La industria de la tecnología inalámbrica le ha ganado la guerra a la ciencia patrocinando estudios cuyos resultados respaldan a la industria, además de desacreditar a la investigación independiente, que plantea interrogantes sobre la seguridad de los dispositivos celulares y otras tecnologías inalámbricas. Como suele suceder, los medios de comunicación masivos informan sobre lo que señala la industria de las telecomunicaciones; es decir, que la evidencia que relaciona la radiación del wifi y de los celulares con temas de salud, incluido el cáncer, es “no concluyente y controversial”.
John Michael Dulalas, Bethany Surface y Kamila Janik, Project Censored. Ilustración Don Carroll.
Un estudio de la División de Investigación de Kaiser, de Estados Unidos (publicado en diciembre de 2017, en la sección de informes científicos de la revista científica Nature), desarrolló una investigación controlada en cientos de embarazadas residentes en el área de la Bahía de San Francisco, mediante la cual descubrió que aquellas mujeres que habían estado expuestas a la radiación no ionizante del campo magnético asociada a los teléfonos celulares y a los dispositivos inalámbricos presentaban 2,72 veces mayor riesgo de aborto espontáneo que aquellas con menor exposición al campo magnético. Además, el informe señalaba que la asociación era mayor cuando se medía el campo magnético en un día normal de las embarazadas del estudio. Según el investigador principal, De-Kun Li, los efectos posibles de la exposición al campo magnético son polémicos, porque “desde la perspectiva de la salud pública, todos estamos expuestos. Si existe algún efecto en la salud, el impacto potencial es enorme.” [Para mayor información véase el artículo “Accumulating Evidence of Ongoing Wireless Technology Health Hazards,” en Project Censored 2015].
Una investigación llevada a cabo por Mark Hertsgaard y Mark Dowie en marzo de 2018 para el semanario estadounidense The Nation dejó en evidencia la forma inadecuada en que la prensa ha informado sobre este tema de salud pública y de cómo el público, a su vez, lo ha subestimado. Hertsgaard y Dowie señalaron que la industria de las telecomunicaciones ha empleado tácticas de relaciones públicas, previamente utilizadas por la industria tabacalera en la década del 60 y desarrolladas por las empresas de combustibles fósiles en los años 80, para influir tanto en la comprensión del público respecto de las tecnologías inalámbricas como en los debates reguladores.
La industria de la tecnología inalámbrica le ha ganado la guerra a la ciencia mediante un juego ofensivo y defensivo, pues ha patrocinado estudios cuyos resultados respaldan a la industria, además de desacreditar a la investigación independiente, que plantea interrogantes sobre la seguridad de los dispositivos celulares y otras tecnologías inalámbricas. [Para mayor información sobre estos “juegos bélicos”, véase como ejemplo el memorándum de Motorola, del año 1994, actualmente publicado en línea.] Cuando los estudios han relacionado la radiación inalámbrica con el cáncer o el daño genético, los voceros de la industria han señalado que los resultados son refutados por otros investigadores. Esta estrategia ha demostrado ser efectiva, según lo que indican Hertsgaard y Dowie, porque “la falta aparente de certeza al respecto ayuda a tranquilizar a los consumidores, incluso si esto elude regulaciones gubernamentales y litigios que pudiesen afectar a las ganancias”.
La Academia Americana de Pediatría plantea recomendaciones muy claras para reducir la exposición de los niños a la radiación de los celulares. A pesar de ello, las embarazadas siguen usando dispositivos inalámbricos en su vientre y los niños manejan celulares como si fueran un juguete.
Según las conclusiones de Herstgaard y Dowie, la falta de una prueba definitiva de que la tecnología es dañina no significa que dicha tecnología sea segura; no obstante, la industria de la tecnología inalámbrica ha logrado convencer de esta falacia lógica al mundo… El resultado es que, en los últimos 30 años, miles de millones de personas en todo el mundo han sido sometidos a un experimento masivo de salud pública: usemos un teléfono celular y descubramos posteriormente si causa cáncer o daño genético. Mientras tanto, la industria de la tecnología inalámbrica ha obstruido el conocimiento completo y veraz de la ciencia actual, ayudado por las agencias gubernamentales, las cuales han priorizado los intereses comerciales por sobre la salud humana, junto con los medios de comunicación, que no han informado al público sobre lo que realmente piensa la comunidad científica. En otras palabras, este experimento de salud pública se ha llevado a cabo sin el consentimiento informado de los sujetos involucrados, mientras la industria de la tecnología inalámbrica inclina la balanza a su favor.
Los riesgos de este experimento de salud pública siguen aumentando a raíz del predominio de las tecnologías wifi y Bluetooth, junto con el desarrollo del internet de las cosas y las esperadas redes inalámbricas 5G.
Diversos estudios, incluido uno publicado en la revista norteamericana sobre epidemiología American Journal of Epidemiology en octubre de 2017, han establecido una correlación entre la exposición prolongada a la radiación de los teléfonos celulares y el riesgo de gliomas (un tipo de tumor cerebral), meningiomas, daños en el ADN y otros tipos de riesgos. En mayo de 2017, el Departamento de Salud Pública de California publicó normas de seguridad en respuesta a los efectos en la salud que pudiese generar la radiación de los celulares. Sin embargo, esta información se ocultó al público durante siete años y solo se difundió luego de un proceso judicial. La Academia Americana de Pediatría plantea recomendaciones muy claras para reducir la exposición de los niños a la radiación de los celulares. A pesar de ello, las embarazadas siguen usando dispositivos inalámbricos en su vientre y los niños manejan celulares como si fueran un juguete.
La industria de la tecnología inalámbrica asegura estar en conformidad con las normas de seguridad y de salud, por lo que se opone a las advertencias imperativas de mantener el teléfono a una distancia segura. Sin embargo, también se opone a los métodos actualizados de medición de la radiación de los celulares en formatos que representarían con precisión el uso en la vida real.
En los últimos 30 años, miles de millones de personas en todo el mundo han sido sometidos a un experimento masivo de salud pública: usemos un teléfono celular y descubramos posteriormente si causa cáncer o daño genético.
De acuerdo con lo informado por el centro de estudios Environmental Health Trust (EHT) y el médico francés Marc Arazi, algunos estudios científicos recientes y diversas sentencias judiciales francesas han enfatizado las inquietudes con respecto a la radiación de la tecnología inalámbrica. En virtud de una orden judicial, la Agencia Nacional de Frecuencias de Francia (ANFR) reveló recientemente que nueve de diez teléfonos celulares sobrepasan los límites gubernamentales de seguridad ante la radiación cuando se les examina en la forma en que se usan realmente: cerca del cuerpo humano. Tal como señalara el centro de estudios EHT, los activistas franceses acuñaron el término PhoneGate a raíz del paralelo con el escándalo de 2015 de las emisiones contaminantes de los vehículos de Volkswagen, informalmente conocido como el Dieselgate. En dicho escándalo, los automóviles superaban las pruebas de emisiones de diésel aplicadas en laboratorio, pero en la práctica presentaban emisiones superiores al conducirlos por los caminos reales. De igual forma, los teléfonos celulares superaron las pruebas de radiación en laboratorio cuando se les midió la tasa de absorción específica SAR (que indica cuánta radiación absorbe el cuerpo), a una distancia de 15 mm, es decir, a un centímetro y medio. Sin embargo, la manera en que las personas portan en la práctica el celular (por ejemplo, en un bolsillo del pantalón, en el sostén o pegado a la oreja) da como resultado mayores niveles de absorción de radiación con respecto a los obtenidos en las pruebas de laboratorio.
Según las declaraciones del Environmental Health Trust (EHT), la legislación francesa se asegura de que los niveles de SAR vayan identificados de manera destacada en el embalaje del teléfono celular y que la venta de estos dispositivos esté prohibida para los niños pequeños. A partir del año 2016, las nuevas políticas francesas señalan: “TODOS los dispositivos inalámbricos, incluidas las tabletas, los teléfonos inalámbricos, los juguetes a control remoto, los juguetes inalámbricos, los monitores para bebé y las pulseras de vigilancia, debieran estar sujetos a las mismas regulaciones reglamentarias que los teléfonos celulares”. El EHT también menciona que, según el periódico francés Le Monde, Francia debiera tratar de prohibir los celulares en los colegios, en las instituciones de educación secundaria y en los parques infantiles a contar de 2017.
Si bien los medios locales podrían difundir los descubrimientos de algunos pocos estudios seleccionados, tal como hizo el periódico estadounidense San Francisco Chronicle cuando salió a la luz el estudio de la División de Investigación de Kaiser, la norma para los medios corporativos es informar sobre la base de la industria de las telecomunicaciones. Es decir, la evidencia que relaciona la radiación del wifi y de los celulares con temas de salud, incluido el cáncer y otros problemas médicos, es no concluyente y también controversial. Ese fue el caso, por ejemplo, cuando el periódico Wall Street Journal publicó un artículo en febrero de 2018 titulado “Why the Largest Study Ever on Cellphones and Cancer Won’t Settle the Debate.”[¿Por qué los grandes estudios sobre los celulares y el cáncer no llegarán a acuerdo?] De igual forma, en mayo de 2016, el periódico The Washington Post publicó el artículo “Do Cellphones Cause Cancer? Don’t Believe the Hype.” [¿Provocan cáncer los celulares? No crea todo lo que le dicen]. Tal como sugerían Herstgaard y Dowie en el informe del semanario The Nation, en cierta forma este tipo de cobertura corporativa es la manera en que la industria de las telecomunicaciones sigue logrando eludir las consecuencias de sus acciones.
Fuente: Project Censored. Las 25 noticias más censuradas de 2018.
Científicos, médicos y organizaciones advierten sobre la red 5G
A la fecha casi 50.000 científicos, médicos, organizaciones sociales e individuos han firmado una petición a la ONU, a la OMS, a la UE y a los gobiernos de todas las naciones para que paralice el despliegue de la red inalámbrica 5G. La implantación del 5G incrementará masivamente la exposición a la radiación de radiofrecuencia (RF) de las telecomunicaciones acumulándose a la ya existente con las actuales redes 2G, 3G y 4G. La implantación del 5G se estima tendrá como resultado un cambio medio ambiental sin precedentes a escala mundial.
Incluso antes de que se propusiera la red 5G, docenas de peticiones y declaraciones firmadas por científicos internacionales, incluyendo la Declaración de Friburgo, firmada por más de 3.000 médicos, pedían el cese de la expansión de la tecnología inalámbrica y una moratoria en las nuevas estaciones.
En 2015, 215 científicos de 41 países comunicaron su alarma a las Naciones Unidas (ONU) y a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Afirmaban que «numerosas publicaciones científicas recientes han demostrado que los campos electromagnéticos (EMF) afectan a organismos vivos a niveles muy inferiores a los fijados por la mayoría de las directrices internacionales y nacionales». Más de 10.000 estudios científicos contrastados demuestran daños a la salud humana por radiación de RF.
Lea la petición completa en International Appeal: Stop 5G on Earth and in Space