¿Puede ser el aborto un hecho aislado en la vida de una mujer o de un hombre? ¿Tiene alguna repercusión más allá de convertirse en un recuerdo? ¿Cómo se sana energéticamente un aborto? A continuación, algunas luces del efecto que puede tener la interrupción de un embarazo.
Cintya Ramírez Fuentes
En el último tiempo, tanto en Chile como en otros países del mundo como Argentina e Irlanda, la discusión moral y política en torno al aborto ha sido intensa. Dado que varios derechos humanos se enfrentan y contraponen, no hay manera fácil de llegar a un consenso que deje conformes a todos los posibles involucrados.
De hecho, hace poco más de un año, en nuestro país se aprobó la Ley de Aborto en tres causales –vida de la madre en riesgo, violación e inviabilidad fetal– y, recientemente, la Cámara de Diputados dio su apoyo a un proyecto de ley que crea un catastro nacional de mortinatos. Mientras un grupo sigue buscando ampliar la legislación para lograr “aborto libre y seguro”, otros celebran que se haya aprobado un nuevo reglamento de objeción de conciencia, que excusa a profesionales e instituciones de salud que no están de acuerdo con participar en la detención de un embarazo.
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Pero más allá de la situación sociopolítica existente, en la vida privada de una mujer, experimentar un aborto puede ser incluso más íntimo que dar a luz a un hijo, especialmente si ha sido una decisión consciente. Solo esa persona –y, tal vez, su pareja– sabe lo que está pasando por su corazón y su mente cuando esa vida es expulsada de su vientre. Es más, es probable que ese embrión que no llegó a nacer, de todas maneras va a seguir siendo parte relevante de su historia siempre, sea cuál sea la razón de ello.
Al respecto, el matemático y experto en nuevas constelaciones familiares, Rafael Allendes, explica que todos somos parte de un engranaje mayor: “Pertenecemos a un sistema más grande, que incluye a los que han venido antes de nosotros y a los que van a venir después. Todo lo que hacemos afecta a todos, porque en la vida nos movemos como un gran sistema. Cualquier movimiento o sanación que hagamos es colectiva, es de todos”.
Desde esa mirada, un aborto no sería una situación puntual, ni meramente personal. “Un aborto es siempre un impacto que se extiende mucho más allá del evento. Tanto en los hijos como en los padres, sigan juntos o no, porque siempre permanecen unidos a través de esa vida que no vino. Es un dolor que impacta en la continuidad de la vida y en las familias que se establezcan”, señala el psicólogo y director del Círculo de Constelaciones Familiares de Chile, Alfredo Collovati.
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Todos somos uno
El psicoanalista alemán Bert Hellinger, quien comenzó con la utilización de las constelaciones familiares como método psicoterapéutico a nivel mundial, habla de los órdenes del amor en el sistema como base de esta visión. Entre ellos, el más fuerte es el derecho a la pertenencia, que se refiere a que somos parte del engranaje mayor mencionado, solo por el hecho de existir.
Tal como si hubiese una conciencia propia, que se expresa de manera inconsciente en nosotros, si ese derecho es retirado –como se da con el aborto inducido–, se va a producir un síntoma, una ruptura en el alma familiar, que el sistema va a buscar restituir. “Sistémicamente la vida va a tomar a otro miembro y lo va a hacer compensar, porque es necesario que se mire al excluido”, expone Rafael Allendes.
Un aborto es siempre un impacto que se extiende mucho más allá del evento. Tanto en los hijos como en los padres, sigan juntos o no, porque siempre permanecen unidos a través de esa vida que no vino. Es un dolor que impacta en la continuidad de la vida y en las familias que se establezcan.
Como se advierte en las constelaciones, hasta que no se mire con amor lo que está oculto en la historia familiar, el síntoma va a seguir apareciendo. En el caso del aborto, va a depender de cómo se haya dado la interrupción del embarazo. Por ejemplo, si el bebé había sido concebido entre dos personas que lo deseaban con amor y ocurre un aborto espontáneo en el primer trimestre, probablemente no hayan consecuencias futuras más que un duelo normal, dado que la vida de ese niño tenía su lugar en el sistema. Pero si hubo violencia e intención de muerte, alguien más va a cargar con eso. “La vida está siempre tratando de sanar en la misma proporción en que nosotros nos alejamos de los órdenes del amor”, afirma Allendes.
Por ejemplo, para la mujer es, sin duda, mucho más desestructurante que para el hombre, porque “esa vida ha tomado cuerpo en su cuerpo”, explica Alfredo Collovati. “Lo que he visto terapéuticamente es que son marcas que duran para toda la vida. Son marcas tan dolorosas, que se intentan no mirar, ignorar, olvidar, pero no por eso desaparecen… Continúan de una manera que sigue afectando el futuro”, dice. Y es que energéticamente habría una muerte en el útero, que además le quitaría fuerza a la mujer en su apariencia, en su belleza.
Asimismo, si una madre tiene mucha culpa, otro hijo le puede recordar a ese bebé que no llegó. Incluso puede darse entre ellos una relación difícil porque el niño muestra toda la rabia y la pena que ella no quiere ver.
En cuanto al hombre, puede manifestar problemas económicos o deudas que inconscientemente expían las culpas. Es decir, si en el sistema hubo un aborto que no se quiere ver y la persona tiene una empresa, por ejemplo, se pueden generar agujeros por donde el dinero se diluye.
También existen consecuencias para la pareja, revela Rafael Allendes: “Lo vemos en la consulta… Se separan rápido o tienen más hijos, pero con vidas difíciles, porque esto queda en la conciencia familiar. Se vive un duelo aunque no se hable, se castigan y de todas formas se terminan separando. Pareciera como si en algún nivel se abortara también ese proyecto”, dice el constelador. “La mujer pierde la confianza en el hombre porque este, a su vez, pierde la fuerza de su rol masculino –el de la seguridad del grupo– y deja de verla como mujer”.
Por otra parte, la experiencia da cuenta que si un niño no fue visto y asumido como hijo, probablemente el siguiente niño del mismo sexo que llegue a la familia va a representar al que no nació. El sistema va a equilibrar con alguien más que se va a excluir. Esto puede manifestarse desde lo más sutil a lo más concreto, dependiendo de lo que haya sucedido. “Es distinto que sea un niño deseado que no vino, a que haya habido un deseo de muerte. Un deseo de muerte tiene un impacto catastrófico que alguien va a tener que recibir”, explica Collovati. “Por ejemplo, un niño autista puede estar cargando a un bebé que fue abortado por haber sido producto de una violación. Carga con toda esa fuerza, ese desprecio y esa rabia. La consecuencia es más severa precisamente porque fue severo lo que pasó”, confirma Allendes.
“Lo que he visto terapéuticamente es que son marcas que duran para toda la vida. Son marcas tan dolorosas, que se intentan no mirar, ignorar, olvidar, pero no por eso desaparecen…”
La teoría es que siempre los hijos están ligados a lo que sus padres no pueden integrar en el corazón. Entonces, en lealtad a ese hermano, el niño puede permanecer retraído, aislado, y puede generar situaciones contra su propio bien, como no experimentar la vida en plenitud. Síntomas como el déficit atencional; los trastornos del desarrollo; un sentimiento de culpa por vivir, donde no se siente digno; sensaciones de no merecimiento ligadas a una incapacidad de establecer relaciones de pareja en que alguien lo pueda amar; que nada se concrete o todo fracase en la vida; además de enfermedades difíciles de llevar como depresión o leucemia, son signos de que una persona está llevando una carga que la madre no puede mirar.
De hecho, cuando ha sido una historia muy traumática y fuerte, un segundo hermano o un tercer hermano puede estar compensando también. A veces en los movimientos de las constelaciones todo el sistema mira algo que se sabe que está ahí –el hermano muerto–, pero siempre hay algún integrante que lo siente más.
Algo similar ocurre en casos de fertilización in vitro, donde es probable que el niño presente déficit atencional, debido a que observa a todos sus hermanos (los otros óvulos fecundados). Al respecto, Allendes comenta: “Lo que pide el sistema es que se les mire, que se los honre y se agradezca el espacio que dejaron, porque el que vive mira a los demás y compensa por agradecimiento”.
Finalmente, se ha visto que mujeres de una familia no pueden quedar embarazadas o no logran llevar un embarazo a término cuando en generaciones anteriores ha sido muy normal hacerse abortos; cuando no se ha respetado a las mujeres; cuando han muerto haciéndose procedimientos de este estilo; o si alguien se dedicaba a eso. Según explica Allendes, no es un castigo, sino que un “efecto amoroso” para que toda la familia pueda ver el valor de la vida.
Conmover al corazón
Las constelaciones familiares otorgan el espacio para sanar los dolores que están ocultos. Los movimientos se dejan abiertos y muchas veces aparecen los abortos del sistema incluso cuando se está constelando otro tema. En términos prácticos, esa es la oportunidad de sanar. Ese es el momento en que las personas pueden empezar a hacerse conscientes y compensar de manera adulta para que la existencia de ese niño recobre sentido.
En el caso de las terapias guiadas por Rafael Allendes, las compensaciones pueden ser, por ejemplo, que la persona que ha abortado apoye a un niño para que este salga adelante. Pero el profesional aclara que más que el rito que se haga en concreto, lo importante es conectar de forma genuina con la vida, asumir lo ocurrido, aceptar la realidad –sin juicio, sin culpa– y sentir con el corazón.
Por su parte, el constelador familiar Alfredo Collovati tiene una visión similar de la reparación de un aborto: “Traer a la conciencia algo es el paso inicial para que pueda movilizarse hacia la integración. Pero no basta con ver, es un tema de conmover, moverse con… Si algo no toca mi corazón no pasa nada, solo cuando el corazón se conmueve empieza la sanación. Y no hay nada más conmovedor que cuando la madre se deja de arrancar y se encuentra con un hijo o una hija. Es como si el tiempo que se hubiera congelado, se reparara. Y después eso se extiende también a los hijos que vienen”.
Ahora, en un sistema donde se plantea la visión de que todos somos uno, cabe preguntarse si esa interrupción del embarazo es realmente tan solitaria como se ha proyectado en la discusiones actuales. “Si una mujer quiere abortar, muchas veces es porque se siente abandonada, asustada. Eso también es una consecuencia de un entorno cultural, social, que dicta norma de cómo deben ser las cosas, pero quita todo apoyo y todo sustento para que alguien pueda ser de otra manera. Me parece que eso es una demanda súper injusta y súper vergonzosa, tanto en lo familiar como en lo cultural. Yo siempre he pensado que si hubiera apoyo suficiente de la familia, de la pareja, de la sociedad, serían muy pocas las mujeres que abortarían, porque se sentirían sostenidas. Y sostenidas, probablemente no se daría el miedo que se produce en torno al quiebre de la vida por ese ser que viene”, opina Collovati.
Si todos estamos unidos sin saber, si hay una dimensión de lo humano que va más allá de lo visible y que nos mantiene como uno aunque no seamos capaces de notarlo a simple vista, tiene sentido percibir que el aborto tiene consecuencias que se pueden propagar en la familia. Al fin y al cabo, todos somos parte del mismo sistema.