. ¿Qué va a pasar en Chile? Es muy difícil augurarlo.
Sin embargo, paralelamente a este proceso de degradación, de desintegración, está emergiendo un nuevo paradigma desde el inconsciente colectivo de la humanidad. La expresión que se está usando en Chile: “Nuevo pacto social” se aproxima a ese concepto. Rousseau decía que la sociedad se forma por un pacto. Ese pacto es el fundamento.
Yo estoy convencido de que está emergiendo un nuevo paradigma. Pero ese paradigma no lo podemos identificar con el modelo vigente hoy. Es radicalmente distinto. Entonces, cuando yo afirmo que el mundo está muy mal, estoy hablando de la mitad del mundo. La otra mitad está emergiendo. Y esa es nuestra esperanza.
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¿En qué se nota que está emergiendo? Esto lo venimos estudiando desde hace muchos años. En Chile, la doctora Lola Hoffmann lideró durante mucho tiempo un movimiento que se llamaba “Iniciativa planetaria para el mundo que elegimos”, que justamente nace bajo la idea de que está emergiendo un nuevo paradigma. Esto lo anunció Boris Berman en su libro El reencantamiento del mundo. Se formó todo un movimiento y creó conciencia ecológica en Chile. Sara Larraín, Manuel Baquedano y Juan Pablo Orrego salieron de esa escuela. Se lo debemos a la “Iniciativa planetaria” y a la doctora Hoffmann. Es más, los movimientos feministas fueron liderados por ella. Fue el primer embrión.
¿Qué síntomas tangibles hay de que efectivamente está emergiendo un nuevo paradigma? Yo, como educador, lo veo en mis alumnos. Yo veo que hay consenso. Todos están de acuerdo en que esto no puede seguir, que se han perdido valores fundamentales y que hay que recuperarlos. Esos valores apuntan a una sociedad muy distinta a la actual. La figura de Cristo está reapareciendo, en otra dimensión. Hoy yo puedo adherir a Cristo, sin ser católico ni ser oficialmente cristiano. Los jóvenes están buscando una espiritualidad. Están indagando en una relación armónica con ellos mismos y con su prójimo. Están buscando conocerse a sí mismos, porque ellos sienten que han perdido identidad personal. Esta mentalidad promedio que ha creado esta civilización industrial puramente económica y tecnológica ha arrasado con la identidad de las personas.
En medio de este mar en que flotamos todos, en donde se nos exige adhesión al modelo, cada persona ahora quiere saber quién es, porque la verdadera identidad de los individuos, el sistema no la necesita. Lo único que necesita de ti es que rindas: nada más. Pero quién eres tú, cuáles son tus sueños y anhelos, cuáles son tus verdaderas aptitudes: al modelo no le interesa.
Entonces, ellos vuelven sobre sí mismos. ¿Quién soy en medio de este caos? ¿Quién soy? Ese es uno de los síntomas de los que está emergiendo un nuevo paradigma. Y el otro síntoma dice relación con la llamada “cultura alternativa”.
La cultura alternativa
La “Iniciativa planetaria para el mundo que elegimos” era parte de un movimiento que se venía formando desde 1950, de mediados del siglo pasado, que estaba conformado por gente que no sale a la calle a protestar, que se daba cuenta de lo mismo de los que protestan hoy, pero que tomaron una opción distinta. Ellos dicen: “El cambio que yo desearía lo voy a hacer en mi propia vida y me voy a juntar con otras personas que quieran lo mismo. Nos vamos a ayudar unos a otros para crear un mundo, aunque sea pequeño; un mundo distinto, que nosotros quisiéramos para la totalidad”.
Ese movimiento de cultura alternativa está tomando una dimensión más grande que es digna de ser estudiada.
La información que recibía la doctora Hoffmann, hace ya más de 25 años, decía que las personas que han dado el vuelco de conciencia y que han tomado esta decisión serían aproximadamente el 15 % de la humanidad, ¡ya en ese tiempo! A ese número, la doctora Hoffmann lo llamaba la “cifra crítica”. Una vez lograda la cifra crítica, sobrevendría un efecto multiplicador. Eso está ocurriendo en todas partes del mundo. Está sucediendo en Medio Oriente, Europa, Estados Unidos, Latinoamérica, etc., pero no hace noticia.
Un multimillonario organizó un congreso de cultura alternativa en Toronto, Canadá, e invitó a 300 representantes de este movimiento de todos los continentes. A eso le precedió un estudio que duró muchos años. ¿Por qué un poderoso empresario impulsa esta iniciativa? Porque le preocupó el alcance de este movimiento. Podemos llegar al extremo del movimiento de Martin Luther King, en EE.UU., cuando discriminaban a los afroamericanos en los autobuses. En ese entonces, Luther King dijo: “De aquí en adelante, ningún afroamericano se sube a ningún bus”, e hicieron quebrar a muchas empresas. Ahí está el peligro.
Yo estoy convencido de que está emergiendo un nuevo paradigma. Pero ese paradigma no lo podemos identificar con el modelo vigente hoy. Es radicalmente distinto. Entonces, cuando yo afirmo que el mundo está muy mal, estoy hablando de la mitad del mundo. La otra mitad está emergiendo. Y esa es nuestra esperanza.
Este congreso de Toronto creó un código de principios básicos y, luego, un manifiesto. Entre esos principios generales hay tres que revelan el desenganche total con el sistema: no lucrar, no tener metas precisas y no publicitarse.
Esta cultura alternativa está tomando un vuelo inusitado, que puede ser la forma actual de emerger del nuevo paradigma. Yo lo comparo con la comunidad que fundó el apóstol Pablo en el Imperio Romano. Éste era uno de los más brutales que han existido en la historia de la humanidad, solo comparable con los nazis: soluciones de fuerza, culto al genio y al superdotado. Los emperadores eran tiranos, la arbitrariedad era absoluta, se vivía en la inseguridad. Además, les hacían la vida imposible a los otros pueblos. Las legiones romanas hacían lo que querían con la Galia, Gran Bretaña, Germania, etc.
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En medio de esa sociedad, un hombre llamado Pablo, que parecía que luchaba solo contra todo el imperio, difundiendo el evangelio de Jesucristo, creó comunidades. En esas comunidades, se creó el hombre nuevo. Era la cimiente del cambio de paradigma. Y, al cabo de unos tres siglos, el emperador Constantino tuvo que darse cuenta de que estas comunidades llenaban el imperio de Irlanda, Escocia, Gran Bretaña, la Galia, España, Italia, Medio Oriente. En todas partes, estas comunidades creían en la doctrina predicada por Pablo y Jesús. Ellos eran la verdadera estructura espiritual del imperio. Ya nadie creía en los dioses. Es así como Constantino se vio en la obligación de preparar lo que hizo su sucesor: declara al catolicismo como religión oficial del Imperio Romano. ¿Qué significa esto, como fenómeno histórico? Se creó un nuevo paradigma, que cubrió el mundo entero.
–Arnold Toynbee desarrolla, en su obra Estudio de la historia, la ciclicidad de las civilizaciones. ¿Podría repetirse el ciclo que augurara un nuevo paradigma?
-Eso es lo que estoy sospechando. Este movimiento de cultura alternativa en el mundo es comparable, de alguna manera, a lo que pasó con las comunidades que fundó Pablo. Es por eso que un profesor norteamericano, llamado Harold Richard, que es una eminencia en economía y sociología, hizo un seminario en Limache sobre la importancia de estudiar las comunidades de Pablo, pero no desde el punto de vista religioso, sino como fenómeno histórico e, incluso, económico. Él afirma que eran cooperativas que lo compartían todo. Es decir, no había diferencias de estatus económico y vivían en el mismo amor, respeto y colaboración; con la misma esperanza, con un mismo espíritu. Y eso era lo contrario del hombre que había creado el Imperio Romano, que era un hombre fuerte, prepotente, conquistador.
Yo creo en la protesta masiva también. Por supuesto que creo.
–Forman parte de lo mismo, del renacer de algo…
-Por supuesto, ese es un paso más inmediato del colapso de este modelo. Lo otro es más profundo; porque estos movimientos cesan en algún momento. El mayo del ’68 no duró mucho. El Partido Comunista se arregló con el gobierno en esa época, les subieron los salarios a los trabajadores y se desinfló completamente el movimiento. Duró muy poco. Fue muy inmediato, faltó interioridad. No se trabajó una verdadera espiritualidad. Yo creo que ahora se está trabajando una espiritualidad del cambio.
Gastón Soublette es profesor titular de la Facultad de Filosofía y Estética de la Universidad Católica de Chile. Experto en filosofía oriental y cultura popular e indígena, imparte clases cada martes en el Campus Oriente de la Universidad Católica.
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