Iván Andrés Santandreu, 2019-02-28.
Ver miles de hectáreas de bosques quemándose angustia el corazón. La indiferencia y falta de previsión de este y anteriores gobiernos sobre los incendios forestales estivales es patente.
La vida del ser humano está íntimamente ligada a la existencia de los árboles. Los grandes árboles otorgan calma, fuerza, permanencia, conexión interior y armonización. ¿Cómo es posible que más del 90% de los incendios forestales sean provocados por el hombre? En el momento en que escribo esta columna, el incendio en Aysén ya supera récord de destrucción de los últimos 21 años y continúa sin control arrasando con más de 15.000 hectáreas de bosque nativo. El año pasado fue China muerta, con más de 6.000 hectáreas.
Mucho más importante que las emisiones de carbono y los registros de aumento de temperatura global, son los árboles. Si los cortamos y quemamos todos, efectivamente, la Tierra se resecará y ya no podremos habitar en ella. Nuestra propia existencia depende de ellos.
Necesitamos una educación distinta, que permita abrazar la Tierra, conectarnos con la vida una, aprender de la solidaridad, de la brisa, de los árboles majestuosos, de la tierra húmeda.
Estoy convencido de que el problema no es de falta de inteligencia, sino de conciencia. Se puede ser muy inteligente y a la vez increíblemente miope en este tipo de temas. La inteligencia lineal, secuencial y analítica es insuficiente para comprender la envergadura e interdependencia de este y otros problemas. Y el sistema educativo que tenemos es más bien parte del problema que de la solución, creando generaciones enteras de personas desconectadas de lo esencial y de lo verdaderamente importante. En su lugar, se enfatiza la memorización de información prácticamente sin ninguna utilidad para la vida.
El nivel de educación que tenemos permite entender la conducta de los delincuentes y de los negligentes que queman bosques en Chile. Y comprender también el porqué de la lentitud, indiferencia y falta de previsión de los gobiernos de turno frente al tema, que no es otra cosa que un síntoma del mismo problema: falta de conciencia.
Lector anónimo, alza tu voz e involúcrate en la mediada de tus posibilidades por un cambio de mirada en la educación. No más memorización de contenidos, notas, inspectores, uniformes y horarios, elementos todos que tienen origen en la capacitación de masas para la revolución industrial de hace 200 años atrás. Estamos en el siglo XXI y necesitamos una educación distinta, que permita abrazar la Tierra, conectarnos con la vida una, aprender de la solidaridad, de la brisa, de los árboles majestuosos, de la tierra húmeda. Necesitamos una educación que nos reconecte con lo esencial.
Sólo así salvaremos a los árboles y a nosotros mismos de nuestra propia extinción.